Caldetes, 18 agosto 2017. Foto JPQ. Joven catalana reflexionando sobre su futuro, el verano del 17-A y el 1-O en el mercadillo de Caldetes.

“Quería hablar de Ishiguro, pero tengo la cabeza secuestrada”:

[ .. ]

Tina Vallès, Twitter, 13 octubre 2017.

“Jo volia parlar d’Ishiguro però tinc el cap segrestat” …

“Nosaltres els emboirats” [ .. ] “Massa temps tancats dins d’un parèntesi ens pot passar factura.”

Segrestar: secuestrar, raptar, abducir, coger, pescar.

Emboirar: Omplir o cobrir de boira. Ofuscar (l’enteniment o l’esperit), torbar.

Boira: Niebla, bruma.

Emboirat: Nublado, nebuloso, encapotado, abrumado, embrumado, ofuscado.

Ofuscar: Deslumbrar, turbar la vida. Oscurecer y hacer sombra. Transtornar, conturbar o confundir las ideas, alucinar.

Las negritas son mías.

Nosotros ¿los ofuscados? ¿los embrumados? … los hombres y mujeres, en cualquier caso, que caminan / navegan por un tiempo de niebla, bruma, encapotado, confuso, de palmaria y amarga incertidumbre.

Consecuencia, en cierta medida, la niebla, el ofuscamiento, del uso antagónico e impreciso, en el ejercicio cívico de cada día, de palabras esenciales, “libertad”, “democracia”, “pueblo”. Peor, víctimas, en bastante medida, del uso político esquizofrénico de tales palabras: pienso una cosa, digo otra y hago una tercera.

Rajoy quizá tiene incontables defectos: pero se le entiende todo, o casi todo. Tiene un garrote en la mano. En la escena política catalana, el “emboiramiento” (sic) comenzó con el comportamiento esquizofrénico de Artur Mas. ¿Entienden todos los catalanes lo que dice Puigdemont? ¿Sabe él mismo lo que dirá dentro de unas horas?

Comportamiento parcialmente esquizofrénico que tiene hondísimas raíces históricas, culturales, que Agustí Calvet, Gaziel, describió de este modo:

“El sino político do la tierra catalana, desde que España se constituyó en unidad nacional a fines del siglo XV, ha sido constantemente un sino protestatario. Mal avenida con el uniformismo creciente del Estado español, que desconocía y olvidaba la personalidad catalana, Cataluña ha vivido, políticamente hablando, en un estado de malhumor y enfurruñamiento constantes: unas veces, la mayor parte del tiempo, dormitando acurrucada al margen de la vida pública, replegada en sí misma, bajo apariencias de ser un satélite más -un opaco y moroso satélite- en el sistema de gravitación centralista española (a la moda francesa); y otras veces, de pronto, dando unos bruscos estallidos anárquicos, que nunca, ni remotamente, le resolvían nada a ella, pero tan fuertes, de una realidad tan brutal, que bastaban para hacer tambalear a España entera. Pasadas estas convulsiones, volvía siempre el aparente sopor. Cataluña viene siendo, desde hace cuatro siglos, la epiléptica de España…” Gaziel, ¿Una nueva Cataluña? La Vanguardia, viernes, 28 febrero 1930, página 7.

Las negritas son mías.

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La nueva edición de mi libro De la inexistencia de España, con prólogo de Jordi Amat, estará en librerías el próximo otoño y comienza con esta frase: ¿Cuál es el origen último de la más grave de las crisis seculares de España?

Caína.
Una temporada en el infierno.
Cataluña.
España.