La Condición social de los moriscos de España (Ed. Renacimiento / Espuela de Plata) de Florencio Janer, con prólogo de Miguel Ángel de Bunes Ibarra me recuerda el puesto tan crucial que tiene España en la historia de las purificaciones étnicas. Y hasta qué punto esa historia continúa teniendo pavoroso correlatos.
Janer fue un liberal de primeros-mediados del XIX, filólogo apreciado, traductor (del francés), cuya posición sobre los moriscos la resume Bunes de Ibarra de este modo: “Contrapone la tolerancia que encuentra en los fueros y “cartas pueblas” medievales con la intransigencia que se extiende en la política española después de Cisneros” [ .. ] “Su perspectiva es la exaltación de la tolerancia hacia la minoría, sublimada en la imagen de la sociedad española medieval, considerada como un espacio multi cultural que es roto por la intransigencia religiosa”.
La historiografía adversa y favorable a los moriscos es inmensa. A título personal, he intentado explorar [De la inexistencia de España] las relaciones entre ese problema cultural y la construcción / destrucción de algo que no me atreveré a llamar una “conciencia nacional”, de dudosa existencia, para mi.
Muy groseramente, Lope y Quevedo eran agresivamente anti moriscos. La Execración contra los judíos de Quevedo es un panfleto anti semita de una brutalidad pavorosa, atroz, desalmada. Un odioso manual de purificación étnica.
Cervantes evolucionó de manera significativa. Hay un Cervantes anti morisco. Y hay un Cervantes que convierte al morisco Ricote en un personaje emblemático y capital en su obra. El capítulo quijotesco consagrado a Ricote deja al descubierto un Cervantes poco “católico” en otro terreno no menos actual y capital: Cervantes y Gracián, sospechosos de delito secesionista.
Fray Luis criticaba amargamente el bautismo forzoso de los moriscos:
Do mete a sangre y fuego
mil pueblos el morisco descreído
a quien va perdón ciego
hubimos concedido;
a quien en santo baño
teñimos por nuestro mayor daño.
Calderón de la Barca sintió por los moriscos una simpatía poco disimulada en su obra Amar después de la muerte. Y esa simpatía roza el apoyo expreso a la revuelta morisca. Lo cortés y lo cristiano no quitan lo valiente.
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