París – Madrid – Jerez, ida y vuelta.
Alegría del viaje. Alegría del premio con Jordi Gracia. Gratitud hacia Santos Sanz Villanueva. Abrazo con los Caballero Bonald. Amargas sabidurías de Joaquín Marco. Sabidurías trasatlánticas de Fernando Iwasaki. Cosmopolitismo sabio de Jorge Edward, etc.
Se impone, de entrada, la visión majestuosa de una ciudad (Jerez) cuyos cimientos se pierden en milenarios mestizajes, cuyos fantasmas es muy emocionante perseguir de palacio en palacio, de iglesia en mezquita, de mezquita en iglesia, de ruina en ruina, como si la sombra errante de Jaldun y su historia del auge y decadencia de los imperios nos persiguiera para advertirnos de un fallo en la crónica implacable de su historia y la nuestra, revocadas a través de un Arte de la amistad.
Arte, como el de la memoria, indisociable de las artes y geometrías del espíritu. El tiempo y la historia no han podido abolir muchos de los cimientos de la ciudad, que se busca buscando los cimientos de mezquitas almohades, reconstruidas a la espaldas de los grandes palacios, iglesias y alcázares cristiano renancentistas, que tampoco pueden ocultar, por momentos, la huella neoplatónica y pagana, en una gloriosa confusión de lenguas y culturas.
La Fundación Caballero Bonald nos había reunido para hablar de literaturas hispánicas, indisociables, como olvidarlo, de tantos otros mestizajes. Apenas una sombra de inquietud muy viva: cuando se habla del mestizaje con escritores catalanes, vascos o gallegos, no es difícil entrever, embozadas, las más inquietantes sombras, que los lectores de Jaldún —-incluso los de muy modesto blog—- reconocerán sin dificultad, acusándonos con sus flamígeras espadas.
El llibreter says
Felicidades! Con un poco de retraso, de acuerdo. Tu Retrato del artista en el destierro no ha faltado nunca en la librería. Ya sabes que nos gusta cuidar el fondo.
Saludos.