«Sus dioses no son cosas del sueño que con el despertar se desvanecen. Son cosas de sueño e ilusión que ayudan a los mortales a combatir las pesadillas de nuestra historia inmediata.»
Jean-Pierre Vernant, fallecido en su domicilio de Sevres (Hauts-de-Seine), los 93 años, helenista de renombre, nació en Provins (Seine-et-Marne), una ciudad inmortalizada por uno de los más grandes poetas españoles de todos los tiempos, Jorge Guillen.
Vernant padre murió en el frente, durante la Primera guerra mundial, dejando dos huérfanos, Jean-Pierre y Jacques, dos hermanos unidos por el dolor, el inconformismo y el deseo ardiente de participar de manera muy activa en las aventuras más dramáticas de la historia de su tiempo, comenzando por la Resistencia contra el ejército de ocupación alemán, en la Segunda guerra mundial.
Jacques fue uno de los primeros en denunciar el Pacto germano-soviético, que comenzó por facilitar diversas formas de colaboración entre nazis y comunistas, incluso en algunos campos de concentración. Jean-Pierre trabó en la lucha armada contra los nazis unos lazos de amistad y solidaridad que marcaron su vida para siempre.
Tras el fragor de aquel Ejército de sombras (Kessel – JP Melville), Jean-Pierre Vernant se entregó a la causa definitiva del descubrimiento, revelación y reinvención de Grecia, sus leyendas, sus mitos, sus dioses, sus héroes, sus tragedias, su filosofía, su pensamiento, su lengua, su legado olímpico, majestuoso. Quizá la batalla más larga, dura e incierta que Vernant sostuvo, durante su larga y fecunda vida, fue la batalla en defensa del griego y el latín, que vio languidecer y quedar en cuarentena, al final de su heroica y empecinada resistencia.
Vernant transitó por todos los caminos de la erudición relacionados con la Grecia antigua, la investigación pura en el CNRS, desde 1948, el comparatismo más internacional en la Ecole pratique des hautes études (1958) y el magisterio en el Collège de France, desde 1975. Erudito, universitario, nunca dejó de ser, al mismo tiempo, un “hombre de acción”, sirviéndose de los mitos, héroes y dioses griegos para mejor participar de manera apenas velada en todos los grandes conflictos de su tiempo, de la descolonización francesa (Vietnam, Argelia) a la gestación de una nueva sociedad política, durante la agonía de la IV República y los primeros años de la V.
LOS TITANES CONTRA LOS INMORTALES
De alguna manera, el mito y la tragedia griega fueron sus instrumentos de trabajo para mejor intentar comprender y combatir los mitos y las tragedias de su tiempo, a su manera.
En su obra de cruzan y confunden muchas escuelas. Universitario comprometido a la manera sartriana, también fue respetado por universitarios como Dumézil, que no siempre compartían forzosamente los apasionamientos inmediatos del primer Vernant. Con los años y la reflexión, su obra fue ganando la gravedad, finura y “ligereza” aérea del Gran estilo de la retórica clásica francesa.
No hay aspecto de la sociedad y la cultura griega que escapase a su curiosidad. Su erudición cubrió inmensos territorios: el mito y la sociedad arcaica; la religión ateniense y las religiones antiguas; Mesopotamia y Atenas; dioses mesopotámicos y dioses helenos; primeros relatos de los orígenes; relaciones entre le mito y la política; el mito y la tragedia; el sacrificio ritual y la cocina antigua…
Vernant comenzó escribiendo ensayos eruditos y terminó abandonándose con placer a la más alta divulgación. Tras haber participado en incontables batallas intelectuales, políticas, culturales, contra los alemanes, en defensa de la lengua griega, en defensa de una revisión crítica de los mitos griegos, iluminando nuestra historia, el maestro pudo comenzar a escribir obras de madurez de nuevo cuño, consagradas a establecer un diálogo entre los antiguos dioses, rescatados del destierro para mejor combatir junto a los humanos en nuevas batallas en las que unos y otros defendían la misma causa de las cosas del espíritu, la ética y la moral, amenazadas por los mismos Titanes desalmados de la Técnica contra los que ya combatían los Inmortales de Hesíodo.
Hubo muchas otras guerras. Pero esa, la última, quizá las resuma todas y explique de manera definitiva el legado definitivo de Vernant. Sus dioses no son cosas del sueño que con el despertar se desvanecen. Son cosas de sueño e ilusión que ayudan a los mortales a combatir las pesadillas de nuestra historia inmediata.
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