Paradójicamente, el incremento de poderes políticos autonómicos no siempre ha favorecido el diálogo de fondo, cultural, entre castellanos y catalanes, que viene de muy lejos y ha sido mal explorado…
A vuela pluma…
Unamuno y Joan Maragall compartían una visión muy similar de la lengua, que bien resume la famosa metáfora unamuniana: “La sangre de mi espíritu es mi lengua”. La primera reedición de Maragall, en castellano, en 1946, estaba prologada por Azorín, quien, cuarenta años atrás, había presentado a Prat de la Riba como uno de los españoles más eminentes. En los años 50 del siglo pasado, se sucedieron importantes proyectos, bien historiados por Jordi Amat, en un libro de referencia, Las voces del diálogo (Península).
ABC, 5 de febrero 2007, presentó ese libro de este modo: El diálogo entre poetas catalanes y castellanos viene de lejos y es muy constante
BARCELONA. «Las voces del diálogo», del filólogo J. Amat, es un ensayo que, en una España en plena discusión sobre su vertebración, recuerda «la voluntad de entendimiento que nos enriquece a todos», como la que existió entre intelectuales castellanos y catalanes durante los años 50 (del XX); relata cómo intelectuales españoles intentaron establecer puentes entre ambas culturas, «no es sólo reconstrucción del pasado», es un retrato que va de 1951 al 54.
Años germinales
A lo largo de la obra planea la sombra de Dionisio Ridruejo, que en los 40 fue desterrado a Cataluña, donde realizó actividades culturales, editoriales y políticas. El libro se centra en el período 51 y 54, que fue, seguramente, el de relaciones más fluidas entre escritores de lengua catalana y castellana, que se materializaron en los congresos de Poesía de Segovia, de 1952, y posteriormente en los de Santiago y Salamanca.
Propuestas de intelectuales de la talla de Vicente Aleixandre, Dionisio Ridruejo o Rafael Santos Torroella, en las que se implicaron, al principio con reticencias, grandes exponentes de la cultura catalana del momento como los Manent, Carles Riba, Jaume Vicens Vives o Maurici Serrahima, entre o- tros, permitieron crear una base de entendimiento cultural.
El autor opina que no es quién para restablecer esos puentes entre ambas culturas, sí insiste en que éstos «existieron» y propugna que el diálogo se reprodujera, pero es una cosa que necesita de las dos partes, en beneficio de todos.
Amat se involucró en este proyecto casi por casualidad ya que para un trabajo de literatura, en su etapa universitaria, decidió estudiar la correspondencia entre Pla y Unamuno y para ello, se vio obligado a recurrir al historiador Albert Manent, que le propuso el argumento del ensayo. Reconoce que durante su investigación ha descubierto tener una idea preconcebida que luego resultó equivocada, de muchos de los personajes que fueron protagonistas del período, como por ejemplo Rafael Santos Torroella, un hombre condenado a muerte, que se salvó gracias a la ayuda del falangista, Tovar.La gran actividad cultural de la Barcelona de los 50 la atribuye a su distancia del poder central, que permitía otro clima.
La Vanguardia, 23 enero 2007, presentó Las voces del diálogo de este modo: Un ensayo aborda el insólito encuentro entre intelectuales franquistas y catalanes en los 50
XAVI AYÉN – BARCELONA – 23/01/2007
Jordi Amat publica Las voces del diálogo, sobre la relación entre intelectuales vinculados al franquismo con autores en catalán
Tras el descalabro moral e intelectual que supuso la posguerra española, algunos escritores afines al nuevo régimen protagonizaron en los años cincuenta lo que el filólogo Jordi Amat llama «una rectificación de los postulados iniciales» para abrirse a la pluralidad lingüística y, en concreto, al catalán. Desde Dionisio Ridruejo hasta Pedro Laín Entralgo, fueron varios «los mandarines de referencia» que tendieron puentes hacia la cultura catalana y, reivindicándola, «impugnaban los principios ideológicos del régimen». De los intentos – en ambas direcciones- trata el nuevo libro de Amat, Las voces del diálogo (Península), que su autor presentó ayer en Barcelona.
