Desde México (DF), Abelardo me escribe: “Por si te divierten, te adjunto estas naderías que acabo de publicar en el blog de Arcadi”:
Ayer no más, el escritor Suso del Toro arremetía en su artículo «Son molinos» contra su compañero de periódico, Antonio Elorza y su artículo «La insoportable levedad de un presidente«, admirablemente publicado por EL PAÍS hace unos días.
Lo más curioso es que, para defender a Zapatero, Suso no se aplica a defender a Zapatero, esto es, a desmontar los argumentos esgrimidos por el profesor Elorza, sino a descalificar la persona y la trayectoria intelectual de Elorza, mero molino de viento y destacado representante de una hipotética «generación de intelectuales que se imaginaban a sí mismos en la izquierda» y que, una vez agotada la etapa de la transición «y ante un cambio político del calado (?) del que protagoniza Rodríguez Zapatero, sin capacidad para comprenderlo debido a su bagaje ideológico, a los intereses adquiridos o incluso a razones de historia personal, reacciona de un modo radical confundiendo sus posiciones con las de la derecha española.«
Elucubra luego Suso que «probablemente este Gobierno no ha sabido llegar a estos intelectuales«, como ha sabido llegar al propio Suso, pero que la clave está en el «viaje intelectual» de estos intelectuales, entre los que se encontraría Elorza, «hacia las posiciones de la derecha española, una derecha muy nacionalista«. Porque a fin de cuentas, para estos sedicentes intelectuales de izquierda criados a los pechos «de una sociedad militarizada, educada en el integrismo católico y militarista, de la que había sido amputada toda cultura cívica, republicana» , «el estado nación es su patria. Puede hablar una lengua u otra pero siempre será el mismo tipo de patria, en el fondo autoritaria«.
Y sigue elucubrando Suso que las críticas al presente Presidente no pueden ser sino la resentida manifestación de una lucha generacional: «Que ese cambio en la cultura política de la izquierda venga encarnado de modo natural en una nueva generación (la del mismísimo Suso, instalada con toda «naturalidad» en «una cultura política no autoritaria ni integrista«, muy al contrario de la de Elorza) hace más cruel el sentimiento de ser relevado biológicamente«.
Para el literato Suso, adicto a los paralelismos y a los paralelepípedos retóricos esa «naturalidad» generacional que comparte con Rodríguez Zapatero bien puede identificarse con la «levedad» percibida por Elorza. A esa naturalísima «levedad«, del Zapaterismo, no se opone, sin embargo, la «gravedad» sino la «ranciedad«, para que los Elorzianos aprendan.
Termina Suso ironizando (?) que posiciones críticas, como las de Antonio Elorza, pueden casi hacernos olvidar que gozamos de un gobierno que, entre otras cosas, «ha legalizado (?) la vida de muchos conciudadanos homosexuales» (¿Era ilegal antes de Zapatero la vida de los homosexuales?) y «trata con respeto a la ciudadanía, incluida a la oposición» a pesar de que la oposición, al contrario que el gobierno, «usa la mentira de forma sistemática«. Y lanza a Elorza y los demás, sean quienes sean, un final sarcasmo que lo mismo sirve para el roto de la izquierda que para el descosido del PP: «Desde luego, la derrota electoral del 14-M afectó a más gente de lo que parecía«.Está claro que Suso del Toro, intelectualmente, no es ningún gigante, pero bien que sabe llevar el agua a sus molinos, aunque no sean demasiado quijotescos.
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Leyendo ahorita, desde el D.F., EL PAIS en su versión mexicana sabe como más sabroso. Tanto más si uno puede echarse a los ojos los casi siempre indefraudables Isaac Rosa, Manuel Rivas y Suso del Toro.
Y para completar el festivo festín, Babelia con dos págnas y media dedicadas al último novelón de verte y Reverte y el académico estrambote de un soneto, o cosa así, del catedrático Francisco Rico.
