Le Monde lo cuenta así:
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Le Monde, 12 / 13 mayo 2020. La colère sociale couve sous le virus. La crise économique annoncée va renforcer les tensions déjà fortes depuis le mouvement des “gilets jaunes”. LFI et le RN veulent profiter du mécontentement. Les deux partis se disputent le titre de représentant le plus légitime de la colère, avec des stratégies diérentes.
Mi punto de vista no es muy distinto:
El coronavirus está cuarteando el paisaje político francés. Emmanuel Macron ha caído en un hoyo amenazante. El presidente y su primer ministro chocan varias veces por semana. Varios ministros están tocados del ala. Socialistas y comunistas están por los suelos. Solo “progresan” en griterío extrema izquierda y extrema derecha populistas.
Según el último sondeo de Paris Match, el 59 % por ciento de los franceses desaprueban la acción personal del presidente de la República, que solo es apoyada “completamente” por un 9 % de franceses. Un 31 % de indecisos subrayan la fragmentación social ante la crisis.
El último sondeo de Le Monde refleja la misma “balcanización”: un 42 % de franceses están “muy insatisfechos” de Macron, que solo “satisface” al 24 % de los franceses, con un 34 % de indecisos.
Macron se cotizó mal o muy mal durante la crisis de los “chalecos amarillos”, entre el invierno del 2018 y todo el 2019. La gestión de la crisis del coronavirus, desde el mes de febrero pasado, ha terminado instalándolo en un hoyo negro políticamente peligroso, cuando su Gobierno y su mayoría parlamentaria hacen aguas (turbias).
Entre y 25 y 50 diputados, de un grupo de 291, están estudiando “romper amistosamente” con el partido de Macron, La República En Marcha (LREM), para crear un grupo parlamentario propio. Si esa ruptura se consumase, como consideran posible Le Monde y Le Figaro, Macron perdería la mayoría parlamentaria absoluta, con unas consecuencias imprevisibles.
Macron tiene una ventaja importante: la oposición política está hundida y muy dividida, también. Los Republicanos (LR, derecha tradicional), con 98 diputados, los 26 diputados socialistas y los 16 diputados comunistas y aliados, no tienen fuerza para provocar una moción de censura. La extrema izquierda (17 diputados) y la extrema derecha (8 diputados) tampoco “suman” gran cosa.
Solo ante el peligro, la crisis, la pandemia y la angustia nacional, Macron, sus diputados, Gobierno y portavoces sufren un desgaste patético, previsiblemente prolongado.
Sibeth Ndiaye, francesa nacida en Senegal, portavoz oficial del presidente, se ha convertido en un personaje de guiñol audiovisual, célebre por sus “lapsus” y meteduras de pata.
Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación, fue, durante muchos meses, uno de los políticos más populares de Francia. Ha caído en desgracia, víctima de un rosario de anuncios fallidos sobre la vuelta al colegio.
Varios colectivos han comenzado a estudiar la presentación de querellas contra el Gobierno y algunos ministros, considerándose víctimas de la gestión política de la crisis. La Justicia también está empantanada, por ahora, pero se temen un rosario de querellas potencialmente críticas.
En la cúspide del Estado, las relaciones personales entre el presidente y su primer ministro, Édouard Philippe, han caído en una tela de araña de diferencias, incomprensiones y enfrentamientos soterrados. Históricamente, en el régimen de la V República, el jefe de Gobierno y primer ministro ha sido siempre un “fusible” que el jefe del Estado utiliza para protegerse. La gestión de la crisis del coronavirus ha provocado enfrentamientos que han disparado todas las alarmas.
Emmanuel Macron ha reconocido “diferencias” con Philippe, pero considera “indecente” la “musiquilla” de los medios de comunicación, escritos y audiovisuales, informando y comentando los “equilibrios inestables” entre el presidente y el jefe de Gobierno.
Equilibrios que la opinión pública percibe con inquietud y reserva. Las maniobras, meteduras de pata, confusiones, anuncios y desmentidos, “matizaciones” permanentes, solo agravan la incertidumbre pública, cuando el fantasma amenazante de la crisis económica y las tensiones sindicales agravan la angustia cívica mal contenida.
