Galería Darthea Speyer, rue Jacques-Callot, 5 julio 2016. Autorretrato homenaje al Avedon de In Memory of the Late Mr. and Mrs. Comfort: A Fable… Avedon, el amor, la gloria, la moda, la muerte.
“Érase una vez… Dark Lady”.
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“Tras una noche de intranquilos sueños, se despertaba sobresaltado para caer en el mar sin fondo del dolor y la incertidumbre, cuando los claros del día tocaban sus ojos con el albo matinal. Y se asía sin esperanza a la rama cortada de la fugitiva voluptuosidad que se alejaba vertiginosamente, para intentar preservar ─por unos instantes─ los últimos reverberos de la impenetrable oscuridad estrellada donde había sido abandonado. La luz desvanecería muy pronto las últimas brumas nocturnas. Al abrir los ojos volvería a apagarse la linterna mágica donde moraban los seres invisibles cuya gracia ─llegada su hora─ quizá le fuera indispensable para vestir el paisaje con todos los colores del arco iris.»
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«Por aquellos años, el objetivo de 50 mm. de su Leica III solo le permitía captar primeros planos de seres queridos que iban y venían sin destino conocido, antes de perderse en la oscuridad sin retorno, la tumba donde yacían, quizá, los restos de aquellas sombras errantes en la linterna mágica de su ilusión. Incluso había podido fijar con precisión la panorámica inmensa de los campos de cereales que se contemplaban desde la ventana enrejada de su celda ─sin poder alcanzar la silueta de una diminuta iglesia, perdida en la lejanía del horizonte─, ilustrando la armoniosa arquitectura celeste de la creación. Pero aún no poseía los objetivos ni la película que hubieran sido necesarios para captar el movimiento fatal de la vida, mientras contemplaba el paisaje familiar de los antiguos barracones de los campos de concentración de apátridas, desterrados, prófugos, perseguidos, familias y niños judíos ─en las afueras de Pithiviers y Beaune-la-Rolande─, convertidos, con el paso del tiempo, cuando creyera despertarse de una pesadilla atroz, en hangares de aperos y máquinas construidas en serie para la explotación industrial de la tierra, nutrida con abonos transportados en vagones de ganado marcados con estrellas amarillo mostaza…» Dark Lady.
Ese origen último de mi relación con la fotografía tiene muchas raíces íntimas, cómo dudarlo:
-Una fotografía, con mi abuelo Pedro, en Barcelona, en la Avenida de la Reina María Cristina, ca. 1951.
-Una fotografía con mi madre, en Barcelona, así mismo, quizá el mismo año, a la salida del difunto Cine Cataluña.
-Una foto con mi padre, en la escalera de entrada de la casa de mi tía Teresa, en Saint-Etienne.
Imágenes, instantáneas, cuyo sentido último se me escapó, durante toda mi vida. Hasta que, al fin, un oscuro azar fue desvelándome los caminos y misterios que esas fotografías iluminan.
Ahí están mis abuelos Pedro y Encarna, en la puerta de La Tercena, mi Casa User.
Creí que el azar nos llevó a mi madre y a mi al Cine Cataluña, donde descubrí la historia de Bambi. Ahora se que, en verdad, mi madre podía guardar de aquel cine otros recuerdos íntimos, de los que nunca me habló y unos desconocidos me ayudan a reconstruir, tantos años más tarde:
“Fue en plena Guerra Civil cuando el sindicato anarquista de la CNT colectivizó y controló todo el sistema de espectáculos de la ciudad. La Socializacion del Espectáculo, como ellos mismos definieron el proceso, sirvió para confiscar todos los cines, teatros y productoras de la ciudad para hacerlas funcionar bajo un sistema anarco-sindicalista. [ .. ] El Vergara que ni siquiera había podido entrar en funcionamiento se convirtió en Cine Ascaso en honor de Francisco Ascaso, el lider anarquista aragonés fallecido en el asalto al Cuartel de Atarazanas de Barcelona (Drassanes) en las primeras horas del levantamiento militar del ejercito que derivarían en el estallido de la guerra civil.”
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“El comandante López Amor dio la orden de pedir la documentación a los civiles, en su mayoría cenetistas, pero ante la imposibilidad de detenerlos a todos decidió expulsarlos del lugar, y situar ametralladoras en cuatro puntos opuestos de la plaza: en la azotea de la Maison Dorée (en la esquina con Rivadeneira, en parte del solar ahora ocupado por Sfera), en el terrado del Cine Cataluña (aproximadamente donde ahora está Habitat), en el Hotel Colón (ahora edificio vendido de Banesto, lúdica y gozosamente ocupado por grupos antisistema del 25 al 29-9-2010), en el Casino Militar (hoy engullido por El Corte Inglés), y las dos pequeñas piezas del 7,5 en el centro de la plaza Cataluña…” La insurrección obrera del 19 y 20 de julio de 1936 en Barcelona.
Agustí Centelles fotografió algunas de esas escenas y personajes, anónimos en su inmensa mayoría, entre la Rambla y la Plaza de Cataluña, a dos pasos del cine donde yo terminé tropezándome con un fumador empedernido que me recordó a mi abuelo: “Casi fue ayer. Mi madre y yo salíamos de ver Bambi, en aquel cine. Ella era joven y muy guapa. Un fotógrafo callejero nos hizo una foto. El niño que fui no sabe hoy si reconoce a su abuelo, a aquel fotógrafo, o a un compañero de juegos, en la plaza de la Universidad.”