En él cuenta que «con la máscara vestida» le pilla la farsa de la historia y que no picará «en el cebo» (no el cebo) de la vida, que es el «turbio nombre que Dios puso a la muerte«. Aunque si Dios puso el nombre de muerte a la vida, el que debería estar turbio es Dios y no el nombre, por mucho que nos asombre. Para aumentar la mortandad, llama luego Rico homicida a la naturaleza, aunque el mismo reconoce que no le mata sino que sólo le «aporrea» hasta volverle inerte. Lo que es de creer una vez leído el soneto. Para seguir sangriento, cita un libro de Xavier Zubiri y termina el segundo cuarteto declarando que «Naturaleza, historia y Dios, Reverte,/ no harán que me desangre por la herida«. Como cuando a uno le aporrean, como a Rico o a su protagonista, lo que se producen son moretones, no se entiende bien de qué herida habla. Pero poco importa porque ya empieza el primer terceto confesándonos que «En nadie creo ya, en nadie espero«. ¿En qué quedamos? ¿No cree ni siquiera el laureado académico en su homenajeado Pérez Reverte?
Sigue luego un endecasílabo un tanto críptico: «y no me amo yo más que a otro del hato«, en el que pudiera haber, acaso, algún defecto de trascripción. Quizás debiera leerse: «y no me amo más pues sufro flato» o «y no me amo más porque es barato» o aún: «y no me amo más que se ama un gato» e incluso: «y amándome me doy liebre por gato«. En todo caso, la forzada sinéresis producida por la introducción extemporánea del «yo» en quinta sílaba afea el verso, obligándonos a leer algo así como: «y no mamo yo más que a otro del hato«, lo que no queda demasiado fino.
Finaliza el primer terceto con un verso increíble: «Guardo la compostura, veo y río«. Increíble, no sólo porque no hay quien se lo crea sino porque no es cierto. Ni Alatriste ni Reverte han guardado nunca la postura ni la compostura y si el laureado y prolífico profesor quisiera realmente guardar la compostura no debiera dedicarse a infligirnos sonetos como este. En cuanto a lo de reír, eso sí, pero los lectores.
En el terceto final, Rico echa el resto y lanza una andanada retórica, o al menos un buen perdigonazo: «O si acaso desprecio…Nada quiero./ Sólo matar el tiempo en quienes mato,/ Batiendo el ala triste del hastío«. Pero ese «Sólo matar el tiempo en quienes mato» está más a la altura de las moscas víctimas del sastrecillo valiente que de un émulo del capitán Alonso de Contreras o de don Diego Duque de Estrada, las verdaderas fuentes del Alatriste del avispado Pérez Reverte, continuador, por otra parte, del muy olvidado Rafael Pérez y Pérez.
Rico parece querer apuntar a don Manuel Machado, pero no llega ni a Diego San José. Eso sí, se le ve afición y buenas lecturas.
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Tiene razón, no he leído las declaraciones de Chaves. Pero le he ensañado (me ha salido una errata, pero vale), pero le he enseñado dos veces la exposición sobre el exilio andaluz en México que estaba a mi cargo. La primera vez la vio, es cierto, a uña de caballo, pero la segunda, acompañando a Don Felipe, miró todo con mucho más detenimiento e incluso echó unas cuantas parrafadas sobre escritores del exilio: Juan Ramón Jiménez, Cernuda, María Zambrano y Adolfo Sánchez Vázquez, muy a cuento y sensatas. Estuvo sonriente e incluso simpático. El príncipe estaba encantado con la exposición sobre el exilio y el, presumiblemente, republicano Chaves, encantado con el príncipe. Ninguno de los dos parecía estar tragándose ningún sapo ideológico, sino todo lo contrario. En ese momento me pareció que el Estado funciona. Y quizás funcione.
drg says
Libro 36 ESTRATEGIAS CHINAS. Puede bajarlo desde
http://www.personal.able.es/cm.perez/36_estrategias_chinas.pdf
Describe estratagemas como «moverse sin ser visto en el mar a plena luz del día», «matar con una espada prestada» o «crear algo a partir de la nada». Cuando usted domine estas 36 estrategias, estará preparado para encontrar soluciones a cualquier tipo de problema y será capaz de adaptarse a toda clase de circunstancias.
Para mas información:
http://www.personal.able.es/cm.perez/