La guerra sucia ha entrado en la campaña presidencial francesa a través de Internet y los blogs, sin que ningún candidato esté a salvo de las peores canalladas. Nadie controla, nadie puede manipular por completo, las riadas y vendavales de rumores, desinformación y miserias que tocan de manera indirecta pero sensible a la credibilidad de Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy.
La candidata socialista fue la primera en utilizar Internet y los blogs para intentar servirse de ellos como instrumentos de guerra política, ocupando el terreno. Ella es la primera víctima.
Prometió un libro, en su blog. Pero el libro no llegó nunca. Prometió asumir las propuestas de la sociedad civil que discute en su blog. Pero las discusiones se eternizan, no llegan a nada concreto y parecen desconocer el programa socialista. Prometió claridad y transparencia. Pero tales promesas se han convertido en un boomerang: su situación fiscal y familiar se ha convertido en un folletón que roza el ataque de nervios.
No hay una cena, entre amigos, en París, donde no se hable y polemice sobre la crisis real o imaginaria de la pareja Ségolène Royal y François Hollande. Sus defensores afirman que solo se trata de difamaciones. Sus enemigos anuncian la “ruptura” de una pareja “al borde del ataque de nervios”.
A la derecha, Nicolas Sarkozy tampoco escapa a la basura que se difunde vía blogs e Internet. Las acusaciones de espionaje, presunto o real, contra un miembro muy secundario del equipo de Ségolène, comenzaron por difundirse masivamente a través de Internet, con un fundamento de verdad relativa: es cierto que el ministerio del interior escribe notas informativas de militantes ecologistas de cierta importancia; es cierto que se trata de una práctica antiquísima: incluso un hermano de Ségolène Royal participó en una misión militar que costó la vida a un fotógrafo ecologista. Se trata, afirma el ministerio del interior, de un trabajo sistemático, en el que ningún ministro da órdenes particulares…
¿Cierto? ¿Falso?.. Los funcionarios del ministerio han desmentido toda orden o motivo político particular. Pero el desmentido oficial de un ministerio no siempre tiene el peso de un rumor difundido a través de Internet.
Ante tal situación, Sarkozy y Ségolène son más víctimas que actores. En los blogs, plataformas y acciones audiovisuales, o vía Internet, ambos candidatos intentan guardar una calma siquiera aparente. Pero ninguno de ellos puede controlar las riadas de rumores falsos o las tormentas de granizo difamatorio.
En ese marco, inquietante, Ségolène parece estar a la cabeza de las tribulaciones y tropiezos. A su llegada a las Antillas francesas, la candidata socialista declaraba, satisfecha, haberse “explicado” con el primer ministro de Canadá, al teléfono, tras su última salida de todo. Casi al mismo tiempo, en París, un humorista famoso contaba por lo menudo como había conseguido engañar a la candidata, al teléfono, haciéndose pasar por el primer ministro de Canadá, a quien la candidata habría “confesado” (¿¿?? se supone que en broma) que “los franceses estarían encantados con dar la independencia a Córcega”. Broma política que cada cual apreciará a su manera.
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