MARCEL DUCHAMP. LA PEINTURE, MÊME, 23 septiembre 2014. Foto JPQ.
En su caso, todo comenzó con ese diálogo íntimo con una Venus de Lucas Cranach.
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Marcel Duchamp, La Mariée © ADAGP.
Ese diálogo íntimo sobre la naturaleza geométrica, espiritual y carnal del cuerpo femenino echó lo cimientos de una metamorfosis en curso de la historia del arte, que Duchamp y sus mejores exégetas han explicado de este modo:
«Everything can be based on an erotic climate, without too much trouble. It replaces what other schools called Symbolism or Romanticism. It could be another «ism», so to speak. Eroticism was a theme, or rather, an «ism», which was the basis of everything I was doing at the time of the «Grand Verre». It kept me from being obliged to return to already existing theories, aesthetic or otherwise.» (Marcel Duchamp, conversation with Pierre Cabanne, 1967).
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Duchamp stayed in Munich during the summer of 1912, visiting a number of major European museums in Basel, Vienna, Dresden and Berlin, and marshalling his early thoughts for his Grand Verre: La Mariée mise à nu par ses célibataires, même. In a concern for reinventing painting, he hybridised the Cubist kinetic form into «visceral mechanics», like the characters in the play by Raymond Roussel, Impressions d’Afrique. The Bavarian capital, the Mecca of the esoteric and the technical alike, the birthplace of abstraction with Kandinsky and home to paintings by Cranach, provided him with the context of new sources on which he based his most accomplished paintings: Le Passage de la Vierge à la Mariée («The Passage from Virgin to Bride»), and La Mariée. The Queen is replaced by the Bride; the polysemy of the idea of the «passage» – geometrical, chemical, psychological, physiological, sexual and metaphysical – was deliberately set in place, and the meticulous technique of oil on canvas had similarities with the glazes of Cranach’s Venuses, foreshadowing the transparency of Le Grand Verre. «My stay in Munich was the scene of my total liberation, while I was laying down the general plan for a large-scale work that was to occupy me for a long time, in respect of all kinds of new technical problems I needed to resolve.» L’œuvre de Marcel Duchamp bouleverse radicalement l’art du 20e siècle.
Jean Clair recuerda, en el suntuoso catálogo de esa exposición, que hay quienes piensan -Octavio Paz, entre otros- que los dos más grandes creadores del siglo XX son Pablo Picasso y Marcel Duchamp. Con ventaja para el segundo. Es mi caso.
Picasso sería la encarnación saturnal del gran arte clásico de nuestra civilización. Duchamp echaría los cimientos del arte que vendrá, ha venido, está viniendo.
En su caso, como el mismo Duchamp lo explica, todo comenzó con una reflexión íntima sobre la geometría del cuerpo femenino, parábola de una geometría de la creación. Desde Courbet sabemos que el sexo femenino es el origen del mundo: El sexo de la mujer y el origen del mundo.
Esa reflexión comenzó en su primera adolescencia y culminó con Étant donnés, la creación más misteriosa del siglo XX, parodiada por Salvador Dalí con poca fortuna, a mi modo de ver.
Octavio Paz, el primero, Jean Clair y Pontus Hultén, más tarde -mis fuentes originales-, creían indispensable reescribir la historia del arte contemporáneo a partir de los misterios planteados por Duchamp. En esas estamos.
Esperando a Marcel Duchamp, con una chica rubia.
Marcel Duchamp descubre en Caldetes la puerta del origen del mundo, Étant donnés.
Marcel Duchamp recuerda Caldetes.
Recuerdo a Duchamp despidiéndose de Caldetes.
El sexo de la mujer y el origen del mundo.
Homenaje a Marcel Duchamp.
Me alegro de tener noticias de Duchamp. Nadie produjo un cambio tan grande con una obra más pobre. El fenómeno Duchamp debería ser más profundamente estudiado en las academias de arte.
Un saludo!
Héctor,
Marcel Duchamp busca su bicicleta, perdida en una ciudad desaparecida,
Q.-