Cenamos con C* y M*. Y la sobremesa termina con un rosario de rumores siempre más esperpénticos. Su realidad me parece más que dudosa; pero la maldad, ignorancia, odio, sadismo y crueldad gratuitas me recuerdan siempre a Suetonio, siendo Cecilia, Ségolène, Nicolas y François eminentes personajes públicos.
Las historias de mujeres apaleadas, niños nacidos en oscuras circunstancias, fugas conyugales, traiciones reiteradas, etc., tienen los rasgos rudimentarios de los malos culebrones audiovisuales. Suetonio tuvo la confianza de Adriano. Y su puesto oficial le permitía contemplar de cerca los inquietantes movimientos de las fieras del circo imperial. La fragilidad de los rumores que hoy circulan en París se me antoja palmaria, a la luz de su pobre imaginación infantil: “Culo”, “caca”, “pipí”, etc. La realidad carnicera de las pasiones políticas y carnales tiene rasgos más crudos y feroces.
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