Ha muerto Eduard Pons Prades… fue un personaje de otra época, de los que ya no hay. Y fue Cela (CJ) quien lo rescató del olvido, cuando rescatar a un viejo activista de la CNT / FAI solo podía traer problemas a un amigo de Fraga…
La mejor necrología que he leído es la de Juan Pedro Yániz, ABC, 29 mayo 07, Eduard Pons Prades.
La mejor entrevista que tengo a la mano es la Lluis Amiguet, La Vanguardia, 22 julio 2005, “Soy especialista en perder batallas”
Tengo 85 años. Nací en Barcelona. Soy hijo de familia libertaria que me enseñó que la libertad es inseparable de la responsabilidad. Luché por la República y perdí; por Francia y perdí; sólo ganamos contra Hitler en el maquis: y perdí contra la dictadura. Las guerras van cambiando de nombre, la causa de la libertad es siempre la misma
LLUÍS AMIGUET – 21/07/2005
Mi familia era libertaria y en ella los hijos éramos compañeros y amigos de los padres. Jamás nos pegaron, ni siquiera nos chillaron. Empleaban horas y horas en explicarnos por qué las cosas eran así y cómo podrían mejorar si nosotros las transformábamos.
–¿Libertario no raya en libertinaje?
-Al contrario. Mi padre nos repetía: «Cada parcela de libertad que asumes en tu vida lleva siempre aparejada la misma parcela de responsabilidad irrenunciable«. Fue un padre modélico y ninguno de los tres hermanos fumamos, bebimos o pisamos jamás un burdel. «La prostitución -nos decía- humilla a la mujer y envilece al hombre«.
–Pues hoy es floreciente negocio.
-Un día, en la Escola Industrial, un chaval de más dinero me ofreció un Lucky y me dijo: «Pruébalo por curiosidad«; y yo le contesté: «Tengo otras curiosidades«. Esa es la clave para eliminar las drogas hoy: gusto por la cultura y la educación y que no sobre dinero. Yo adoraba el jazz y los libros: si fumaba o bebía, ya no tenía dinero para comprarlos.
–Colijo que su padre tampoco iba sobrado.
-Mi padre era ebanista, autodidacta, de enorme cultura. Nos llevó a la Escuela Racionalista de Ferrer i Guardia y allí le escuché decir a mi maestro Germinal, de Don Benito: «En la escuela se forja el porvenir«.
–Nada más cierto.
Era un extremeño magnífico. No entiendo ahora por qué pretenden enfrentarnos: ¡ los trabajadores de Extremadura, Catalunya o Pakistán siempre fuimos hermanos!
–Lo somos.
-Así que decidí hacerme maestro. Aprobé el ingreso en la Normal, pero en el 36 estalló la guerra y me alisté falsificando mi edad. A los 17 años reales, fui alumno de la Escuela Popular de Guerra de El Escorial y luego sargento de ametralladoras en el Guadarrama.
–¿Sangre, horror y fuego?
-Vi morir a mis hombres en Brunete y sobre todo en el Ebro: ¡aquellos muchachos andaluces a los que los señoritos habían tratado como bestias de carga en su tierra iban sin dudar a la muerte por su dignidad antes de que les hubiéramos podido enseñar a leer!
–¿Por qué perdieron ustedes la guerra?
-El mayoral de pastoreo de Moreda, en Granada, era un analfabeto que pasó hambre antes de que la colectivización de UGTCNT lo convirtiera en copropietario de las tierras de un marqués. Le pregunté para uno de mis libros qué sintió: «Por primera vez en mi vida pintaba algo en este mundo… Lástima que para eso tuvo que haber una guerra».
–¿Y las sacas y fusilamientos de los anarquistas a tantos ciudadanos inocentes?
-¿Y las de Franco en Badajoz? Lamentables, pero le recuerdo que el Ángel Rojo que acabó con las sacas fue un anarquista, García Oliver, ministro de Justicia republicano.
–Su ejército era un desastre organizativo.
-¡No hubiéramos resistido treinta y cuatro meses frente a un ejército regular si fuéramos ese caos con que nos caricaturizan!
–Entonces… ¿por qué perdieron?
-La guerra de España, explica Pierre Vilar, fue un episodio más en la lucha de clases planetaria: por eso perdimos. Besteiro, cuando representa a la República en la coronación de Jorge V, pide ayuda al ministro de Exteriores británico. En ese momento, ganábamos: la República llevaba cinco victorias militares y Madrid resistía muy bien ante Franco.
–¿Que dijo Londres?
-Que la España blanca había respetado la propiedad de los intereses británicos mientras que la España roja los había colectivizado. Éramos un peligro incluso para las democracias, que nos temían y nos aislaron hasta que perdimos. Pero nuestra lucha continuó en Europa para frenar a Hitler, ahora ya cara a cara sin sus títeres y sus lacayos inter-mediarios: Franco, la Falange y la reacción.
