La diplomacia finge ignorar o maquillar una realidad dramática, que afecta a la seguridad de los soldados españoles desplegados en el sur del Líbano, dejando al descubierto la precariedad amenazada de su misión, a geometría variable, por decisión política insensible a la naturaleza real de las amenazas.
Le Monde, en París, y L’Orient Le Jour, en Beirut, afirman que Hizbolá estaría recibiendo armas “de manera constante y masiva”, a través de la frontera sirio-libanesa. Ambos periódicos se han beneficiado de filtraciones diplomáticas francesas, revelando la presencia en el Líbano de un comando de Al Qaida cuyo objetivo es el asesinato sistemático de personalidades anti sirias.
¿Hace llegar París hasta Madrid los documentos filtrados a la prensa parisina y libanesa, con el fin de dar cobertura diplomática a la presencia militar gala en el sur del Líbano?
En este caso, la franquicia Al Qaida es utilizada para dar una vaga apariencia “conceptual” al recurso al asesinato como arma de desestabilización, al mismo tiempo que el mesianismo religioso convoca manifestaciones callejeras con el fin de intimidar si no deponer a un gobierno que afirma una tímida independencia hacia una potencia tutelar, Siria.
El rearme “masivo y constante” de Hezbolá confirma una palmaria determinación militar. Mientras el ejército libanés debe consagrarse a intentar asegurar una cierta apariencia de estabilidad, a nadie se le ocultan los riesgos del estallido de una nueva guerra civil, cuando el mesianismo religioso sunní y chií no permite albergar ninguna esperanza: el objetivo último es Israel.
La seguridad de las tropas españolas y de toda la UNIFIL está hipotecada a las sutilezas retóricas y marciales de los clérigos libaneses e iraníes y sus aliados sirios, prestos a utilizar el asesinato como arma política arrojadiza.
Ramon says
Que un soldado, onusiano o no, o un corresponsal de guerra se quejen del riesgo de que les peguen un tiro es algo que me parece francamente absurdo. Haberse dedicado a otra cosa.