Sevilla, 23 noviembre 2011. Foto JPQ. Ella también se marchaba de Sevilla.

El inmovilismo andaluz quizá permita precisar los límites del “cambio”.

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Los electores andaluces votan muy mayoritariamente al PSOE desde 1982, desde hace treinta y tres años

Ese inmovilismo granítico no ha sacado a los andaluces de la pobreza: con Extremadura, tienen la renta por habitante más baja de España; cuando la tasa de paro andaluza (34 %) sigue siendo una de las más altas del mundo.

En minoría o en coalición, parece bastante probable que el PSOE gobernará en Andalucía otros cuatro años, para alcanzar un récord histórico, excepcional: treinta y siete años de gobierno, casi siempre en solitario.

Insensibles al clientelismo, la corrupción y el inmovilismo, los electores andaluces parecen confirmar el refrán castizo y canónico en materia del más insondable conservadurismo: Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Inmovilismo ultraconservador que coincide con una “salida de la crisis” que necesitaría reformas económicas de cierto calado, no solo en Andalucía, dejando en suspenso graves incertidumbres que pesarán sobre los hombros de una o dos generaciones:

¿Quién pagará la deuda creciente con la que todos los gobiernos (del Estado y las comunidades autónomas) siguen pagando servicios sociales hipotecados?

¿Cuándo comenzará a decrecer una tasa de paro que no puede bajar mucho con el anémico crecimiento previsto para los próximos años?

¿Cuándo podrá reformarse la financiación de un Estado autonómico que tiene un funcionamiento perverso?

¿Es posible imaginar una posible reforma institucional?

Sin dar alguna respuesta vagamente concreta a tales problemas, España “caminará” con rumbo desconocido, hacia ninguna parte, ¿durante otro quinquenio? ¿otra década?

España recoge los frutos de dos generaciones educadas en el desencanto, la pobreza y la corrupción.

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