Ante ese paisaje de ruinas políticas, Macron tiene la suerte de estar solo, ante un ejército de fantasmas.
El socialismo francés está hundido, invisible e inaudible, sin programa, sin líderes, sin eco. El PCF vive en un gueto de insignificancia liliputiense. La derecha tradicional sigue huérfana de Nicolas Sarkozy, dividida entre aspirantes todavía invisibles al liderazgo.
Solo Jean-Luc Mélenchon, extrema izquierda populista, y Marine Le Pen, extrema derecha populista, consiguen hacerse oír, a gritos.
Semanas antes del estallido de la crisis del coronavirus, Mélenchon fue condenado a tres meses de cárcel con remisión de pena por los delitos de rebelión y provocación. Arrastrando esas cacerolas, el líder de La Francia Insumisa (LFI) ha “moderado” vagamente su lenguaje, para convertirse en “augur” de las peores noticias, salpicando con su verbo siempre “colorista” a Macron y su gobierno.
Marine Le Pen, por su parte, denuncia a toda hora las “aberraciones” cometidas por Macron y se propone escribir un “libro negro” sobre la gestión “macroniana” de la crisis. La presidenta de Agrupación Nacional (AN, ex FN, extrema derecha) dice estar al frente de “la única oposición creíble contra Macron”. El sueño todavía lejano de Le Pen es repetir un duelo a primera sangre política con Emmanuel Macron, como ya ocurrió en las elecciones presidenciales del 2017, cuando consiguió 10.638.475 votos en la segunda vuelta, eliminada por el actual presidente, que consiguió 20.743.128 votos. Agua pasada, sin duda, que bien anunciaba, en cierta medida, la actual división y fragmentación del paisaje político francés.
Gabriel says
Todo eso, comparado con España y Sánchez parece un cuento de hadas, vamos.
JP Quiñonero says
Gabriel,
Bueno… tema que sea una comparación tirando a amarga… que me entristece mucho, desde, ay, desde hace mucho,
Q.-
José says
La locura de las multitudes antes masas vuelve. Las democracias liberales no han conseguido con sus partidos neoliberales social liberales populistas extremos… parar. La cordura del cemento social tipico de epocas pacificas se convierte en fragmentos imposibles de unirlos alrededor de valores sociales compartidos por la mayoria. Estamos cerca de una crisis definitiva en que lo global se diluye en lo local y los unicos viajes posibles para algunos seran interiores y para todos los virtuales de las pantallas y los altares particulares sustituirán a las instituciones religiosas o politicas. Las pequeñas polis volveran y las ciudades de la miseria con sus carceles hospitales escuelas y demas instituciones masificadas se diluiran
Nadie puede parar un proceso que esta en marcha. No hay ningun filosofo banquero liberal que pare el tsunami que se avecina.
JP Quiñonero says
José,
“… estamos cerca de una crisis definitiva…” Ayayayay … temo que nuestros nietos conocerán sus propias crisis…
…
Hacia los años 40 del siglo pasado, Mussolini visitó una factoría Fiat, donde el Agnelli de turno le presentó a sus cuadros y sus obreros… “estos son demócrata cristianos, estos son comunistas..”. “¿Y los fascistas? ¿Dónde están los fascistas..?” Preguntó Mussolini…
… “¡Fascistas somos todos..!”
Irene Montero, ministra y esposa de vicepresi lo dice a su manera, cuando pidió a los banqueros del euro grupo que den una respuesta “antifascista” a la crisis …
“Apaga y vámonos”,
Q.-
José says
Capitalistas somos todos pero si el fascismo somos todos. El unico capitalismo que hay es el fascista.La crisis estructural puede acabar con el capitalismo aunque el DODO tambien desaparecio. Contradiciendo a Aristoteles que pendaba que solo se mueren los individuos. Pero esto es otro cantar. Las crisis ciclicas economicas se acaban y puede que solo quede la estructural eso dicen algunos economistas.
JP Quiñonero says
José,
Hombre, no … entre Pekín, Moscú, La Habana, Caracas y la zona euro creo que hay algunas diferencias…
En fin,
Q.-