Cosas de Liberation:
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Liberation, 26 octubre 2014.
La izquierda francesa “puede morir” víctima de su fragmentación, divisiones y enfrentamientos cainitas, agravados por el gobierno de François Hollande, que ha contribuido a crear nuevas “familias” que tienen visiones ideológicas, políticas y culturales sencillamente antagónicas.
Esa es la conclusión del diario Liberation, fundado por Jean-Paul Sartre, referencia canónica de todas las izquierdas francesas, que resume la crisis con este titular a toda página, en su portada: “La izquierda puede morir”.
Liberation presenta con ese titular los resultados de un sondeo y estudio sociológico al que consagra una doble página, sin publicidad, que presenta con este titular: “El pueblo de izquierda, una familia descompuesta”.
Liberation clasifica a las izquierdas francesas en seis familias antagónicas: “antiliberales”, “ecologistas sociales”, “ecologistas centristas”, “socialistas clásicos”, “social liberales” y “conservadores de izquierdas”.
Esas etiquetas son un reflejo bastante fiel de las divisiones suicidas de las izquierdas francesas.
La familia anti liberal incluye a personalidades influyentes a la izquierda del PS, entre las extremas izquierdas y los despojos del antiguo PCF. Jean-Luc Mélenchon, líder del Frente de Izquierdas (FdI) y los ex ministros Arnaud Montebourg y Benoît Hamon son sus “líderes naturales”. Dos de ellos (Mélenchon y Montebourg) ya han anunciado sus candidaturas a la presidencial de 2017. Todos son agresivamente anti Hollande.
La familia de los ecologistas sociales incluye varias personalidades históricas, como la ex jueza Eva Joly, la ex ministra Cécile Duflot y José Bové. Ecologistas clasicotes, se crispan cuando se cita a Hollande en voz alta.
La familia ecologista centrista y / o “liberal libertaria” incluye a una figura histórica (Daniel Cohn Bendit) y varios ecologistas muy populares, como Nicolas Hulot. Tienen buena prensa. Pero escasa implantación militante.
La familia de los socialistas clásicos incluye a todos los “elefantes” del PS (socialistas históricos), encabezados por Martine Aubry, que ha desenterrado el hacha de guerra contra las “traiciones” del gobierno de Hollande y Manuel Valls.
La familia social liberal es muy popular entre la prensa conservadora y los electorados moderados. Manuel Valls, primer ministro, Emmanuel Macron, ministro de economía, y Pierre Moscovici, miembro de la nueva Comisión europea, son personalidades que caen muy mal entre los electorados socialistas. Para un militante socialista francés, el calificativo “social liberal” raya el insulto.
La familia de los conservadores de izquierdas está integrada por personalidades con mucho carisma “tradicionalista”, como el ex ministro Jean-Pierre Chevènement o Ségolène Royal, ministra de la ecología y madre de los cuatro hijos del presidente Hollande.
Entre esas seis familias hay cuatro o cinco aspirantes a la candidatura a la jefatura del Estado. Montebourg y Mélenchon aspiran a liderar la izquierda socialista. Martine Aubry espera convertirse una “alternativa” a Hollande. Manuel Valls, por su parte, sueña con la jefatura del Estado desde que abandonó sus primeras ilusiones religiosas adolescentes.
Tras las aspiraciones políticas enfrentadas, Liberation recuerda un dato político capital: anti liberales y social liberales tienen programas políticos enfrentados; las extremas izquierdas y los ecologistas están divididos en varias capillas antagónicas; entre los socialistas clásicos, los conservadores de izquierdas y los social liberales, las “chispas” saltan con una frecuencia dramática y cainita.
Se trata de una metamorfosis histórica de las izquierdas francesas. El viejo y agonizante PCF se ha convertido en un mero grupúsculo sin implantación nacional. Las extremas izquierdas odian a Hollande y su política. El enfrentamiento a primera sangre política entre anti liberales y social liberales puede causar estragos.
François Hollande sueña él mismo con ser el “federador” de ese rosario de archipiélagos ideológicos. Con un 80 o un 85 % de opiniones negativas en todos los sondeos de opinión, el presidente solo cuenta con el apoyo real de su guardia pretoriana personal, atrincherada en un palacio del Elíseo convertido en búnker.
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