El Duelo a garrotazos quizá sea una de las matrices políticas de las Españas sucesivas.
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Duelo que ha tenido y tiene muchos protagonistas, enardecidos siempre en el fragor de los garrotazos.
Los sucesivos pueblos del rebuzno -alegoría de los pueblos y gobernantes que nos han desgobernado- son siempre víctimas de esa matriz original, esa incapacidad de hablar, sustituidas las palabras por el rebuzno.
En nuestro tiempo, el rebuzno ideológico está aventado a toda hora por la jauría tertuliana y la industria de la incomunicación audiovisual.
Cervantes describe en el capítulo XXVII del Quijote el funcionamiento canónico y bien actual del Duelo a garrotazos:
-No rebuznaron en balde
el uno y el otro alcalde.Por esta insignia sacó don Quijote que aquella gente debía de ser del pueblo del rebuzno, y así se lo dijo a Sancho, declarándole lo que en el estandarte venía escrito. Díjole también que el que les había dado noticia de aquel caso se había errado en decir que dos regidores habían sido los que rebuznaron, pero que, según los versos del estandarte, no habían sido sino alcaldes. [ .. ] Finalmente, conocieron y supieron cómo el pueblo corrido salía a pelear con otro que le corría más de lo justo y de lo que se debía a la buena vecindad.
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Y, luego, puesta la mano en las narices, comenzó a rebuznar tan reciamente, que todos los cercanos valles retumbaron. Pero uno de los que estaban junto a él, creyendo que hacía burla dellos, alzó un varapaEl lo que en la mano tenía y diole tal golpe con él, que, sin ser poderoso a otra cosa, dio con Sancho Panza en el suelo. Don Quijote que vio tan malparado a Sancho, arremetió al que le había dado, con la lanza sobre mano; pero fueron tantos los que se pusieron en medio, que no fue posible vengarle, antes, viendo que llovía sobre él un nublado de piedras y que le amenazaban mil encaradas ballestas y no menos cantidad de arcabuces, volvió las riendas a Rocinante, y a todo lo que su galope pudo se salió de entre ellos, encomendándose de todo corazón a Dios que de aquel peligro le librase, temiendo a cada paso no le entrase alguna bala por las espaldas y le saliese al pecho, y a cada punto recogía el aliento, por ver si le faltaba… Duelo a garrotazos.
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