La idea inicial de Amat era analizar los congresos de poesía que reunieron a poetas de ambas lenguas en Segovia (1952), Salamanca (1953) y Santiago de Compostela (1954). De hecho, las jornadas de Segovia supusieron, a decir de Amat, la consagración española de Carles Riba, «la gran figura del resistencialismo cultural, hasta entonces prácticamente desconocido en España y que salió de allí ungido como la referencia de la poesía catalana, tal vez por eso él mismo había vetado la presencia de Sagarra».
Las voces del diálogo reconstruye también episodios de la intensa correspondencia – buena parte , inédita- que se cruzaron escritores de ambas orillas del Ebro. Por el lado catalán, aparecen diversos personajes (un joven Castellet, Martín de Riquer, Jaume Vicens Vives…) y posturas enfrentadas, desde la vitriólica crítica que llegaba desde el exilio contra los pactistas hasta la intransigencia interior ( «por ejemplo, Ridruejo no consigue que Joan Triadú acuda a la cita»).
El sueño no fue posible. «El franquismo no podía tolerar el catalanismo – asevera Amat-, ni el uso normal del catalán. Asimilarlo como algo perteneciente a la cultura española entraba en contradicción con los principios mismos del régimen».
Entonces ¿de qué sirvió todo aquello? «De mucho – apunta el autor-. Hubo números monográficos de importantes revistas culturales dedicados a la literatura catalana, numerosos artículos sobre ella, y la editorial Selecta pudo publicar libros en catalán que tuvieron bastante difusión». Es decir, que «el proyecto de Dionisio Ridruejo, acabar con la división entre vencedores y vencidos, no triunfó, pero ideológicamente asestó al franquismo un duro golpe, pues, a partir de ahí, queda claro que el régimen es, en lo intelectual, una caja vacía, incapaz de sumar pensadores serios a su causa, y la oposición se da cuenta de que debe contar con el catalanismo».
El ensayo de Amat muestra que toda simplificación traiciona y que las biografías personales dibujan múltiples variables. La división entre comprensivos y excluyentes afecta a los intelectuales de Madrid, pero a ellos se les suman ejemplos catalanes, como Carles Riba, en el primer caso, o Jaume Vicens Vives en el segundo.
Sobre el actual clima de crispación política, Amat afirma que «la conexión entre la historia y el presente parece evidente: un joven Marià Manent se encontró, en las paredes de Segovia, pintadas que llamaban al boicot de los productos catalanes; se habían mantenido desde los tiempos de la República».
Ramon says
Lo cierto es que el pensamiento de Franco sobre el tema lo comparten la inmensa mayoria de los españoles, y toda esta charleta entre españoles y catalanes, es una tremenda perdida de tiempo. De hecho, no hay ninguna razon por la que debamos entendernos: somos dos pueblos distintos, guste o no, y unir lo distinto a la fuerza, fisica o ideologica, no deja de ser una barbaridad. Donde esta escrito que debamos entendernos? Lo mejor es la ignorancia mutua.
JP Quiñonero says
Ramón,
Efectivamente, pudiendo odiar ¿para qué intentar comprender al vecino?
Recuerdo a Solzhenitsyn: “¿De qué campo / pueblo soy?” “Del pueblo / campo de concentración”.
Hay quienes prefieren el tiro en la nuca de la ignorancia al esfuerzo de leer. “¡Cuando escucho la palabra cultura saco la pistola!”.
“Español” es una palabra gascona introducida en España hacia el año 1000 para nombrar a todo tipo de moros, euskaldunes, judíos, cristianos, murcianos, catalanes, andaluces y demás canalla,
Q.-
PS. Me caigo de sueño. Me dormiré soñando que escucho las habaneras de mi infancia…
Unomás says
El punto de vista de Ramon es el de muchos españoles: ignorancia mutua. Pero estando la comunidad autónoma catalana y la mayoría de territorios catalanohablantes dentro del llamado Reino de España, ¿de verdad creen que los catalanes pueden ignorar a los españoles? En primer lugar, prefiero no ignorar mi ignorancia (y no cubrirla de absurdo sentido), y en segundo lugar, en caso de que coincidieramos en que no podemos convivir (lo cual podría ser, a los ojos de la historia, justificable, dados los choques culturales incesantes), me parece una aberración considerar que uno que existe por si sólo (español) y otro que no puede existir si no es con el permiso del primero (catalán), puedan tratarse del mismo modo. Aclarado ésto, debo decir que mi postura personal es la de conocimiento, no sólo de las culturas vecinas, sino de todas las que puedan enriquecernos (ésto es: de todas). Más allá de simpatías y antipatías (que son ineludibles de lo sensible), la cultura es el pilar del comportamiento, y no sólo del conocimiento. Un pueblo que basa su cultura en la ignorancia puede actuar, como decía Machado, despreciando todo cuanto ignora. Y un pueblo que basa su cultura en la confrontación ilimitada puede acabar con todos los desórdenes freudianos habidos y por haber.
