Barcelona, Diagonal, 11 septiembre 2014. Foto Marina Roig.
Una fotógrafa catalana, con la que me he cruzado ocasionalmente en Mataró Parc, me envía una crónica “desde dentro” de la gran manifa de ayer, en Barcelona.
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Creo que cuenta las cosas por lo menudo, sin entrar la guerra ideológica. A mi modo de ver, esa frescura dice cosas profundas.
Este es su relato:
Gente con sus camisetas amarillas o rojas y sus banderas esteladas ya están paseando por el barrio cuando bajo a la calle hacia el mediodía temprano. Un montón de gente, venida de fuera de la ciudad, pasea y espera la hora de la V. Un día de mucho sol, como si el verano fuera ahora justamente. Hacia las 4 de la tarde, las gentes ya han llenado la Diagonal. Familias, muchas familias, grupos de amigos jóvenes, de amigas mayores, de matrimonios de todas las edades, a menudo los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Unos van de amarillo y otros de rojo, no se divisan grupos de ambos colores, o sea que se han inscrito colectivamente: familias, amigos…
Viejos y jóvenes, niños, adolescentes, lo mismo que hace dos años y el año pasado pero más: todos vestidos de la misma manera, ropas y calzados cómodos, sin ninguna pretensión de estilo ni mucho menos de glamour, aunque alguna mujer y algunas chicas jóvenes lo intentan. Los hombres que se han “arreglado”, jóvenes o viejos, tiran hacia lo folklórico, pero son pocos. Muchos van envueltos en esteladas como capas y los jóvenes, ellos y ellas, con las mejillas cuatribarradas y esteladas.
La cosa consiste en ir cada cual a su sitio asignado o, si no te habías inscrito, en meterte donde te diera la gana o por los lados de la avenida. El objetivo de los organizadores era que la V fuera completa y compacta, que no hubiera claros. Pero enseguida hemos visto que no los habría cuando fuera el momento, las 17.14 horas. Todo sería y ha sido compacto en el tramo donde estamos.
El buen ánimo domina, las gentes estaban contentas y calmadas. He hecho unas cuantas fotos, todos se ponían a gusto ante la cámara. He fotografiado a una oriental con sus pegatinas y estelada, a una latinoamericana con su perro envuelto en la estelada, a una familia de Gavà y a unos amigos de Gràcia, Horta i Sant Andreu, además de tantos otros a los que no he preguntado. No se advierten turistas y cuando me topo a unos por su hablar también están integrados en el uniforme de la Diada, amarillo o rojo.
La gente corea “Volem votar” (Queremos votar) e “Independència”. No se escucha nada sobre Pujol.
Se hacen muchas, muchísimas fotos de recuerdo. Muy pocas autofotos, se las hacen unos a otros.
Tras la cosa, que ha terminado hacia las 6 después de no sé cuantos castellers a lo largo de la V, de un míting de la mandataria de la ANC y del consabido canto de los Segadors, la tropa se ha lanzado a las terrazas de los bares a celebrarlo. Un montón de bares abiertos, a diferencia de hace dos años, cuando todo empezó. Claro que ya hubo una gran manifestación en julio de 2010 por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, pero el 11S de 2012 reunió una multitud inesperada sin que nadie se lo explicara. Entonces casi no había bares abiertos en el paseo de Gràcia. Hasta entonces se temía que estas manis acabaran a tortas de grupitos radicales, desde el 2012 se sabe que no. Tras la marcha, imposible acceder a un bar y menos sentarse en una terraza.
Entramos en el paqui a por cositas para merendar: «Hoy ha terminado agosto», me dice el encargado, que todo el verano se ha dolido de falta de ventas. Hoy sí, bares y paquis abiertos han hecho su agosto. Si estaban llenas las terrazas, la gente se han ido a los paquis a comprar cava y se lo ha tomado en la acera!
Los bares más destacados del barrio, para dejar clara la cosa, lucían grandes banderas cuatribarradas (ecuménicas, sin la estrella independentista).
De camino a casa concluimos que un gran número de catalanes, viejos y nuevos, está adoptando como forma de expresión colectiva para celebrar el 11S la costumbre de formar en la calle una figura colectiva y geométrica de largo recorrido y empaque humano superlativo, sea la Via Catalana o la V. En tres años, ya es tradición.
Organizarlo debe haber sido estimulante y el resultado es de respeto, esto no se logra así como así.
No ha habido relación expresa con el Tricentenario, excepto en el míting final. Las gentes no están por el pasado. Esto es otra cosa.
Marina Roig
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