En una Europa víctima ella misma de un melancólico eclipse histórico, España tiene hoy unas peculiaridades excepcionalmente únicas:
● En Cataluña, el País vasco y Galicia –en menor medida, hasta hoy– están condenadas a cohabitar sensibilidades enfrentadas en términos próximos al odio.
● En el País Vasco hay quienes se consideran físicamente amenazados por los hijos, padres o hermanos de quienes ya mataron a sus padres, hijos o hermanos, hace veinte o treinta años.
● Otras comunidades autónomas, como Andalucía, defienden su identidad nacional en unos términos que no tiene comparación en ningún otro Estado europeo.
● El marco legal e institucional permite la libre expresión de todas las ideas. Pero la violencia de las pasiones y la orquestación audiovisual del odio precipitan con relativa frecuencia estallidos de violencia, no siempre contenida.
● En otras comunidades autónomas, las tensiones entre el norte y el sur (Navarra) o las rivalidades entre grandes ciudades (Murcia / Cartagena) alimentan problemas nada desdeñables.
La orquestación audiovisual del odio, las hondísimas divisiones ideológicas tradicionales (izda./dcha.), el matonismo verbal de ciertas elites, introducen muchos otros factores de división y enfrentamiento cainita. Cuando Juan Pablo Fusi habla de naciones escindidas y yo recuerdo mi De la inexistencia de España [PDF1] [PDF2] aludimos a las raíces culturales de tan pavorosos conflictos: en vano. ¿A qué leer ningún libro, cuando es tan urgente el deseo de despellejar el cadáver del vecino en la plaza pública?
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Európolis. Condenados al destierro.