La merienda (1938), de Francisco Bores. Ceras de colores sobre papel. 18 x 23,2 cm.
“Decíamos ayer…”, no advertir que a nadie importe la desaparición de amenazadas especies culturales. ¿Se enseñan todavía, en las escuelas de bellas artes, las técnicas artísticas de la cera?
Todavía en la retina las maravillas de Los tiempos del cubismo (1910-1920), Leandro e Iñigo Navarro anuncian Ceras inéditas de Francisco Bores. Paco Calvo recuerda en su presentación del catálogo que la técnica pictórica de la cera tuvo su momento álgido durante el siglo XVIII, prolongada de manera magistral por Degas, Renoir, Sisley, Pisarro. Bores fue otro enorme maestro… ¿Cuánto tiempo tardó en ser conocido en su patria?
Bores se dio a conocer en la madrileñísima y legendaria exposición de los Ibéricos. Pero vivió en París desde 1925. Más allá de idas y venidas, Bores no volvió a exponer en Madrid hasta 1971, un año antes de su muerte. La suya es una obra muy bella, lozana, frutal. Él fue capaz de transitar sin contaminarse por todos los ismos y vanguardias de su tiempo, dejando una impronta propia, una huella siempre lírica, juvenil, entusiasta. Miro y vuelvo a mirar las ceras que han coleccionado con su proverbial buen gusto Iñigo y Leandro Navarro y recuerdo a Rosa Chacel, diciéndome, en una cafetería de la madrileña calle de Velázquez: “Nosotros soñábamos con otra España, más limpia, más luminosa”.
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