La doctrina anti terrorista de Hollande.
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Colofón provisional de tres jornadas trágicas, sin duda históricas.
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Número especial del semanario Le Point, portada del Magazine de Le Monde, Le récit de la traque et de l’assaut contre les tueurs de l’attentat contre Charle Hebdo.
François Hollande, presidente de la República, y Manuel Valls, primer ministro, envían mensajes de unión nacional, tras una ensangrentada sucesión de matanzas terroristas percibida por la opinión pública como una gravísima crisis de la seguridad nacional, la más grave de las últimas décadas.
Hay que remontarse a las crisis ligadas a la guerra de la independencia de Argelia, durante los años 60 del siglo XX, y la gran crisis de los suburbios del otoño / invierno de 1985, para encontrar paralelismos con las matanzas que se han sucedido en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo, la periferia de la ciudad de Motrouge y un supermercado judío en la parisina Puerta de Vincennes, entre el 7 y el 9 de este mes de enero.
A las ocho de la noche de ayer (9), viernes, el presidente Hollande hizo un primer balance, grave y solemne, dirigiéndose a la nación a través de todas las cadenas de radio y tv.
Hollande comenzó dando una noticia: “Estaré personalmente al frente de la gran manifestación de solidaridad nacional, el domingo. Todos los franceses están invitados a participar en esa u otras manifestaciones, en toda Francia”. Se espera que más de un millón de parisinos participen en una gran marcha ecuménica, a la que están invitados todos los ciudadanos de todas las sensibilidades políticas, culturales y religiosas.
Antes de hacer ese anuncio, Hollande había recibido a todos los líderes políticos nacionales, de Nicolas Sarkozy a Marine Le Pen, con el fin de dar una dimensión nacional a una respuesta cívica de fondo.
Tras ese anuncio, el presidente de la República deseo tranquilizar y avanzar algunos signos tangibles de serenidad a una opinión pública amedrentada, víctima del angustioso seguimiento de tres pavorosos baños de sangre.
“La religión musulmana no tiene nada que ver con los fanáticos criminales”, continuó Hollande, dando ejemplo de ecumenismo laico, cultural, invitando a la unidad nacional a todas las sensibilidades culturales y religiosas. Horas antes, los representantes de los imanes de Francia habían invitado a los musulmanes franceses a participar en la gran manifestación del domingo.
Hollande terminó su mensaje a la nación anunciando el refuerzo de unas medidas de seguridad que ya están en estado de alerta máxima, recordando otro dato capital: “Estamos en guerra. Francia cumple con su deber, luchando militarmente contra el terrorismo, en África y Oriente Medio. Esa determinación nos convierte en un blanco para los fanáticos extremistas. No debemos bajar la guardia. Hemos neutralizado a unos criminales, pero no debemos confiarnos, de ninguna manera”.
A los pocos minutos de la intervención de Hollande, Manuel Valls, jefe de gobierno, se apresuró a ampliar el mensaje presidencial: “Francia debe afrontar un desafío y amenazas sin precedentes. Hemos neutralizado a unos criminales. Pero otras amenazas nos acechan”.
“Francia no ha sufrido jamás ataques criminales tan temibles como los que acabamos de sufrir y neutralizar”, continuó Valls, insistiendo en que la lucha contra el terrorismo será larga y difícil: “Hemos conseguido neutralizar otros atentados, en el pasado reciente. Pero no podemos bajar la guardia. Seguimos estando amenazandos, como nunca. Debemos reforzar nuestro arsenal policial, judicial y moral. Todos los franceses están invitados a participar en las manifestaciones de solidaridad del domingo. La unidad y determinación nacional es muy importante”.
Hollande y Valls hacían de ese modo el primer gran balance de tres días dramáticos, llamados a ocupar un puesto significativo en la historia de Francia.
