Barbe-Bleue imaginado por Gustave Doré
Asistí ayer en la Ópera Garnier al estreno de una nueva versión de El castillo de Barbazul (1), la ópera-obra maestra absoluta de Béla Bartók y Béla Balázs: una experiencia muy mayor… De vuelta a casa, abro el libro de George Steiner que lleva ese mismo título y dice lo esencial: “En el terreno de la teoría de la cultura nos encontramos en el lugar preciso donde se encuentra la Judith de Bartok cuando pide la apertura de la última puerta que da sobre la noche…”
Noche de estrellas ensangrentadas, en su caso. Noche poblada de alimañas y seres endemoniados, en el nuestro.
En sus ilustraciones del cuento de Perrault, que tan enorme fortuna tendría en la historia de las fábulas y los cuentos de hadas, Doré dibuja a la niña (la Judith del texto de Balázs) tocando la llave (ensangrentada: la secta vienesa puede sonreír jubilosamente) del Barbazul que será su marido. En la opera de Bartók-Balázs todas las puertas, todas las estancias, el jardín, los muros, los pasillos, el laberinto de ese inmenso castillo de soledad y dolor, están manchados de sangre: saltan a la vista las huellas de los más pavorosos crímenes. Detalle trágico esencial: ese pavorosa realidad es la que confiere a la obra su condición más inquietante.
¿De qué habla esa parábola? ¿Del descarrío de nuestra cultura y civilización, como sugiere Steiner..? Recuerdo que, en verdad, el libro de Steiner se llamó originalmente La cultura contra el hombre. Título que ayuda a comprender la obra de Bartök-Balazs.
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Willard White
(1) Le Château de Barbe-Bleue, de Béla Bartók. Libreto de Béla Balázs. Dirección musical de Gustav Kuhn. Barbe-Bleu, Willard White. Judith, Béatrice Uria-Monzón. Puesta en escena de Alex Ollé y Carlos Padrissa, de La Fura dels Baus. Decorados de Jaume Plensa.
WW y Béatrice-Uria Monzon
Más que respetable dirección musical. Puesta en escena “minimalista”, que se me antoja infiel al fondo y la forma de una obra inmensamente trágica. Decorados que me parecen insignificantes. Majestuoso Barbazul de Willard White. Béatrice Uria-Monzón me deslumbró hace pocos años con su Carmen. Su Judith posee una fuerza lírica muy honda.
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