Instalado en el púlpito del absolutismo pos moderno, Macron dejó a su primer ministro todas las cuestiones que “molestan”:
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Le Figaro, 4 julio 2017. Congrès de Versailles : Macron évite les sujets qui fâchent.
El presidente “jupiterino” (Liberation dixit) evitó entrar en el detalle de algunas de sus promesas electorales:
-Realizar 60.000 millones de euros de economías / recortes.
-Suprimir 120.000 puestos de funcionarios.
-Lanzar 50.000 millones de inversiones públicas.
-Reformar el mercado del trabajo… Macron planteará un referéndum si sus reformas no avanzan en un año.
Instalado en el púlpito canónico de la razón y la mística del Estado absoluto, el palacio de Versalles, el primer discurso solemne del presidente Macron ante el Congreso de la Nación, fue una síntesis de todas las tradiciones patrióticas francesas, de Luis XIV a de Gaulle, pasando por Napoleón y Giscard.
A las ocho semanas de ser elegido presidente, Macron convocó el Congreso (la Asamblea nacional y el Senado, juntos) en el Palacio de Versalles, símbolo canónico del Antiguo Régimen monárquico, anterior a la Revolución de 1789 / 93.
Nota agridulce: los autobuses oficiales que trasladaron a los diputados y senadores estaban “decorados” con una publicidad del parque zoológico de Vincennes.
Instalado en el pedestal del presidente “jupiterino” Macron tomó la palabra en el tono místico e imperial del joven Bonaparte, convencido que Europa y el mundo están descubriendo que César y Alejandro “tienen un sucesor” (Stendhal hablando de Napoleón, en la primera frase de La cartuja de Parma), afirmando que ha recibido el “mandato” de consumar una “revolución”. Como ya es tradicional, en todos sus discursos oficiales, desde su elección, el presidente subrayó su condición de comandante en jefe de los ejércitos.
En el tono místico-profético del general de Gaulle, antes de conquistar el poder supremo, a paso de carga, el presidente Macron subrayó que “el amor a la patria” es la “fuerza espiritual” que sirve de matriz a “la unidad de la nación” y su propio “proyecto reformador”.
Como de Gaulle, Macron se considera así mismo “de izquierdas y de derechas”, capaz de “reunir” a “los mejores de la izquierda, la derecha, el centro y la sociedad civil”. Ecumenismo que pasa por su liderazgo absoluto, total, sin fisuras.
Como Valery Giscard d’Estaing, Macron estima que Europa es el primero de los grandes objetivos estratégicos de Francia. Mucho más que un “supermercado”, una “patria común”, construida a imagen y semejanza de una Francia llamada a servir de “matriz” de un proyecto político continental.
La ambición europea es un proyecto francés desde Luis XIV. Voltaire escribió un ensayo célebre, El siglo de Luis XIV, que es una suerte de proyecto de “construcción de Europa” a través de las alianzas del monarca absoluto francés.
Napoleón intentó un proyecto de “unión europea” a través de la aventura imperial de sus ejércitos. De Gaulle reorientó con mano de hierro las primeras tentaciones “federalistas” de la Comunidad Económica Europea (CEE). Giscard, con Helmut Schmidt, estuvo en el origen del Sistema Monetario Europeo (SME) y la elección del Parlamento europeo a través del sufragio universal.
Emmanuel Macron se inscribe en esa línea patriótica y europea, a un tiempo. A su modo de ver, la construcción política de Europa “está en crisis”. Y está convencido que la UE necesita de la “inspiración francesa” para salir de su estancamiento, siempre que Berlin y el resto de los aliados consideren que Paris, al fin, es capaz de cumplir los compromisos del Pacto fiscal europeo, entre otras promesas jamás cumplidas, desde hace cuarenta años.
Macron, presidente hiperpotente, monarca absoluto.
Macron, absolutismo posmoderno.
Macron y el macronismo comenzaron siendo un producto glamour chic.
Parisina tatuada, insensible a Macron.
txema says
«El Estado soy yo » proclamo un frances hace siglos, pero parece que sigue siendo actualidad.
bon chance pouir la France
JP Quiñonero says
Txema,
Si… esa cosa casi mística, entre el Monarca Absoluto, el Estado, Francia y la biblia… tiene su grandeza, claro. Y temo que no sea de recibo para quienes tenemos una visión menos mesiánica de casi todo. Pero, bueno, a los franceses les va esa marcha…
Q.-