Madrid, ¿Avenida de Miraflores? 19 diciembre 2012. Foto JPQ.
Delirios ¿individuales? ¿colectivos? que hablan de una insondable fractura cultural.
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Fragmentación cultural que se convierte en problema político inmediato cuando concejales o presuntos concejales escriben y difunden a través de las redes sociales cosas de esta índole:
-“¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero”.
-“Yo no puedo aseguraros que por torturar y matar a Gallardón se vaya a cambiar toda esta historia, pero por probar no perderemos nada”.
-“Algún día sacaremos a los republicanos de las fosas y las llenaremos con perras voceras como tú, bastarda”… Madrid y el floreciente mercado del odio criminal.
La dimensión bajamente política, ideológica, del comercio audiovisual con expresiones de esa naturaleza oculta un problema mucho más grave: la conversión de la basura y el odio en armas de ocupación de la escena pública, sonámbula y voluntariamente privada de resortes espirituales, morales, jurídicos e institucionales contra la difusión masiva de ese tipo de podredumbre cancerosa para los seres humanos y para la vida cívica.
Así, la locura y / o los lenguajes del odio quizá no sean exactamente “pretextos” de “control social”, como anunciaba el grafitero cuya obra fotografié hace cinco años. La locura y el odio político quizá sean formas muy eficaces de destrucción de todos los lazos sociales básicos.
Hermann Broch fue uno de los primeros en subrayar las relaciones entre la locura de masas y la destrucción de la vida cívica:
“Crisis crepuscular del Estado democrático. Crisis agonal de una civilización. Industrias de la incomunicación y la manipulación de masas. Destrucción industrial de las antiguas raíces de la identidad humana. Orquestación audiovisual de la nadería desalmada, convertida en pan nuestro de cada día, pudriendo las almas de los vivos y los muertos. Notas para una teoría general de la locura de masas…” La crisis, Hermann Broch y la locura de masas.
“Las oligarquías ideológicas que hoy gobiernan en Caína / Carpetovetonia propagan otras formas de basura y normalización: hacerse el loco no evita la pobreza ni la miseria, el abandono último en las esquinas donde no siempre se recoge la basura…” Hermann Broch y la locura de masas, en Madrid.
Hola, Quiñonero.
Sospecho que el primer paso es preguntarnos tú y yo y todos los que tenemos alguna responsabilidad «cultural» por nuestras culpas por acción y omisión. Toca salvar a todos los que se pueda y todo lo que sea posible. Preguntarse: «¿qué he hecho mal?», «¿qué he dejado de hacer?», «¿qué debo hacer?».
Entre los salvables se encuentra casi toda la clase política, la que estaba y los recién llegados, dedicados a todo menos a estudiar y pensar…
Un saludo.
Antonio,
Planteas una muy buena pregunta. Quizá la pregunta esencial. Por mi parte, llevo años, qué digo, décadas, diciendo y repitiendo, en vano, que los lenguajes del odio destruyen la amenazada e invisible arquitectura espiritual de España. JRJ decía -hace un siglo corto- que nuestra tarea esencial debiera ser la reconstrucción de la arquitectura espiritual de España. El concepto es suyo. A mi modo de ver, el lenguaje del odio de una parte trágica de la Picaresca -ética y estética hampescas- contribuyó a destruir España, hace siglos. Esa es la tesis central de mi libro De la inexistencia de España…
Q.-
PS. Debieran saltar a la vista el cordón umbilical que une la ética y estética hampesca de la Picaresca con una parte más que importante de nuestra literatura, por no hablar de sus penúltimas variantes «humorísticas».