–¿Usted volvió a alistarse?
-Por supuesto, fui militar en el ejército francés. Mi compañía fue diezmada por los lanzallamas nazis entre Bélgica y Luxemburgo. Hitler ocupó Francia y nos disolvimos.
–¿Y usted aún volvió a alistarse?
-Me incorporé a los grupos de acción y sabotaje y después al maquis con otros españoles y acabé la guerra mandando, ya en el ejército de De Gaulle y Leclerq, la limpieza de alemanes del departamento del Aude.
–Pues, oiga: ¡gracias por detener a Hitler!
-Es la única guerra que he ganado. Luego entré en España clandestinamente y, anodadado, escribí un informe: habíamos sido aniquilados. Tal vez la única posibilidad contra la dictadura era atentar contra Franco.
–Hubo unos cuantos intentos.
-En el 46 fui detenido por el ejército cruzando la frontera y acabé con Josep Pallach en el penal de Salt. Yo fui trasladado a Barcelona y días después el astuto Pallach, hábil resistente, fue liberado a punta de pistola por un grupo del POUM, El coronel Bermejo, que me interrogó, se dejó tentar por un buen soborno, que, cosas de la vida, el pobre diablo al final ni siquiera pudo cobrar.
–¿Le soltaron?
-Acabé trabajando en Valencia con papeles falsos, pero no se podía organizar nada y volví a Francia. Cela me fichó para sus Papeles de Son Armadans en el 57. Yo le escribía las cartas desde Francia. Años después me animó a que fuera a Madrid a colaborar con la editorial que fundó, Alfaguara. Me dijo que con Fraga tendríamos manga ancha.
–¿Y el ministro no aflojó?
-Fui jefe de producción en Alfaguara, pero volví a irme a Francia al ver que la dictadura no aflojaba. En el 62 ya pude volver legalmente a España con la amnistía que dio Franco al comenzar el papado de Juan XXIII.
Sergio B. Landrove says
¡Gracias, Q., por darnos a conocer a personas tan imprescindibles!
Por cierto, ¡qué interesantes son (casi) siempre las contras de La vanguardia! Siempre me ha parecido lo contrario a esos medios de incomunicación que tú criticas.
Un abrazo.
JP Quiñonero says
Sergio,
Es cierto que las contras de La Vanguardia son siempre francamente potables. Vaya un saludo de simpatía y respeto para ellos, también, claro,
Q.-
EM says
JP,
es seguro que tú ya conoces esta historia, felizmente salvada por RG en su misteriosa narración inacabada sobre Isabel Trejo. Creo que merece la pena volver a escuchar la voz enigmática de Don Raimundo Trejo , y que la conozcan tus lectores:
«…en una famosa ocasión, volviendo de París (a donde fuera para un ciclo de conferencias en La Sorbona) y encontrándose rodeado de los más doctos personajes bajo el mismísimo techo del Centro de Estudios Históricos, se le oyó decir: «Resulta indignante comprobar que, fuera de España -y no se trata sino de un reflejo de aquello que sucede dentro de ella-, mientras se sabe perfectamente quién es, pongamos por caso, Ramón Menéndez Pidal o Raimundo Trejo, no se sepa en absoluto quién es Galdós o… Nonell»; y ante el silencio y las risitas de monja que se produjeron, añadía: «Y es natural que así sea; a nosotros -me refiero a Don Ramón y a mí- es fácil conocernos, pues no somos más que dos vejetes aplicados y, diría yo, empachados de honestidad técnica, mientras que aquellos otros fueron, seguirán siéndolo siempre, dos difíciles, dos insondables, como diría nuestro querido Arcona.» De momento, hubo unas cuantas risitas más, y todo parecía terminado allí: sólo mucho después pudo comprenderse que en aquel preciso instante se había producido, dentro del apretado mundo de la sapiencia, una escisión . A partir de entonces, don Raimundo representaría -frente a la ley que que sin duda era don Ramón- una especie de anarquismo gitanesco. Al principio serían muy pocos los que se atrevieran a la deserción, pero, eso sí, aquellos discípulos y admiradores que continuaron frecuentando la casa y también las clases de don Raimundo, tomaron en seguida como un aire de clandestinidad»
Siempre en tu barricada,
votre ami,
EM
PS: Te escribo estas líneas recién terminado tu Retrato del artista en el
destierro
JP Quiñonero says
EM,
Azorín hablaba de «anarquistas literarios»..
.. Nonell era otra de las grandísimas obsesiones de Gaya, con Rosales (el pintor).. artistas y desterrados, todos,
Q.-