Los judíos creyentes o artistas son capaces de imaginar menoras que exponen en una catedral cristiana, dedicadas a personalidades de distinta obediencia y condición (Spinoza, Kafka, entre muchos otros), a la espera que su creación ilumine a algún hombre de buena voluntad.
¿A qué Dios, crucifijo, símbolo, signo, programa o evangelio moral invocan los feligreses, laicos, agnósticos, ateos o creyentes en otras religiones profanas, enfrentados a cara de perro rabioso en las amedrentadas calles de Euskadi?
Me lo contaba un tio entrañable que formó parte de los tercios carlistas que entraron en Guipuzcoa en la guerra civil. Porque Euzkadi no llegaron las tropas invasoras de Franco, sino las navarras de Mola. ¿Pero quién va a hacer caso a la historia pudiendo acudir a los prejuicios? ¿En que demonios estaría pensando Cicerón cuando dijo aquella memez de «magistra vitae»? Bueno a lo que iba. «Solíamos llegar a los pueblos por la mañana temprano, y si la gente estaba en misa esperábamos a que salieran para comenzar con las bombas. Antes que nada, éramos cristianos.»
Gregorio,
¡Qué maravilla de historia..! ¡Como han cambiado las «formas»! Recuerdo al Kipling de los lanceros bengalíes..
Q.-
Tras leerte, he anotado, reproduciendo una maravillosa canción de Joege Drexler: Milonga del moro judío.
Maty,
Que un uruguayo ponga música a esas cosas dice lo que dice… el antecedente último de la cosa quizá sean las jarchas medievales… donde ya se cruzaban en un solo poema una o varias lenguas, una o dos religiones…
Es la cosa casi ideal, para mi sensibilidad: tratar los problemas de cada día a través de la lengua, la cultura, el arte. Una locura, vamos,
Q.-
PS. Me debo a mí mismo una cosa/noticia sobre el libro de un amigo sabio, que trata justamente del problema del judeocristianismo y las guerras de religión, en OMedio. Pero esa es ya otra historia.