Educación, incultura, desencanto, abstención cívica… síntomas de una sociedad enferma…
Desde Cádiz, un amigo poeta me dice: “Mucho antes que el terrorismo, el paro o la corrupción, lo nuestro es un problema de educación. Quizá estemos alimentando una sociedad enferma”.
Desde Barcelona, un amigo novelista me decía la semana pasada: “¿Cómo decirle a la gente que voten a quien, para ellos, sea más estimulante en el terreno de la educación..?”.
Desde Madrid, una amiga de siempre me comenta: “A estas horas [18.55 de hoy, 27 mayo] parece que la abstención favorece al PP. Vaya usted a saber.”
Se me escapa, sin duda, el alcance político de la abstención electoral; pero, en el mejor de los casos, ¿cómo no interpretarla como un síntoma, entre tantos otros, de escepticismo, falta de ilusión, desencanto y hartura de la gente joven hacia una retórica ideológica en la que no siempre se reconocen?
Nunca entenderé en comporytamiento electoral de quienes cuando votan lo hacen en contra y quienes se abstienen lo hacen a favor.
Y por que eso no puede ser el voto en blanco, que no se puede mezclar con el de que no vota porque pasa de todo?