E & B Macron. Palacio del Elíseo, 14 mayo 2017. Imagen BFMTV, editada por JPQ.
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Instalado oficialmente en el Elíseo como presidente de la República, Emmanuel Macron anunció solemnemente su proyecto de ruptura nacional “con varias décadas de pesimismo y miedo a la decadencia”, proponiendo un “cambio histórico”, en nombre de un optimismo confiado en la restauración de la esperanza a través de la “liberación” de la economía y la “confianza” en la educación como primer recurso de “emancipación y creación de riqueza”.
Tras recibir de François Hollande, presidente saliente, los códigos del arsenal nuclear estratégico, y ser ungido con el Gran collar de la Legión de Honor, el jefe del Estado pronunció el gran discurso programático de su presidencia ante todas las autoridades religiosas, políticas y militares de la nación, con un análisis de fondo sobre la más sombría historia reciente de Francia:
“Francia duda de si misma desde hace décadas, sintiéndose amenazada en su cultura, su modelo social y sus creencias profundas. De ahí que mi mandato estará guiado por dos exigencias: Primero, devolver a los franceses la confianza en si mismos. Segundo, devolver a Francia su vigor, liberar el trabajo, apoyar a las empresas, estimular todas las iniciativas”.
El presidente Macron es muy consciente de la insondable gravedad de la “enfermedad espiritual” que amenaza parcialmente la identidad nacional. Pero interpreta su elección como una “manifestación de confianza” entre el búnker ultra nacionalista (“el repliegue en un pasado ilusorio”) y la sociedad abierta, Europa y las relaciones trasatlánticas: “Ante la alternativa de romper con la marcha del mundo y salir de la escena de la historia, cediendo a la desconfianza democrática, los franceses han preferido darse colectivamente un nuevo impulso, reafirmando su fe en los valores que hicieron nuestra grandeza”.
Creyendo encarnar tal ambición colectiva, Macron reafirmó los fundamentos de su proyecto presidencial: “Todo se hará para reforzar la solidaridad nacional, reinventarla y fortificarla”. “La cultura y la educación estarán en el corazón de mi acción, como motores de la emancipación y la prosperidad”. “La Europa que todos necesitamos será refundada y relanzada: Europa nos protege y nos permite llevar nuestros valores al resto del mundo”.
Rompiendo una vieja tradición cainita de casi todos sus antecesores, comenzando por François Hollande, que se negó a citar “nada bueno” en la presidencia de su antecesor, Nicolas Sarkozy, Emmanuel Macron rindió homenaje a todos sus antecesores en la jefatura del Estado de la V República:
“El general de Gaulle restauró el rango de Francia en el concierto mundial de las naciones”.
“Georges Pompidou hizo de nuestro país una gran potencia industrial”.
“Valery Giscard d’Estaing hizo entrar a Francia y su sociedad en la modernidad”.
“François Mitterrand reconcilió el sueño francés con el sueño europeo”.
“Jacques Chirac supo decir no a las aventuras militaristas de algunos aliados”.
“Nicolas Sarkozy puso toda su energía en resolver una crisis financiera mundial”.
“François Hollande fue un gran precursor firmando en París un acuerdo mundial sobre el clima”.
Quizá por vez primera en la historia de la V República, un presidente electo hace un balance muy ecuménico de la herencia y el legado de todos sus predecesores.
Sentados los fundamentos de su presidencia, Macron decidió multiplicar los signos y mensajes de alcance eminentemente conservador.
Su primer desfile personal, por los Campos Elíseos, camino del Arco del Triunfo y la Tumba del soldado desconocido, lo realizó en un vehículo militar, en señal de “respeto” hacia los ejércitos, a los que volvió a rendir homenaje con una visita personal a varios soldados heridos en operaciones militares exteriores.
Mientras el ex presidente Hollande celebraba su salida del Elíseo en un restaurante tunecino, con un menú de “cuscús de la casa” (a 25 euros), el presidente electo reunió en el Elíseo a su familia e íntimos con una comida informal “de homenaje a los vinos y cultura gastronómica nacional”.
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