Don Quijote de Orson Welles / Don Quixote (unfinished film).
Imprescindibles para sobrevivir
“¡Por Dulcinea..!”
“… solo ese oscuro misterio podrá salvar a los proscritos que emprenden la campaña definitiva donde deberá decidirse la suerte de los últimos hombres libres…”.
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Tan extrañas apariciones confirmaban a Rodrigo en la urgencia de una batalla que devolviese a su patria sus dominios perdidos. Tan triste era para su atormentado corazón contemplar el espectáculo de sus campos despoblados y sus bosques desaparecidos, habitados, ahora, por extraños artilugios mecánicos, espantando, con su horrible ruido, a los últimos y amenazados supervivientes de un mundo desaparecido.
Rodrigo no podía aceptar la desaparición del jazminero que le descubrió el misterio de los perfumes, con su despertar del mundo, siendo niño, y alguien había arrancado de cuajo. Y creía que, en ruinas, perdida en el fondo de la laguna, la antigua iglesia de su pueblo era todavía rescatable para la vida, porque él anhelaba escuchar las campanas tañendo a maitines.
Como un perro vagabundo y sin amo, proseguía el camino del calvario de su resurrección, para descubrir, en cada encrucijada, nuevos e inquietantes signos y presagios.
No lejos de donde, en otro tiempo, pudo alzarse una posada, con un pozo, o una fuente, el tufo a gasolina quemada le anunciaba el inquietante tropel de los vehículos estacionados; y el parpadeo intermitente de las luces de neón, el bramido sordo de la carretera, le enviaban incomprensibles mensajes sonámbulos. De su adolescencia guardaba en la memoria el agrio perfume de las espadas manchadas de sangre; y sus ojos no olvidaban la oscura estela del humo y las cenizas del campo de batalla y el saqueo de las ciudades enemigas. Pero el perfume que ahora descubría en la carretera era mucho más torvo e irrespirable; era más siniestro el bramido de los automóviles corriendo hacia el cementerio público, con la alegría suicida de los pobres de misericordia devorando sus harapos íntimos. Esos desdichados se prendían fuego, ellos mismos, con gasolina, Como suicidas anónimos, para contemplar el espectáculo sombrío que la radio y la televisión retransmitían y filmaban en directo, con sus cuerpos en llamas… El caballero, la muñeca y el tesoro.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero 3.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero 2.
Los caballeros inexistentes de Calvino y Quiñonero.
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