Hay misteriosos libros que tienen la virtud de desenterrar inmensos territorios de nuestro pasado más convulso e indispensable. Algo así se me antoja que ocurre con la Autobiografía (Espuela de Plata) de Jerónimo de Pasamonte, reeditada con prólogos de Miguel Ángel de Bunes Ibarra y José María de Cossío.
Pasamonte fue aragonés, hombre de pluma y espada, y la primera parte de sus Memorias nos habla de la condición del cautivo español en las mazmorras turco-berberiscas del norte de África, en el siglo XVI. Un testimonio básico.
En ese terreno, su relato habla de las humanas tribulaciones de un soldado perdido en unas guerras de misteriosa “actualidad”:
● El “equilibrio del terror” de la Guerra fría tuvo como antecedente mediterráneo la guerra de las galeras que enfrentó a Oriente y Occidente durante varios siglos. Las campañas de Lepanto (1571), Navarino (1572) y Túnez (1573) fueron un lejano antecedente de la campaña de los euromisiles (1982/83), donde volvió a estar hipotecado militarmente el destino de Europa.
● La difusa pero bien real “guerra de religión” en curso entre Occidente y el Islam, y las complejas relaciones entre Turquía y Europa, son indisociables de las mismas guerras de religión, ocupación y conquista que ya enfrentaron a la misma Europa y el difunto Imperio otomano durante varios siglos.
En el terreno estrictamente literario, la Autobiografía de Pasamonte ocupa un puesto neurálgico en uno de los misterios centrales del Quijote cervantino. Y las relaciones entre Cervantes, Avellaneda y Pasamonte, están en el corazón de una erudita polémica, cuyos contornos rastrean misteriosas huellas de pasajes centrales del Libro:
● Revista electrónica de estudios filológicos. Cervantes versus Pasamonte (“Avellaneda”): crónica de una venganza literaria, Alfonso Martín Jiménez.
● Parnaseo. Ciberpaseo por la literatura de la Universitat de València. El lugar de origen de Pasamonte en el Quijote de Avellaneda, Alfonso Martín Jiménez.
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