Museo Picasso, 18 octubre 2014. Foto JPQ.
Quiñonero, inmortalizado en el nuevo Museo Picasso.
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Museo Picasso, 18 octubre 2014. Fotos JPQ.
Tras cinco años de trabajos, seis meses de crisis institucional y una inversión de 52 millones de euros en reformas, el Museo Picasso reformado propone una revisión que pasará a la historia de la crítica y la museística picassianas con una llamativa “vuelta al orden”, reinstalando el genio picassiano en permanente diálogo íntimo con los grandes maestros del arte clásico.
Se trata de un proceso de revisión en curso, desde el 2008, cuando Anne Baldassari, directora, entonces, del Museo Picasso, y Marie-Laure Bernadac, conservadora general en el Louvre, presentaron Picasso y los grandes maestros –Picasso, minotauro caníbal, entra a saco en el Museo universal y Picasso, caníbal, minotauro, demiurgo-, una exposición que hizo época: Picasso dialogando los grandes genios del pasado. Baldassari comenzó un año más tarde los trabajos de reforma del museo que ella dirigía, hasta el verano pasado, cuando la ministra de la Cultura, decidió destituirla en unos términos que causaron gran escándalo.
Apoyada por Claude Picasso, el más influyente de los herederos, Anne Baldassari amenazó con defender su trabajo ante los tribunales de justicia. La nueva ministra de cultura negoció un acuerdo que puso término a una grave crisis institucional.
Ese nuevo Museo Picasso ha sido inaugurado por François Hollande, acompañado de su ministra de cultura, la alcaldesa de París, y el director de la institución, Laurent Le Bon.
El nuevo Museo Picasso ha ganado mucho espacio -suprimiendo espacios administrativos, ganando sótanos y buhardillas- que Anne Baldassari ha utilizando para reordenar en profundidad la mayor colección pública del mundo, presentando más de 400 obras maestras en tres grandes espacios complementarios: la trayectoria del genio, su diálogo con los grandes maestros del arte clásico y los talleres de trabajo.
Los espacios consagrados a la trayectoria vuelven a contar la historia del arte picassiano desde una óptica nada “vanguardista”. Con obras que van de 1895 a 1972, se reconstruye una historia íntima del arte picassiano a través de diez capítulos básicos: génesis (1895 – 1900), monocromías (1901 – 1906), primitivismo (1906 – 1909), cubismo (1910 – 1915), polimorfismo (1915 – 1924), metamorfosis (1924 – 1936), pinturas de guerra (1936 – 1946), años pop (1946 – 1940), a la manera de los grandes maestros (1960 – 1973).
La palabra “vanguardia” ha desaparecido en la nueva exégesis museística de Picasso. Por el contrario, quizá sea capital el diálogo del creador con sus padres del gran arte clásico, que el mismo Picasso había justificado de este modo: “Los pintores somo herederos del trabajo de nuestros padres. Nosotros somos los herederos de Rembrandt, Velázquez, Cézanne. Un pintor siempre tiene un padre y una madre.”
En la estela de esa reflexión picassiana, Anne Baldassari comenta su reorganización conceptual del nuevo Museo Picasso de este modo: “Picasso no invento un mundo. Inventó muchos mundos. Quizá fue el único, durante todo el siglo XX, que cambió permanentemente. Pudo seguir siendo toda su vida el gran maestro del periodo azul, o rosa. Nuestra suerte, en este museo, es tener obras de todos sus períodos y poder mostrar sus cambios, revoluciones y evoluciones permanentes”. ¿Cuál es la arquitectura interior de tal proceso de revisión museística de fondo?
Anne Baldassari comenta su trabajo de este modo: “Decidí presentar La Celestina de Picasso al principio. La Celestina es un personaje del siglo XVI pintada por un genio del siglo XX. Con su ojo torcido y quizá vuelto hacia el interior, ella representa la mujer todo poderosa, la vidente, para personificar la pintura”.
Todo está dicho. La Celestina picassiana, “personificación” de la pintura, figura emblemática con la que comienza el trayecto esencial del nuevo Museo Picasso, cuyos interiores -los de una gran casa burguesa y barroca del XVII francés- se ponen al servicio de la obra del genio malagueño. La flauta de pan (1932) se instala en una suerte de cripta, abierta al público, rodeada por columnas y ángeles barrocos.
Hay muchos otros picassos, sin duda. Laurent Le Bon, el nuevo director del museo, se propone continuar “descubriéndolos” a lo largo de los próximos años, cuando la reordenación de Anne Baldassari sea sustituida por nuevas proposiciones. Picasso no tiene fin.
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