Madrid, calle de Alcalá, 28 mayo 2016. Foto JPQ.
Abro la prensa de la mañana y reconozco a todos los personajes de aquella primavera…
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“… En definitiva, a la espera del bienestar y la paz que tardaban en llegar, tras la muerte del dictador, por las calles, avenidas, plazas y arrabales de aquella Babilonia de naciones no bien avenidas corría con frecuencia un viento frío que calaba hasta los huesos de las gentes más humildes, dispuestas a creer que un día tendría fin el hechizo que había encantado sus vidas y almas muertas.
“La Sibila mediterránea tenía por tierras de la meseta cainita mucha y endemoniada competencia oracular. Desde tiempo inmemorial erraban por aquellos esquilmados páramos bulderos y rufianes, disfrazados de clérigos y oficiales del santo oficio, en busca de sus víctimas, lisiando a palos y mordiscos a incontables mendigos, tullidos de cuerpo y con el alma atormentada, con el único fin de satisfacer la rapacidad de sus cofradías crapulosas. Entre tantos otros, Alberto Cleón pertenecía a una vieja estirpe de falsos predicadores iluminados, y sabía a quien se dirigía con su lengua viperina, anunciando el fin de los tiempos, razonando a garrotazos, con su pata de palo, como caerían las cabezas cuando llegasen los suyos, sus amaestradas turbas de íncubos navajeros, disfrazados de apóstoles filantrópicos para mejor seducir a los jóvenes ángeles caídos en el lodazal de las tertulias radiofónicas. Avezados en la diaria escucha de conjuros, maldiciones y profecías venales, los comerciantes y revendedores de palabras, los propietarios de periódicos y emisoras de radio, fueron los primeros en comprender el valor inapreciable de un profeta de feria de tal especie, con una voz asesina como la de Cleón: la tartamudez del cojo trabucaire tenía un altísimo precio, que era imprescindible pagar, con urgencia, para caer del lado de los vencedores y medrar cuando llegase su hora, muy próxima…” Una primavera atroz.
Caína, cultura, política y corrupción de la moral cívica.
Caína y su Corte de los milagros.
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