El problema de raíz, creo yo, es cultural. La mayoría de españoles nunca ha podido entender porqué los catalanes que son administrativamente españoles, pueden tener igualdad de condiciones en cuanto a su nacionalidad, lengua y cultura, respecto a las castellanas (que de ahí viene la lengua de España y su estructura política). Y la mayoría de catalanes dejan el tema de la comprensión por perdido (incluso el mismísimo Maragall). El porqué de todo ello es cultural e histórico. La lengua catalana siempre había sido la lengua del pueblo, de las instituciones, de la política y de toda la vida pública en los hoy llamados Países Catalanes. En el siglo XVIII, como sabéis, esto cambia por la fuerza de las armas, pero el pueblo no cambia. Llegan (tarde y mal) los primeros intentos democráticos a principios del XX, las primeras dictaduras y dictablandas, pero el pueblo de cultura catalana sigue sin cambiar. ¿De hecho puede sustituirse una cultura por la fuerza? Sólo si es anihilada y esto sólo puede suceder con la colonización u ocupación de territorios por los de la cultura ocupante. Esto ha pasado y pasa en todo el mundo. El estado de derecho tiene las mismas fauces que el estado absolutista. Mismos intereses, misma oligarquía, pero diferente sistema… El gobierno chino ha promocionado insistentemente el establecimiento de chinos Han en el oeste del país (Tibet y Xingjiang), donde hay culturas nacionales distintas cada vez más en minoría. En América, en otra escala, también pasó lo mismo con las antiguas colonias españolas, portuguesas e inglesas. ¿Y en Cataluña? Hay documentos que prueban que hubo planes de la Falange para promocionar el establecimiento de no catalanes en Cataluña (y no es ésto obra del demonio, como hemos visto, sino política moderna de asimilación). Inlcuso con un boom migratorio de estas características, y considerando que la cultura catalana no empezó a tener cierto poder (y limitado en lo provincial) durante los años ochenta, es increíble que aún esté vivo el movimiento catalanista. De hecho esto muestra la importancia de la cultura, que a veces sobrevive incluso en momentos críticos y pasa a otras generaciones. Por fortuna, la mayoría que llegaron, aunque no conociesen la cultura autóctona, fueron muy respetuosos y bien acogidos. Como suele pasar también en estos casos, siempre hay una minoría que actúa con una mentalidad colonizadora (y ciertos recuerdos de ciertos régimenes). Y justamente este colectivo es el que mantiene vivo el odio catalanes-españoles. Yo no sé si me equivocaré diciendo esto, pero creo que en Madrid o en Sevilla, por ejemplo, no hay catalanes residentes que busquen asimilar a los nativos a su cultura, lengua y manera de hacer. Esto en Cataluña aún hoy día pasa, aunque, me ha parecido observar que, desde medianos de los noventa aproximadamente, el gobierno catalán – espoleado por el hastío de los catalanes ante este colectivo que actúa impúnemente – reforzaron las leyes autóctonas de protección de lo cultural.
Para acabar – y disculpas de nuevo por la extensión – creo que la relación Cataluña-España hubiese sido distinta si Dionisio Ridruejo y el gobierno de entonces hubiese visto como algo natural de España, la cultura catalana. Pero ni entonces ni ahora lo fue, y por ese motivo hay estas pugnas. De hecho la historia de España está plagada de ellas, justamente desde la época en que empezó su decadencia mundial.
