Francia, en la encrucijada, 6
Llamaradas de odio en la recta final de la campaña. Le Pen, extrema derecha, trata de “malhechor” a Jacques Chirac, presidente, y “jefecillo de la chusma política” a Nicolas Sarkozy, conservador. A la izquierda socialista, François Hollande, primer secretario del PS, y compañero de Ségolène Royal, considera “indignas” las proposiciones de Michel Rocard, ex primer ministro, sugiriendo una alianza entre socialistas y centristas.
Cuando Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy inician la recta final presentándose como los candidatos naturales de todas las izquierdas y derechas, la incertidumbre electoral atiza dos procesos paralelos: algo muy parecido a una “guerra civil fría” entre la izquierda socialista; y una ofensiva de la extrema derecha enterrando en el fango verbal su careta de falsa respetabilidad.
«JEFECILLO DE LA CHUSMA POLÍTICA«
A seis días de la primera vuelta, Jean Marie Le Pen no tiene en los sondeos las intenciones de voto previstas. Y su último mitin, en las afueras de París, fue ayer un castillo de fuegos artificiales de rara brutalidad.
Jacques Chirac, presidente saliente, su viejo rival victorioso, desde hace décadas, fue tratado de “malfaisant”, “malhechor”, “dañino”. Repitiendo una y otra vez, a gritos, desencajado, “¡Chirac el malhechor!, ¡Chirac el malhechor!”, el demagogo populista comenzaba un ataque brutal contra la derecha moderada, para cebarse de manera atroz contra Nicolas Sarkozy.
Le Pen dijo “promover” a Sarkozy a “jefecillo” de la “chusma de politicastros que han arruinado y saqueado Francia”. Le Pen utilizó una y otra vez la palabra “racaille politicienne”. “Racaille”: “canalla”, “chuma”. A partir de ahí, el tribuno extremista se dejó arrastrar hasta las pantanosas aguas de los insultos de la peor especie, rozando la xenofobia racista.
Le Pen trató a Sarkozy de “pequeñito”, en el sentido físico, denunciando a su familia “llegada de Hungria y Grecia, de Salónica”. En la memoria pública francesa, la inmigración húngara y griega se relaciona automáticamente con la inmigración de los judíos más pobres, condenados a la inmigración forzosa durante el III Reich alemán. El inmigrante “pequeñito”, convertido en “jefecillo de la chusma de politicastros” es una terminología en las fronteras del racismo con flecos neonazis.
GUERRA CIVIL FRÍA, ENTRE SOCIALISTAS
A la izquierda socialista, la guerra civil fría entre la vieja guardia y los partidarios de una alianza estratégica con François Bayrou, centrista, tiene el tono de los odios más encarnizados, secretos, consumidos en frío entre personalidades bien educadas, dándose navajazos con los mejores modales de gente de la mejor educación, que no engañan a nadie.
Michel Rocard, ex primer ministro, eterno minoritario en la historia política del PS, desde su refundación, en 1971, abrió el fuego de manera inteligente y sibilina: proponiendo una alianza electoral entre Ségolène y Bayrou, ante la primera vuelta, para hacer frente común contra Sarkozy. Sobre el papel se trata de una proposición inteligente. En la práctica, los “elefantes” socialistas la interpretaron como una puñalada trapera.
François Hollande, primer secretario del PS y compañero de la gran diva socialista, dejó caer, trémulo, ante un minúsculo grupo de periodistas: “Se trata de una indignidad”. Seco y brutal, como es su estilo, Jean-Louis Bianco, primer consejero de Ségolène, dejó caer, despectivo: “No pienso comentar cosas insignificantes”.
Sin embargo, la iniciativa Rocard encontró cierto eco. Bayrou creyó ver el cielo abierto. Y Bernard Kouchner, ex ministro de sanidad, socialista, insistía en la necesidad de una alianza estratégica entre Ségolène y Bayrou. Demasiado tarde. Los “elefantes” habían impuesto su ley. Laurent Fabius, ex primer ministro, pontificaba: “El PS es un partido de izquierda, que no puede negociar con un señor de derechas”. Finalmente, ayer, Ségolène, reina ofendida, trataba despectivamente la proposición de Rocard y Kouchner: “Todo lo habrán intentado contra mi, en mi propio campo”.
EL ODIO DE LA EXTREMA DERECHA, CONTRA LÉON BLUM
El odio a gritos de Le Pen contra Chirac y Sarkozy es un odio en estado verbalmente purísimo. El odio de Fabius y Hollande contra Rocard es un odio recocido durante treinta años de navajazos dentro de la misma familia socialista.
Por su parte, Max Gallo, historiador, novelista, antiguo portavoz de un gobierno socialista, siendo presidente François Mitterrand, hace este otro paralelismo del odio personal de las familias socialistas: “Odian a Nicolas Sarkozy de manera irracional, con una violencia brutal que recuerda el odio de la extrema derecha contra Léon Blum, en los años treinta”.
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