A dos pasos de la misma plaza donde rendí homenaje a Weegee, por vez primera, sin saber lo que hacía: Homenaje a Weegee.
Tampoco sabía, cuando recordé por vez primera la foto con mi padre, en Saint-Etienne, que comenzaba entonces el camino de un destierro sin fin que ha terminado confundiéndose con una cierta manera de practicar el periodismo y la fotografía: El ‘flâneur’, el cazador furtivo, el ‘Waldgänger’ y la fotografía de Quiñonero.
Imágenes, fotografías, instantáneas, de una infancia feliz, la mía, que han permanecido intactas en la bóveda celeste de mi memoria, mi conciencia, como estrellas de una constelación que solo descubriría mucho más tarde, cuando, roturando la tierra que terminaría siendo mi obra literaria, advertí que algunas palabras, como talismanes, abrían la gruta del tesoro de Alí Baba, mi tesoro íntimo, donde alguien había guardado por mí esas fotografías.
Mercè Ibarz me recordó en su día un viejo poema de Vladimir Nabokov, escrito en Binz en 1927, traducido al inglés por su autor con el título de The Snaspost, que yo leí en la segunda edición neoyorquina (1972) de Poems and Problems (1969). Ese poema de Nabokov -al que rendí homenaje en mis Escritos de VN– describe con cierta precisión la experiencia íntima del narrador de mi Dark Lady. Así, las palabras desentierran piedras preciosas, fotografías, instantáneas, de un tiempo pasado que permanece intacto, invicto; como el fotógrafo persigue a toda hora las fugitivas imágenes que, en la cámara oscura de su ilusión, me recuerdan a Plotino ordenando sus cosas íntimas, preparando su viaje último, presto a reunirse, cuando llegue su hora, con las estrellas que guiaron su vida según cuenta Filón de Alejandría.
Tarea íntima que también tiene mucho de ironía y sarcasmo. El niño que fui se distrae haciendo muecas ante un escaparate, y fotografiando impertinencias, que también son homenajes.
De ahí este Autorretrato homenaje al Avedon de In Memory of the Late Mr. and Mrs. Comfort: A Fable… Avedon, el amor, la gloria, la moda, la muerte.
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The Snapshot
Vladimir Nabokov
Upon the beach at violet-blue noon,
in a vacational Elysium
a striped bather took
a picture of his happy family.
And very still stood his small naked boy,
and his wife smiled,
in ardent light, in sandy bliss
plunged as in silver.
An by the striped man
directed at the sunny sand
blinked with a click of its black eyelid
the camera’s ocellus.
That bit of film imprinted
all it could catch,
the stirless child, his radiant mother,
and a toy pail and two beach spades,
and some way off a bank of sand,
and I, the accidental spy,
I in the background have been also taken.
Next winter, in an unknown house,
grandmother will be shown an album,
and in that album there will be a snapshot,
and in that snapshot I shall be.
My likeness among strangers,
one of my August days,
my shade they never noticed,
my shade they stole in vain.
Binz, 1927 (Poema escrito en ruso y traducido al inglés por el propio VN en Poems and Problems).
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La instantánea
En la playa, a la luz violeta del mediodía,
en este Edén de vacaciones
un bañista con traje a rayas
tomó una foto de su familia feliz.
Inmóvil, su niño desnudo
y su mujer sonriente
bajo el sol deslumbrante, sumergidos
en una felicidad arenosa, plateada.
Sujeto contra el hombre de rayas
apuntando a la arena brillante
con un clic de su párpado negro
el objetivo guiñó el ojo.
La pequena tira de película captó
todo lo que puede englobar
el niño inmóvil.
La madre radiante.
Un cubo y dos palas de juguete
a lo lejos, un montón de arena
y yo, el espía imprevisto,
también yo, detrás, estaba ahí.
En invierno, en una casa desconocida
mostrarán el álbum a la abuela.
En el álbum habrá una foto
y yo estaré en ella.
Mi retrato entre extraños,
uno de mis días de agosto,
mi sombra que nunca vieron,
mi sombra que me robaron en vano.
Traducción de Laura Collet Teixidó
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Irene says
Bella síntesis, poética, de vida, memoria, amor, literatura, periodismo y fotografía. El Maresme te sienta bien, Q.
Javier says
Bella, no sé, pero un poco fúnebre, sí, aunque con algo de dulzor o de picante (ese polo). De Caína a la Canina. Con dos Quiñone(ro)s. ¡Feliz verano!
JP Quiñonero says
Javier, Irene…
Javier,
Feliz verano para ti, también, claro. «Que dos quiñones son pocos..» decía un poema satírico contemporáneo de El Pirata. Qué quieres, locuras.
Irene,
Ah… » memoria, amor, literatura, periodismo y fotografía..» Correré un tupido velo de gratitud y pudor, oye.
Q.-
Laura says
La foto… Pues vaya. Es en el texto y los links donde descubro cosas que ya, ya.:.
JP Quiñonero says
Laura,
Me reconozco en tus matices. El autorretrato no deja de ser un «pretexto» para el tostonazo escrito, un horror, vamos,
Q.-