Ramon says
JPQ,
Ignorar al vecino no es pegarle un tiro en la nuca, y no puedo dejar de subrayar que el hecho de sugerirlo me parece, y lamento tener que decirlo, una canallada. Ignorarle es solo pasar de el. Nada mas. Creo que es un error considerar que la contiguidad geografica deba implicar contiguidad cultural, y mucho menos amistad. Nada demuestra eso, de hecho el enemigo historico suele ser el vecino (España-Francia, Francia-Gran Bretaña, etc). Los ingleses o los alemanes que viven en Mallorca, Canarias o el llamado «Levante Español», pasan olimpicamente de sus vecinos españoles (si es que los hay, que a menudo ni eso) y viven entre ellos a su gusto. Los ingleses y americanos expatriados suelen vivir en un circulo cerradisimo, y a menudo pasan diez años en un pais sin aprender el idioma y completamente indiferentes a las costumbres locales. Porque los catalanes (y los españoles) no pueden hacer lo mismo? Desde luego eso no prohibe a nadie organizar encuentros cruzados o juegos florales mestizos. Cada quien se entretiene como puede.
En cuanto a lo que significa la palabra España hace 1000 años, pues lo cierto es que me importa un comino. La filologia esta bien como diversion, pero no creo que deba condicionar el vivir de nadie.
Unomas,
– Si, creo que la ignorancia mutua es posible. De hecho esta bastante implantada, aunque quede feo decirlo. En Cataluña hay dos comunidades (al menos) que asisten a distintas fiestas, ven diferentes canales de television, compran distintos periodicos, hablan idiomas diferentes y, sobre todo, tienen un corpus cultural distinto, y, desde luego, se ignoran. No hay nada de malo en ello, solo es un hecho. Y es desde luego preferible a un conflicto a lo serbio. No cree?
– Puedo asegurarle que yo, catalan, vivo sin permiso de los españoles, y desde luego no acepto que ningun español me trate de «menos» por el solo hecho de ser catalan, como usted parece sugerir que es algo logico y evidente
– Ya que pone usted el ejemplo chino en el Tibet, ya me contara que diferencia hay entre este caso y el de los españoles en Cataluña. Aqui ha habido primero invasion militar (mas de una vez, por no hablar del bombardeo periodico de la ciudad, algo que el mismo Azaña, un español supuestamente civilizado, califico de buen metodo de gobierno), despues una invasion migratoria que no es exagerado calificar de proceso de substitucion de poblacion, y asi hasta ahora, cuando a falta de andaluces, el gobierno español nos manda riadas de sudamericanos. Unos y otros ya son aproximadamente la mitad de la poblacion, probablemente bastante mas, y la actitud no ya de colono, sino de sencillo ocupante, es bastante comun entre ellos. Lease las declaraciones de los «Ciudadanos» y lo comprobara, o la actitud de los jueces españoles cuando alguien reivindica su derecho a ser juzgado en catalan.
– El gobierno «de entonces» no podia ver la cultura catalana como algo español, por la sencilla razon de que para evitarlo habia hecho una guerra, y la habia ganado, lo que le daba la razon, al menos a efectos practicos. No sere yo quien le desmienta.
Una de las cosas buenas de la democracia es que permite a cada quien y a cada grupo (cristianos, ateos, musulmanes, budistas, homosexuales, o catalanes) vivir a su gusto siempre que no se metan con nadie. Pues a eso me atengo. No soy partidario del sistema frances basado en el ciudadano hecho a golpe de molde, igual a otros millones de ciudadanos clonicos. Me ha parecido notar que a muchos asiduos a estas paginas les mola el republicanismo frances, y sueñan con verlo instalado en España. Pues a otros eso nos revienta, y como, mientras no nos metamos con nadie, tenemos derecho a que nadie se meta con nosotros, pues pensamos hacerlo. Para empezar yo propongo el doble circuito escolar, uno en catalan y otro en castellano, asi se acabara la murga de los españoles residentes en Cataluña, y una convivencia en la escuela, indeseada por la mayoria. Se ha hecho en el Pais Vasco y no se han abierto por ello los cielos. Y despues … lo que se pueda.
JP Quiñonero says
Ramón,
1. La filología, en general, y los diccionarios históricos, en particular, sirven para conocer el sentido e historia de palabras como “español” y “catalán”. Sin saber de donde vienen y que dicen esas palabras, se corre el riesgo de decir tonterías.
