Hay un misterio Tintín que deja irresuelto la gran exposición consagrada a Hergé, su creador, en el Centro Pompidou, inmortalizado en una de las más famosas aventuras del intrépido joven, L’Alph-Art, con este diálogo:
El Emir: “He llegado a ofrecer una suma considerable por la refinería que se ha construido recientemente en París, y de la que se ha hecho un museo”.
Thomas d’Hartimont: “¡Excelencia..! ¿Habla usted del Centro Beaubourg..? No es una refinería. Es un verdadero museo”.
El Emir: “Ya, ya..”.
La tal refinería se ha asociado a la empresa que explota los derechos internacionales de Hergé-Tintín, para celebrar el centenario del primero. Esa caída del héroe en la factoría, o la refinería, quizá también hable del destino del arte contemporáneo.
Hubo otros ángeles, frutos de la “divina fantasía”. Pero ellos están condenados al destierro: para entender sus misterios, alegorías y belleza suprema es imprescindible cultivar un arte y disciplinas que comienzan a ser víctimas de la desertización universal de las tierras del espíritu, convertidas en factorías, refinerías y supermercados de almas muertas.
PS. Que un emir compre una refinería, convertida en el museo más visitado del mundo, en la vieja Europa, quizá sea una profecía por venir.
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