Place des Pyramides, 1 mayo 2011. Foto JPQ.
“Decíamos ayer…” La extrema derecha de Le Pen amenaza el modelo político francés.
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En esas estamos…
A ocho meses de la primera vuelta de la próxima elección presidencial, Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional (FN, extrema derecha), es la gran beneficiaria de los enfrentamientos fratricidas de las derechas y la crisis global de las izquierdas, en una Francia empantanada, con una influencia declinante en Europa.
Los últimos sondeos confirman que la candidata a presidenta de la extrema derecha sigue siendo la gran favorita de la primera vuelta presidencial, a finales del próximo mes de abril, con un 30 % de intenciones de voto, con varios puntos de ventaja sobre todos los candidatos de izquierda o derecha.
A la derecha, Nicolas Sarkozy, ex presidente, Alain Juppé, ex primer ministro, François Fillon, ex primer ministro, y Bruno Le Maire, ex ministro de agricultura, compiten por el liderazgo de la derecha y la candidatura conservadora, en unas elecciones primarias que son una primicia histórica en la historia del conservadurismo francés.
Juppé es el candidato mejor cotizado en los sondeos de las primarias de finales de noviembre, seguido de cerca por Nicolas Sarkozy. Fillon y Le Maire son buenos “figurantes”, sin posibilidades de ser elegidos candidatos de Los Republicanos (LR), el partido conservador.
La campaña de las primarias conservadoras ha comenzado en un tono agrio, agresivo y fratricida. Sarkozy dispara a gritos contra todo el mundo, a paso de carga, sable en ristre. Amenazado su liderazgo, el ex presidente piensa “reconstruir” su decreciente capital electoral haciendo una campaña ultra dinámica y feroz, violenta contra Hollande y las izquierdas, cruda contra sus rivales conservadores.
Antiguo primer ministro de Jacques Chirac, antiguo conservador “enérgico” que siguió con entusiasmo las campañas victoriosas de Margaret Theatcher, Juppé se ha “recentrado” y aspira a encarnar el “conservadurismo tranquilo” de una Francia “feliz consigo misma, satisfecha de su unidad y su diversidad”.
Consciente que tiene el futuro a sus espaldas, Fillon, antiguo primer ministro de Sarkozy, tira con mira telescópica contra la cabeza de su ex presidente, con rara ferocidad. Consciente que su carrera presidencial está comenzado, Le Maire pide sin prisa pero sin pausa una “renovación generacional”, que es una manera tradicional de decir: “Dejad paso, vejetes fracasados”.
A la izquierda, el PS es víctima de una histórica crisis de identidad, dividido, fragmentado en capillas que se odian a primera sangre política, víctima del fracaso aparente del mandato presidencial de François Hollande, instalado en el podio del presidente más impopular de la V República.
El PS prometió unas elecciones primarias “para toda la izquierda”. Pero nadie sabe si el presidente Hollande aceptará participar en tales primarias. Si Hollande aceptase presentarse en unas primarias socialistas, varios sondeos afirman que el presidente pudiera ser derrotado por Arnaud de Montebourg, ex ministro de economía, un nacionalista de izquierdas, tribuno populista, que aspira a encarnar “otra izquierda, auténtica”.
Por su parte, la burocracia interna del PS presiona a Hollande, pidiendo que vuelva a presentarse. La guardia pretoriana del presidente afirma a quien quiere oírla que Hollande “dirá algo” el próximo día 8.
Si Hollande decidiese no presentarse, Manuel Valls, primer ministro, pudiera sentir la tentación de presentar su candidatura, en unas condiciones todavía muy equívocas. Emmanuel Macron, ex ministro de economía, ha “robado” a Valls la franja electoral del “social liberalismo” y aspira a convertirse en la gran revelación de centro izquierda de las próximas presidenciales.
A la izquierda, todavía se presentarán candidatos ecologistas y de extrema izquierda, más o menos populistas, con un enemigo íntimo en común: François Hollande, encarnación de las peores traiciones de un socialismo ideológicamente desguazado, derrotado por la derecha y la extrema derecha en todas las elecciones locales, municipales, regionales y europeas que se han sucedido desde la elección de Hollande, el mes de mayo de 2012.
Ante las divisiones cainitas de las derechas y la fragmentación suicida de las izquierdas, la primera vuelta de la próxima elección presidencial se presenta como un bulevar triunfante para Marine Le Men, que pesca en las aguas turbias de todos los ríos revueltos.
A la derecha, Marine Le Pen tira con lanza granadas contra la cabeza política de Sarkozy y Juppé: “Uno, traicionó a Francia, aliándose con el Rey de Arabia Saudita. El otro es un blandengue multicultural”. Hollande está tan hundido que Marine Le Pen prefiere tirar contra la ambulancia general de las izquierdas: “Han hundido Francia”.
Entre el 30 y el 35 por ciento de los obreros franceses votan a la extrema derecha desde hace más de una década. El FN cultiva ese campo electoral con un populismo agresivo contra Europa: “Hay que sacar a Francia de la UE para poder volver a reconstruir nuestra patria”. Inmigración, inseguridad, terrorismo… son terrenos ideales para el populismo de extrema derecha, metiendo en el mismo “paquete” a Hollande, Sarkozy y Europa.
Los mismos sondeos que anuncian la victoria de Marine Le Pen en la primera vuelta presidencial, anuncian su derrota en la segunda y definitiva. Con matices. Si volviese a repetirse un duelo Hollande – Sarkozy, Marine Le Pen podría eliminar a Sarkozy en la primera vuelta. Ante un duelo de Juppé con cualquier candidato socialista, Marine Le Pen podría eliminar al candidato de la izquierda, para enfrentarse al candidato conservador en en la segunda vuelta.
Esas maniobras táctica y estratégicas van a dominar el paisaje político francés durante los próximos meses.
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