2. Hay 43,76 formas de ser catalán. Y unas 556,2 formas de ser español. Que cada loco piense lo que quiera sobre sí mismo es indispensable. Que alguien pretenda tener la verdad sobre la verdadera identidad de tales condiciones es algo peregrino. Y pretender imponer tal opinión es algo Policial. Policial con P Mayúscula. Policial.
3. El enemigo histórico puede ser el vecino, el hermano, el padre, la novia, o una moza de una comisaría de Barcelona.
4. No hay una solo edificio de Barcelona donde haya catalanes de una misma catalanidad exclusiva. En Caldetes, tampoco. Ni en Mataró. Ni en Girona.
5. Ignorar al vecino, colgándole el san benito de una identidad real o imaginaria es algo muy similar a pegarle un tiro, no siempre metafórico: es negar su derecho a percibir su identidad y la identidad del vecino de distinta manera.
6. Colgar identidades en el cuello de los vecinos de edificio, calle, pueblo, ciudad, comarca, región, nación, es clasificarlos etnográficamente: técnica que encantaba a nazis, comunistas y policías.
7. Para colmo, se puede ser catalán, vasco, murciano, gallego o guatemalteco, y perfectamente idiota: la identidad no comporta forzosamente ninguna virtud particular. La sardana, las sevillanas, la sobrasada mallorquina, los pesols del Maresme o el salchichón de Vic tampoco.
Q.-
Luis Rivera says
Cuatro apreciaciones nada más:
1 – Dionisio Ridruejo tuvo muy claro cual era la cultura catalana y fué el promotor de su afianzamiento y promoción, en la medida en que pudiera hacerlo, ya desde su situación externa al régimen. No hay que olvidar, que lo olvidan o lo ignoran los contertulios, que estuvo desterrado en Sant Cugat del Vallés varios años, y allí se relacionó con la cultura.
2 – Como catalán que soy, ninguna de las dos opiniones que se vierten aquí, me representan. ¿Que derecho tiene nadie a hablar de «los catalanes»? Cataluña no ha sido nunca una entidad monolítica en pensamiento o acción, ni en el siglo XVII ni en el XVIII. ¿Quien se arroga el derecho a guardar las esencias del patriotismo?
3 – Como catalán que vivo fuera de Cataluña, nunca me he tenido que asimilar a ninguna cultura para alcanzar ningún puesto en la vida, y he ejercido mi acceso a ella, a la cultura propia del sitio y a la universalidad con total libertad.
4 – El conflicto entre culturas existe y es el que representa que una lengua minoritaria se expresa en «cultura» frente a otra mayoritaria cuya «cultura» es de por sí expansiva. Añadamos a esto los efectos trágicos del enfrenmtamiento civil.
Jesús Cardona says
A mi tampoco me gusta el republicanismo francés, lo que Ramon decía del ciudadano hecho a molde desde arriba. Y hay millones de maneras de sentir la identidad. El problema es cómo se articula política e institucionalmente todo ello. Si en Catalunya hay un sentimientos nacionales diferenciados, la oposición legal y política a un referendo de independencia sólo se entiende porque las guerras se ganan y se pierden por algo. Por último, el término «Comunidad Autónoma» y sus adjetivos derivados los encuentro horrendos.
Unomás says
Luís, Dionisio Ridruejo quedó en evidencia cuando quiso tender un puente cultural y los del «bando nacional» no aceptaron compartir su espacio con «los otros» (me recuerda a una película). Después de aquello hubo – y es cierto – cierta ignorancia militante hacia el otro, pero debo subrayar que, aunque son netamente distintos en lo cultural, un catalán administrativamente español está forzado a conocer unos mínimos (o máximos) de cultura española (TV, música, literatura, etc.) que, por contra, un español no catalán jamás de los jamases ha tenido respecto a la cultura catalana (así nos va, o así quieren que nos vaya). Es decir que mientras la cultura catalana puede beber de varias tradiciones, la española sólo bebe de una (y a menudo sin mesura). Pasa lo mismo con un catalán administrativamente francés (como los escritores Joan-Lluís Lluís y Joan Daniel Beszonoff o los músicos Pascal Comelade y Gerard Jacquet). Estos tienen por la fuerza una serie de referencias francesas que los franceses nunca tienen o han tenido jamás respecto a los catalanes. Podríamos seguir con andorranos, araneses, franjolinos y alguereses.