BUSCA, CAPTURA Y EJECUCIÓN
Presidente y primer ministro deseaban hacer un balance y explicar de alguna manera las dimensiones más graves y profundas de unos acontecimientos que han dejado muchos rastros ensangrentados. Ambos habían participado en la gestión de una crisis sin precedentes y elaboraron una doctrina de acción anti terrorista que pudiera tener mucho eco internacional.
Horas antes, hacia las tres de la tarde del sábado 9, Hollande había convocado una reunión de crisis, acompañado de Valls y sus ministros del interior, defensa, justicia y asuntos exteriores.
Esa reunión duró dos horas cortas. Hollande y su equipo fijaron una “doctrina de acción” expeditiva, que comenzó a aplicarse con extrema celeridad, precisión e implacable rigor militar: ninguna “negociación”, ejecución rápida, ausencia de imágenes que pudieran “glorificar” a los criminales.
En otros casos de secuestros terroristas, las fuerzas de seguridad francesas habían comenzado con laboriosas negociaciones prolongadas durante interminables horas.
En esta ocasión, ayer, los equipos de los ministerios de interior y defensa habían presentado al presidente de la República varios escenarios posibles. Se puso en marcha el más expeditivo, en la más estrecha coordinación temporal, al servicio de una ejecución rápida y determinante.
A las cinco de la tarde, con varios minutos de diferencia, los hombres del Groupe d’Intervention de la Gendarmerie Nationale (GIGN), en Dammartin-en-Goële (Seine-et-Marne), al norte de París, y las Brigades Rapides d’Interventions (BRI), en la parisina Puerta de Vincennes, al este de la capital, intercambiaron llamadas de OK. La ejecución de los asaltos podía comenzar.
En la pequeña imprenta de Dammartin-en-Goële, un presunto rehen había podido ocultarse o escapar (¿?) a los criminales, dialogando telefónicamente con su padre. Los hermanos Said (34 años) y Chérif Kouachi (32 años), se vieron forzados a salir de la “madriguera” donde habían intentado atrincherarse catorce horas antes.
Las fuerzas de seguridad utilizaron varios recursos clásicos (gases lacrimógenos, granadas especiales). Esperando caminar hacia el “paraiso”, los Kouachi salieron creyendo que “lucharían” y podrían morir matando, esperando ser “glorificados” por las imágenes de dos “combatientes”. Pura fantasmagoría.
Siguiendo las instrucciones precisas de la jefatura del Estado, las fuerzas de seguridad habían peinado y acordonado la pequeña empresa donde se habían refugiado los asesinos. La prensa estaba convenientemente alejada, por razones de seguridad y por razones de “comunicación visual”. Los Kouachi fueron ejecutados en unos minutos, acribillados a tiros por un número considerable de especialistas y tiradores de élite, pertrechados militarmente. El hombre secuestrado quedó en libertad.
Sin gloria ni “comunicación”, las 72 horas de huida de dos asesinos, prestos al crimen pero poco preparados para la lucha armada, terminaban en un baño de sangre implacable. Los Kouachi había “facilitado” la persecución dejando un largo rosario de huellas.
La policía pudo descubrir rápidamente su identidad, porque uno de los hermanos dejó olvidada su carta de identidad en uno de los coches que utilizaron para huir.
Con una impericia propia de criminales temerarios y sin experiencia, los Kouachi se dejaron ver en varias gasolineras, sin ocultar que viajaban con fusiles de asalto Kalachnikov y lanzagranadas, dando muestras de un “exhibicionismo” suicida.
Los “cursillos” de “formación militar” seguidos por uno de los hermanos, en el Yemen, la “educación religiosa” seguida en varias prisiones, la complicidad con varias bandas de delincuentes comunes, en la periferia de París y en el Yemen, no les sirvieron para gran cosa.
Fanatizados, errantes en la nube tóxica de la criminalidad presuntamente “religiosa”, los Kouachi fueron “capaces” de “pensar” y “ejecutar” una matanza atroz, en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. Pero fueron perseguidos y ejecutados con precisión en poco más de 72 horas, dejando tras si atroces nubes tóxicas de miedo e inquietud.
