Si entiendo bien, allí donde yo percibo un Duelo a garrotazos, Enric Ucelay-Da Cal percibe un duelo de gallineros / populismos histéricos.
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En ambos casos, la histeria populista o el duelo a garrotazos se han convertido en un conflicto amenazante para las libertades básicas y el concepto mismo de libertad.
Con una frecuencia inquietante, monótona e histérica, se esgrime el “derecho a votar” y la “aspiración del pueblo”, enarbolando -sin saberlo- la bandera histórica de los populismos más inquietantes. Se pretende que el “derecho” lo representan y ejercen quienes se tiran a la calle o quienes invitan a tirarse a la calle, con el fin expreso de imponer sus criterios, en detrimento del voto de los ciudadanos censados, que votan libremente de acuerdo con la Ley.
Se pretende que la “aspiración del pueblo” expresada a través de la manifestación callejera es “superior” a la aspiración del pueblo censado, ejerciendo su libertad a través de cada elección municipal, local, regional, nacional o estatal: Artur Mas convoca elecciones.
A lo largo del siglo XX y principios del siglo XXI, esa tentación de suplantar las leyes establecidas por la “ley” de la manifestación callejera ha derivado históricamente hacia el populismo político, devastador para las libertades, las instituciones y la prosperidad.
Mi visión personal, al respecto, es esta: el duelo a garrotazos Mas / Rajoy es una variante del muy castizo Duelo a garrotazos, matriz política y cultural de las España.
Uno de los grandes historiadores catalanes de nuestro tiempo, Enric Ucelay-Da Cal, por su parte, escribió hace años un libro canónico sobre la historia del populismo catalán y sus consecuencias catastróficas para Cataluña y los catalanes, La Catalunya populista (1982). A su modo de ver, el populismo catalán se ha expresado en términos que parecen proclamar una “ley superior”. Las urnas suplantadas por la manifa, el motín o el “pronunciamiento”, de gloriosa memoria en la historia cantonal del XIX: “Una oferta ideológica que reclama la intervención fogosa y arremolinada de la calle por encima de las urnas; que valora más la participación que la representación política, o que confunde la multitud y el dirigismo con las masas en su mejor sentido orientativo de la estabilidad del Estado asistencial..”.
Sentado ese principio conceptual, Enric Ucelay-Da Cal percibe la evolución de la crisis populista Cataluña / España en estos términos:
Con la inversión «catalanismo»-«independentismo» se ha abierto lo que los politólogos llaman un cleavage, una profunda grieta en el panorama, cuyo manejo durante muchas décadas -de hecho, a lo largo del siglo XX- dependía de que no se notara, ni mucho menos que se tocara por todas las manos imaginables para que empeorara más y más. Ahora sí, frente a un “sobiranisme” catalán desbocado que se regodea de modo impreciso en la secesión, han aparecido en Madrid y por doquier quienes se proclaman «españolistas» o «nacionalistas españoles» de hecho y, agitados, piden adicionales apoyos “patrióticos”, como nervioso clamor de respuesta.
La ausencia de que los sociólogos llaman una «cultura cívica» resulta abrumadora. Los catalanes repiten que, al gozar de una «sociedad civil», poseen el secreto de la «cultura cívica», pero las riñas de capillas, los odios y la incapacidad de la más mínima generosidad como reglas de conducta indican otra cosa. Puede que por las restantes «Españas», el salvajismo sea mayor, pero, la verdad, poco se nota en tiempos tan mediocres en todo, riqueza, bienestar, producción intelectual y, por supuesto, liderazgo político.
¿Qué sucederá? En las Españas, además de la reiteración, gustan las certidumbres huecas, no las preguntas sin respuesta… La Vanguardia, 27 noviembre 2013. Palabras mayores.
Las negritas son mías.
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Arenys de Mar, 2 agosto 2014. Foto JPQ. Artur Mas, sueños catalanes y Duelo a garrotazos.
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