Pero esta doble, triple o múltiple fuente cultural de los catalanes, si bien es perfectamente rica (como cualquier dieta, cuanto más variada mejor), tiene sus pequeños inconvenientes, que no son tan culturales como políticos. A pesar de las impresionantes tonterías que se oyen respecto a los catalanes en España, éstos no tienen ningún poder de facto a nivel estatal, ni soberanía política, por tanto, aunque Ramon prefiera ignorarlo, tanto la Generalitat como cualquier individuo catalán debe existir siempre con el permiso de España, una lata ciertamente, pero una penosa realidad. Hay sólo una autoridad, la española: esto de las autonomías es el pastel más grande de la historia de España, ya que aún hay competencias que llevan 25 años esperando ser traspasadas, hay un montón de incumplimientos, y ni siquiera se hacen públicas las balanzas fiscales del estado, como hacen todos los estados civilizados. La Generalitat dista años luz de la Generalitat histórica de antes del XVIII, es más bien un gobierno provincial con ciertas competencias (que no las principales: justicia, hacienda y poder legislativo). En cambio me pareció bien lo de dar autonomía a otras regiones de España que no habían luchado por ella, ya que así se daba responsabilidad e intentaba descentralizar la administración, pero todo ello es en vano si lo comparamos con la independencia que tienen los estados de EEUU o los länder de Alemania (por poner sólo 2 ejemplos). Para colmo ni siquiera es legal hacer referendums de autodeterminación (que sí pueden hacerse en estados como Canadá, aunque los de Quebec siempre sufren de alguna irregularidad) y, en vez de eso, se apela al ejército para asegurar la unidad de España (civilizadísimo comentario del bufón Albert Boadella, justificado en la Constitución vigente).
Sobre identificar a «los catalanes» como grupo, ni tú, ni yo, ni Ramon, representamos a los catalanes. Los catalanes es como decir los ingleses o los alemanes. Hay tantos que siempre es inconcreto generalizar. ¿Y quiénes son los españoles? ¿Quiénes los representan? Otra inconcreción. Lo que pasa es que los individuos (y todo en la vida) tienden a buscar simplicaciones conceptuales y ahí sí que entra un tipo de «imaginario colectivo» (un poco a lo Jüng), que formaría parte de los catalanes: mediterráneos del oeste, herederos de íberos y griegos, con un pequeño toque histórico musulmán, latinos, góticos, confederativos, luchadores, orgullosos, trabajadores, anárquicos (supongo que de aquí viene que no tengamos «sentido de estado»), y, porqué no, estúpidos, borregos, provincianos, aburgesados, tenderos, peseteros (peseta viene del catalán «peceta») y obstinados. Eso sí: tacaños, no. Es la peor mentira histórica sobre nosotros. De todos modos, decir que «ésto» me representa y «aquello» no me representa, no puede ser de ninguna manera un símbolo de un colectivo cultural, sino el símbolo de una individualidad. Lo que a mi me representa quizás no es lo que representa la cultura catalana. De hecho yo mismo, me considero bastante peculiar. Me gusta mi cultura, pero estoy a años luz de muchos catalanes. Lo mismo pasa en todo el mundo. Hay de todo.
Jordi says
¿Perdón? ¿En qué Catalunya? Y lo más importante, ¿a cuál pertenece alguien como yo? Que, antes de que me enviaran de paseo a los EE.UU., disfrutaba tanto de la Feria de Málaga como de la Patum de Berga. Que tanto veía CSI en T5 como Porca Misèria en TV3. Que el domingo tenía en casa El Periódico en castellano (lo que tiene la lengua materna), pero leía el periódico de la comarca (El 9 Nou) cuando las circunstancias así lo disponían. Que hablaba en casa en castellano y llevaba las sesiones de entrenamiento en catalán. Y, sobre todo, que tanto lee libros en catalán como en castellano. ¿A quién ignoro yo? ¿A los catalanes, a los castellanos o mando a todos a paseo y me aíslo en mi propio mundo?
