Me llama Natividad Pulido: “.. ha muerto Ramón Gaya…”.
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Que horror.
Con él desaparece una página muy mayor de la historia de la pintura española.
Fui el organizador de una de las tres únicas exposiciones que Ramón pudo realizar en París. Con este motivo, abriendo el catálogo de aquella individual (con textos de Juan Manuel Bonet, Octavio Paz, Alfonso Emilio Pérez Sánchez, etc.), escribí un texto titulado “El puesto de Ramón Gaya en la historia de la pintura contemporánea”, comparándolo con Picasso y Balthus.
Aquel primer texto estaría en el origen del libro, “Ramón Gaya y el destino de la pintura”, cuyas pruebas corregí el verano pasado y presentaremos en Murcia dentro de unas semanas, gracias a los buenos oficios de Ramón Jiménez Madrid.
¿Cuál es el puesto de Ramón Gaya en la historia de la pintura? Un puesto central: el de un creyente en la fe mesiánica del gran arte. Sus escritos son sencillamente capitales. Parodiando su legendaria reflexión sobre el Museo del Prado: sin la obra de Gaya, nuestra cultura sería algo mucho más deshilachado, incomprensible.
Sus dibujos, sus acuarelas, sus óleos, tienen la sabiduría de los grandes maestros chinos que él admiraba. Sus legendarios homenajes son una reflexión capital sobre la historia de la pintura. Su obra es la de un artista que resiste, en solitario, contra la barbarie que nos amenaza.