Fossar de les Moreres, 6 diciembre 2014. Foto JPQ.
Tantos años después, he vuelto a leer su libro, un monumento indispensable.
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The Revolt of the Catalans, La rebelión de los catalanes (1963, 1977, 2014), de John H. Elliott, reconstruye la gran historia de la Sublevación de Cataluña (1640) / la Guerra dels Segadors.
Siglos más tarde, Elliot nos ayuda a comprender, con una precisión entomológica, el origen último de las crisis de Cataluña y España, a principios del siglo XXI:
“En cierto modo esta España plural puede considerarse como un regreso a la Monarquía compuesta de los Austrias, con el reconocimiento de la identidad distintiva de las varias comunidades ibéricas y la creación de un espacio político muy distinto del de la época franquista. Es un espacio que promueve y reclama, exactamente como en la época de los Austrias, un diálogo constante entre Madrid y las comunidades autónomas, un diálogo que hoy, como antes, está sujeto a tensiones, y que exige para su buen funcionamiento una voluntad de compromiso entre ambas partes”.
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“[A Cataluña] le faltaba la cohesión social y la unanimidad política que son absolutamente necesarias como base de un sistema de gobierno estable. [ .. ] A causa de sus divisiones internas, Cataluña se destruyó a sí misma”.
“Donde quiera que la comunidad de intereses reclamaba, y aún reclama, la necesidad de unión, las amargas memorias que sobreviven a los siglos solo sirven para dividir. La revuelta de los catalanes compendiaba, y al mismo tiempo perfilaba, la tragedia de España”.
Las negritas son mías.
Casi todo está dicho.
El fiscal general del Estado, el jefe del Estado Mayor del Ejército y el arzobispo de Valencia prolongan la vieja tradición que viene del Conde-duque de Olivares.
Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez son Felipe IV, ni la Unión de armas tiene gran cosa que ver con el Pacto Fiscal Europeo. Pero… los líderes de los grandes partidos se debaten como pueden contra unas “fuerzas centrífugas” que no comprenden ni saben ni pueden “controlar”; cuando la disciplina presupuestaria, siempre incumplida, pasa tan mal hoy como en el siglo XVII.
El duelo a garrotazos sigue siendo -hoy como ayer- una forma de diálogo mucho más castiza. Y el deshilachamiento o falta de vertebración de las Españas sigue atizando la misma tragedia.
De ahí, hélas, que la obra de Elliott me ayude a comprender y justificar la mía:
El Duelo a garrotazos, matriz política y cultural de las Españas.
Dimensión histórica del duelo a garrotazos Rajoy / Mas, visto por Cervantes y Gracián.
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