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Gare Saint-Lazare, 12 enero 2005
[ .. ] La Gare Saint-Lazare, 12 enero 2005. Foto JPQ.
Walter Benjamin, Progreso eterno retorno catástrofe.
Demonios audiovisuales
Cada mañana, un anciano fanático se sube al púlpito de su tribuna y lanza sierpes envenenadas entre sus fieles, que se han despertado bebiendo el agua podrida de un predicador radiofónico.
Desde el minarete de otra mezquita audiovisual, una señora que vende sus vergüenzas al mejor postor eleva su voz para ofrecer a los transeúntes melaza infectada con basura.
Desde los palcos de su palacio, pagado con el dinero negro de sus chantajes contra personajes de muy diversa ralea política, un ave carnívora con tirantes y plumaje de cuervo a la moda hace propaganda de sus pócimas envueltas en papel amarillo mostaza.
En la sacristía de una iglesia bien pensante, el párroco profana a diario un largo rosario de ataúdes, que los fotógrafos de su parroquia fotografían con las polvorientas banderas mil veces usadas para enterrar cadáveres.
Entre esa fauna, en el mercado de las ideas muertas o averiadas, P** ocupa un puesto único. Afortunado propietario de grandes huertos meridionales, ganó el cielo cristiano sirviendo con infidelidad a una alta autoridad eclesiástica, aspiró a los palacios ministeriales de sucesivos gobiernos conservadores o socialistas, cobró las canonjías de la alta función pública internacional y pontifica desde el púlpito pagado con sus inversiones, siempre servicial con sus poderosos y cambiantes amigos.
Quizá las miserias contadas por Suetonio sean más atroces. Pero no poseían la gangrenosa condición de las epidemias propagadas en nuestro tiempo en nombre del bien, la verdad y la justicia. Ya que Caína —-Babilonia de naciones mal ajuntadas, para Baltasar Gracián—- es víctima de distintas mafias filantrópicas, propagando nuevas enfermedades con su comercio nefando de medicinas averiadas.
De hecho, en no pocos casos, los bulderos de turno ya comenzaron traicionando a sus familias, traicionando a sus esposas, indiferentes cuando no propagandistas de la basura que sus hijos se pinchaban en las venas. ¿Contarán esa historia los futuros biógrafos de nuestros traductores de Lou Reed y nuestros predicadores del Terror genuinamente progresista?
El marido que abandona a su esposa cancerosa, para gastarse sus ahorros comprando basura con la que seducir a una buscona, es hoy una figura eminente entre los personajes desalmados que venden con mucho éxito la más codiciada porquería audiovisual.
Tales figuras del Ruedo Ibérico amueblan el odio, el tedio y la acedía de los más humildes, necesitados y perdidos en la noche urbana. Julien Green me recuerda la sentencia de un místico: “Los pueblos caminan hacia el infierno”.
Variaciones sobre la inexistencia de España
¿Por qué castellanos, andaluces, extremeños, murcianos, etc., no pueden, no desean o no quieren comprender que un número significativo de vascos, catalanes, gallegos y gibraltareños solo quieren saber poco o nada de España?
¿Puede existir una comunidad “nacional” si sus miembros -o presuntamente tales- no comparten un mínimo de principios comunes, de carácter espiritual y cultural?
De hecho, ¿puede existir un “pueblo” cuyos miembros tengan visiones antagónicas y fratricidas sobre la misma historia común?
¿Existe una realidad histórica absoluta, presenta, pasada y venidera, cuya veracidad indiscutible pueda ser aceptada por todos los miembros de un tejido social a geometría variable?
¿Cómo influyen en la vida moral de los ciudadanos la demagogia política, la manipulación publicitaria de la historia, el Terror indiscriminado, la violencia callejera, el asesinato de inocentes y la propagación audiovisual del odio?
Siendo lo que son los modelos electorales, quizá no haya respuesta puramente política a tales preguntas: cada una de las partes está interesada en instrumentalizar el odio con fines “comerciales”; la victoria temporal de una facción solo incrementa las tentaciones fratricidas de la facción adversa; y la guerra audiovisual permanente solo aventa nuevas semillas desalmadas, sembrando cada día nuevas razones para odiar al vecino.
Quizá solo un imaginario “diálogo cultural” pudiera avanzar razones para intentar salir del pozo de hiel donde la historia nos hunde cada día más hondo. Pero todos los resortes de las industrias del ramo están consagrados a privar a los ciudadanos de tales mecanismos de comprensión.
No sé si la cultura pudiera salvarnos tal abismo de odio e incomprensión. Pero es una evidencia que el matonismo navajero, la basura audiovisual, los cementerios profanados, la cicuta ideológica y la sangre corriendo por las calles han sembrado los pueblos con adefesios y ataúdes.
De hecho, me digo, los medios de incomunicación de masas solo hablan de “política”: que es la manera más eficaz de prolongar indefinidamente una guerra civil sin principio ni fin. Hacia el siglo XI, la etimología de la palabra “español” ya planteaba el problema es su raíz última. Para Gracián, ya se trataba de una vieja historia fratricida, que el morisco de Cervantes ilustra en una de sus versiones “nacionales” mejor conocidas y Goya nos hace visible en su versión más trágica: Saturno devorando a sus hijos.