¿Sabemos a ciencia cierta hacia donde caminamos?
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A lo largo del XIX y las primeras décadas del siglo XX, las elecciones municipales reflejaban el penoso estado de una España vampirizada por el caciquismo y la corrupción, El comportamiento electoral en España, 1875 – 1923.
Galdós y Valle Inclán son los mejores entomólogos de esa España errante hacia ninguna parte, perdida en el sonambulismo descrito por Goya.
Las Elecciones municipales de España de 1931 precipitaron un cambio de régimen.
En 1931, los electores de cuatro grandes familias y un grupúsculo insignificante (monárquicos, republicanos / socialistas, nacionalistas catalanes de izquierdas, nacionalistas vascos y comunistas) precipitaron el hundimiento de la Monarquía y la instauración de la II República.
Las elecciones generales, autonómicas y municipales posteriores a la Constitución de 1978, Elecciones en España, han culminado con un cambio cultural, social y político que comenzó hace cuatro años: El 15-M, en efecto, ha sembrado una realidad, nueva, futura, cuyos frutos vendrán más tarde.
Cambio inconcluso, que comienza con una fragmentación sin precedentes de los equilibrios políticos municipales:
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ABC, 14 junio 2015.
Se trata de una geografía política inédita: España y su nueva geografía política municipal, la más fragmentada desde el siglo XIX.
La balcanización municipal del siglo XIX echaba sus raíces en la corrupción y el caciquismo: la ilusión del “cambio” (¿?) solo era el reflejo de un inmovilismo oceánico y corrupto, donde florecieron la insurrección social y las erupciones políticas volcánicas que precedieron la Guerra civil.
La balcanización municipal de principios del siglo XXI quizá no sea tan traumática. Pero la esperanza o ilusión del cambio reposan en una fragmentación histórica sin precedentes.
Los optimistas pueden pensar que “es posible” gobernar “de otra manera, más justa y eficaz”. Los pesimistas temen que la fragmentación haga mucho más difícil la gestión de los negocios públicos.
Unos y otros comparten la misma ilusión: el “cambio” es “movimiento”. En verdad, solo con el tiempo terminaremos sabiendo si la esperanza y / o el temor al cambio están justificados: en definitiva, la fragmentación política sin precedentes también es el reflejo de una fragmentación social y cultural de la que conocemos el dolor y la incertidumbre, sin tener garantizada eficacia de ningún tipo.
De esa ilusión del movimiento habla Volaverunt, el capricho goyesco.
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