Remando como podía entre los acantilados y arrecifes de la ciudad (Madrid), sorteando obstáculos y encontrando hospitalidad, aquí y allá, descubriendo nuevos mundos y transitando por las mismas calles de hace tantos años, llevaba como talismanes dos o tres libros de poemas, para intentar conjurar los maleficios.
Volví a leer algunos poemas de Le Fou d’Elsa de Aragon (uno de los poemas épicos más bellos y universales consagrados a Granada, sin que andaluces ni granadinos lo conozcan, sospecho). El azar quiso que también me acompañase otro poeta andaluz, Jesús Fernández Palacios, cuyos Signos y segmentos. Segunda Antología (Calambur), me revelaron horizontes desconocidos por mí.
De vuelta en París, advierto que el maestro Carlos Edmundo de Ory habla con fervor de la poesía de JFP:
“El idioma se sale de madre, la mamá sintaxis, y por mor de heurística gramatical se infunde ímpetu al lenguaje. La poesía es orgasmo de palabras. Libertinaje de conceptos. Oh divinos retruécanos y tropos” [ .. ] “Se cambian de sitio las cosas y con la mudanza de metáforas tenemos el poema patas arriba. El homo ludens poeticus desquicia el mundo y sus significados a la par que aniña el alma. Maravilla la dinámica de imágenes automáticas. Es el desiderátum artístico sentirlas moverse como el pez en el agua. ¿Qué son los poemas, sino maquinitas mágicas? Ordenadores programados por locos.” [ .. ] “De este modo hablaron dadaístas, surrealistas, pospistas. Y también habló así César Vallejo con terrible lengua. Honra tu herencia herética, poeta”.
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