Op.
La batalla en curso en el sur del Líbano, entre Thasal, el ejército de Israel, e Hizbolá, armado militarmente por Irán y Siria, quizá solo sea el preámbulo sombrío de la verdadera guerra, por venir.
Israel quizá pueda desarmar parcialmente a Hizbolá en el escenario de la batalla en curso, obligando a replegarse a la organización chií. Pero esa victoria táctica, incluso acompañada de un precario “alto el fuego” (¿?) y el desembarco en el sur del Líbano de una fuerza multinacional de interposición, bajo bandera de Naciones Unidas, dentro de semanas o meses, solo dejará en suspenso la imprevisible evolución de la verdadera guerra, cuyos objetivos finales y crueldad apenas comenzamos a entrever en su verdadera naturaleza, infernal.
En su carácter bíblico, el drama palestino comenzó por ser un problema nacional, político. La gran mayoría de las organizaciones palestinas reconocen el derecho a la existencia del Estado de Israel. A partir de ahí, cabe alguna lejanísima esperanza de negociación armada. Pero Hizbolá y algunos palestinos consideran indeseable la existencia de Israel. Y Teherán alimenta con doctrina religiosa mesiánica, armamentos y logística el proyecto apocalíptico de la destrucción de Israel.
El bombardeo de algunas ciudades de Israel con misiles iraníes, instalados en el sur del Líbano, ocultos en búnkeres militares, camuflados en el interior de casas particulares, anuncia con mucha claridad cual es la amenaza emergente: organizaciones armadas por una potencia nuclear, convencidas de lo bien fundado de la instauración de un nuevo orden religioso, que considera indeseables y condenadas a la destrucción mesiánica a muy diversas fuerzas diabólicas: el Gran Satán norteamericano, el Pequeño Satán israelí, los regímenes musulmanes corrompidos y cómplices del Gran Satán…
¿Cómo se negocia o hace la guerra con un Estado que sugiere la destrucción mesiánica de otro Estado, culpable de insondables pecados originales? ¿Cómo se negocia o hace la guerra a las organizaciones milenaristas, religiosas y militares, financiadas y pertrechadas materialmente por un Estado revolucionario?
La batalla del sur del Líbano quizá subraye los límites de todas las aproximaciones, pacifistas, militaristas, diplomáticas, pasto para la manera negra de la hipocresía. La guerra de Irak quizá de una idea mucho más gráfica de los abismos de dolor, sufrimiento, crueldad e incertidumbre que nos esperan. Los Desastres de Goya son el modelo canónico universal de ilustración gráfica de la guerra clásica convencional, entre fuerzas regulares e irregulares. La apocalíptica chií introduce en la historia y la tragedia de la guerra una dimensión mesiánica que pudiera descubrirnos inéditos abismos infernales de horror y desolación.
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