Ramón es muy libre de ignorar a quien quiera (quizás sería mejor ignorar a quien no cae bien, más que al que viene de otra zona de la Península Ibérica), pero decir que los catalanes y los castellanos se deben ignorar me parece un pensamiento utópico y son ganas de encajonar a la gente. Vamos a dejar a cada cual que haga lo que quiero y mejor digamos «yo voy a ignorar/ignoro a los castellanos porque…». Guetos se forman en todos lados, pero cuando ves, por poner un ejemplo totalmente frívolo, lo que han hecho los guetos a la gastronomía que se puede disfrutar en Nueva York, uno no puede evitar pensar que igual la globalización no es tan mala después de todo. Una cosa es que haya interacción y la otra es homogeneizar y ponernos a todos del mismo patrón.
Ajá… o sea, que yo, por tener padre gallego y madre andaluza, soy menos catalán que usted y he substituido a un auténtico catalán. A mis padres no los envió ningún gobierno a Catalunya. Los envió la penuria que se vivía en su casa y, aunque suene a topicazo, la búsqueda de una vida mejor. Lo mismo que ahora trae magrebíes y sudamericanos.
El de ahora no ha ganado ninguna guerra, sino unas elecciones. ¿Tampoco puede ver la cultura catalana como algo español, o peninsular o como quiera llamarse?
Siento volver atrás unos pocos comentarios, pero yo soy de los que creo que la interacción social es de las mejores cosas que hay en esta vida y no veo bien porqué hay que tachar a alguien sólo por venir de donde viene o por hablar como habla.
Pues eso…
JP Quiñonero says
Luis, Jesús, Unomás, Jordi,
Con el primer café del día, la abrumadora sensatez de vuestras razones me reconcilia con casi todo lo esencial, que no es poco: hablando no siempre se entiende la gente; pero ayuda mucho, y se aprende mucho más…
Gracias…
Q.-
Luis Rivera says
¿Quie quiere decir ponerse en evidencia? Ridruejo fué un hombre dialéctico, y en ese proceso topó con Sant Cugat del Vallés y con Cataluña. ¿Porqué en evidencia?
En todo ese proceso histórico que termina en algo compuesto por nostalgia y hostilidad, me pierdo. Conozco la historia tan bien como cualquiera. mucho más que muchos. No me voy a perder en ella porque es historia. Ni se me va a ocurrir reivindicar nada de ella. Mi histroria real empoieza en 1944 y hasta hoy.
Los catalanes no somos un grupo homogéneo. Políticamente la carrera es nacionalista porque parece que alguien ha fijado esa meta y hacia allí se corre. Los nacionalistas son gente acostumbrado a crear siempre un espoejismo tras otro, cada cuatro años empujan la meta más allá, cada cuatro años tienen una nueva queja, nunca están a gusto y arrastran a los demás. Surgen del silencio, siempre surgen del silencio. Viví la etapa de anterior a la muerte de Franco en dos partidos, y nunca les tuve presentes como entidad. Estuve en el Club de Amigos de la Unesco de la calle Lauria con Heribert Barrera de Presidente, y muy poco había en torno a él, que si reivindicaba un catalanismo militante y nacional. También conocí a Porter, y a Llaurador.
Siempre, en estos años, ha habido una meta y un desencanto que ha justificado un nuevo ente. Ahora Maragal, en su carta de adios reivindica la patria europea.
¿Sustitución de población? ¿Comparación con China? ¿No hay más ejemplos? Catalunya, de la mano con el gobierno de Madrid que planteó el proteccionismo para sus productos, ofreciéndole el mercado español en bandeja (recomiendo la lectura de «El imperialismo catalán» de Ucelay de Cal) absorvió a una inmensa capa de inmigrantes que salían de la miseria atroz. Llegaron así mis abuelos. Mis padres ya se expresaban en catalán, y lo escribían. No me apetecen lecciones de catalanidad. Hay algo que me resulta tremendamente hostil y es hablar tanmto de la esencia de uno mismo. Creo que ninguna entidad nacional habla tanto de si misma y alimenta tanto la hostilidad hacia su enemigo natural (determinado por ella) para crecerse en argumentos.