A los pocos minutos de comenzar la ejecución de los Kouachi, al norte de París, los especialistas de las BRI, entraron en acción en el supermercado judío donde otro criminal, Amedy Coulibaly, amigo y “colega” de los hermanos Kouachi. A la hora de escribir esta crónica, todavía estaban confusos los contornos precisos de esa acción policial.
Desde el primer momento quedó claro que Amedy Coulibay fue ejecutado con gran rapidez. No estaba claro, definitivamente, si estuvo acompañado durante todo el secuestro de su compañera sentimental, una joven musulmana, que pudo huir horas antes. Tampoco se conocía el número de muertos o heridos de la operación.
La operación de Dammartin-en-Goële fue una operación policial y militar sin connotaciones políticas de ningún tipo. La ejecución “limpia” e implacable de dos criminales peligrosos y fanáticos. La operación de la Puerta de Vincennes, por el contrario, tuvo muchas dimensiones de diversa naturaleza.
Desde el primer momento fue evidente que el secuestro del supermercado de productos judío tenía una fuerte dimensión antisemita. Los criminales que protagonizaron la matanza de Charlie Hebdo deseaban profanar la libertad de prensa, la libertad de pensamiento, con un baño de sangre. El asesino que protagonizó el secuestro de la Puerta de Vincennes deseó dar a su crimen una dimensión racista, antisemita, en las inmediaciones de una escuela judía. Dimensión étnica que precipitó una ola de inquietud en un barrio donde viven muchas familias judías.
En un principio, durante la trágica jornada del jueves, se puso en duda la posible “relación” de las matanzas de Charlie Hebdo y Motrouge, donde el secuestrador del super judío había matado a una policía negra un día antes.
La trágica sucesión de acontecimientos reveló una relación estrecha e inquietante entre el crimen terrorista contra la cultura, el orden y los principios de la vida cívica y el crimen étnico y antisemita.
Los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly se conocieron en prisión. Y fraternizaron en la periferia de París. Los tres pertenecían a una suerte de “banda” que se “entrenaba” muy llamativamente en unos jardines públicos, las Buttes Chaumont, donde hacían “gimnasia militar” y se calentaban los cascos colectivamente con proyectos entre manicomiales, fanáticos y criminales.
La locura criminal pudo prosperar gracias a complicidades mal conocidas pero inquietantes.
Los Kouachi y Coulibaly se “exibieron” con chalecos anti balas, esgrimiendo fusiles de asalto, pistolas automáticas. Se trata de un armamento de tipo militar que se compra y se vende en oscuros “mercados” suburbiales.
Sin embargo, la compra – venta de ese tipo de material también pone en evidencia uno de los puntos capitales de la trágica sucesión de acontecimientos que ha vivido Francia: Por vez primera en la historia, una banda entre fanática, iluminada, criminal y mafiosa, ha sembrado el terror, en la capital, con inquietante impunidad.
EL FANTASMA DE GUERRAS ÉTNICAS, EN LOS SUBURBIOS
El vespertino Le Monde y otros medios han hablado de un 11-S francés. Más allá de las fórmulas periodísticas o publicitarias, las matanzas de Charlie Hebdo y Montrouge han puesto de manifiesto que las semillas del terror están proliferando en los suburbios franceses con una rapidez venenosa, dando frutos podridos que algo tienen en común con el fantasma de “guerras civiles” étnicas, culturales y religiosas, que tienen muchos otros rostros.
Las llamaradas terroristas islámicas de los últimos años, en definitiva, son contemporáneas de la profanación de cementerios, cristianos, judíos y musulmanes, del ataque a bombazos “artesanales” de escuelas judías y musulmanas, de las guerras religiosas entre musulmanes fanáticos y conservadores, de las tensiones étnicas que enfrentan a franceses de diversa formación cultural y religiosa en más de 700 suburbios, en toda Francia.
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