Instantánea, by Weegee
La lectura de los más finos analistas de la cosa pública cainita (a quienes no cito para no comprometer con mis reflexiones personales), diseccionando las idas y venidas de personajes públicos por los más torvos pasillos del poder supremo, en sus residencias públicas y privadas, intercambiando parabienes a la espaldas de los cadáveres, los ataúdes, los vivos, las tumbas y la guerra civil audiovisual, me recuerda la legendaria cita de Chateaubriand, refiriéndose a la entrada en escena de dos influyentes personajes públicos de su época: “Le vice appuyé sur le bras du crime”.
Sin embargo, Talleyrand y Fouché, ministros de asuntos exteriores y policía de Napoleón, así descritos en las Memorias… [cuya nueva traducción y edición, a cargo de José Antonio Millán Alba, espero con impaciencia] tenían una grandeza y arte en el ejercicio de sus bajas pasiones que no tienen los torvos personajes liliputienses con quienes los comparo. Aunque su bajeza moral sea muy semejante y sus consecuencias para la vida pública de Caína quizá más endemoniadas.
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