Hay una Cataluña me agobia en ocasiones. No hablo de historia sino de presente. Me agobia esa constante charla alrededor de si misma, ese constante buscar razones para demoler al «otro» que la mira perplejo sin entender a que viene todo eso. La reivindicación permanente, el enfurruñamiento permanente, la actitud de soberbia interior: «somos los mejores, somos los primeros, los demás no trabajan, los demás no saben, los demás no crecen» mientras los demás a pico y pala aportan su trabajo, la parte de la sociedad necesaria junto al capital, para hacer progresar la ciudad.
La historia de Cataluña ha sido siempre el resultado de una demografia escasa. Esa realidad histórica, para los herederos de aquel pensamiento nacional catalán anterior a Felipe V (cuando por cierto no toda la Cataluña actual era homogénea), se compensó con una sustitución poblacional que en realidad fué una aportación del trabajo para generar plusvalías. Y, para aquellos herederos, insisto, herederos, se trataba a partir de la Reinaxença, de implantar un proceso de asimilación con una oferta de escalado social. Esa es la asimilación catalana, pasar a formar parte de la burguesía.
Hay una frase que, curiosamente, ilustra ese deslizarse hacia lo nacionalista para hacer política y es de Companys, cuando se adelantó a Maciá para proclamar la República catalana, cogiendo a l’avi pon el pié cambiado. Dijo: «ara no dirán que no soc nacionalista». Es que hasta entonces no lo había sido, nadie lo hubiera sospechado por lo menos. Como el General della Rovere de Rosellini, tal vez sufrió una transformación radical durante el uso (o mal uso según se mire) del poder. Nada que objetar salvo que él mismo reconoció que el nacionalismo no se le notaba con anterioridad a aquel hecho.
No creo en las conspiraciones nacionales de ningún tipo ni me he encontrado en mi vivir cotidiano por España con ningún conspirador. Pero pienso que «los extremos no se tocan» sino que «topan» y de esas chispas nos debemos proteger los demás.
En fin: que l’hi farem? Dejo la polémica, porque me irrita mucho y se me nota en el jardín. Cómo escribe Q en ocasiones, me caigo de sueño…
Unomás says
Estimado Luis, para mi es igual. Estoy cansado – o hastiado, mejor – de tanta reivindicación, de tanta Cataluña, pero ¿sabes? este tipo de reivindicaciones no vendrían a cuento si no hubiera un machaque constante, una cierta amenaza desde algún frente. Esta reindidencia en lo mismo es a menudo formulada desde fuera de Cataluña, aunque eso no quiere decir que seamos mejores (aquí no hay mejores ni peores), simplemente hay un desequilibrio entre la información que se recibe en Cataluña, respecto a la que se recibe en el resto de España. Creo (eso sí lo pienso) que estamos mejor informados por ver TVE y TV3, por poder leer la historia de unos y de otros, de poder hablar varias lenguas y beber de varias tradiciones, etc. Yo no me creo mejor, ni mucho menos creo que mi país sea mejor. Yo sólo quiero una normalidad que los catalanes no tenemos, que es mirar el periódico cada día y no escandalizarse por lo que dicen tus «teóricos» representantes sobre tu país y tus conciudadanos. Y me refiero a los ministros y hombres de estado, no a los mequetrefes de la Generalitat que, como sabrás, juegan un papel secundario en la política, son segunda división. Quienes cortan el bacalao ya sabes lo que suelen decir en los medios y como suelen tratar estos temas «periféricos», con lo cual el debate nacionalista se reabre, como se reabre una vieja herida. El nacionalismo no es más que una reacción, ¿no lo has pensado nunca en esos términos? El nacionalismo español es una reacción cuando se ve amenazado y el catalán igual. Y así todos los nacionalismos. Nacionalismo es sólo reivindicación de una identidad político-cultural, nada más. Si ahora le cambiasemos el nombre a «proteccionismo cultural», por ejemplo, no cambiaría el significado.
Sobre eso de esencias patrias, inmigración y demás, creo que es un falso debate que no tiene el significado que algunos le quieren dar. Cataluña siempre ha sido tierra de inmigrantes, por su situación geográfica, por su política transfronterera, por todo. No creo que eso haya ido en prejuicio de los recién llegados. Supongo que sabrás que el apelativo «charnego» empezó a decirse de los occitanos del siglo XVII, acabó significando hijo de progenitor catalán y no catalán y ahora ya se utiliza indiscriminadamente para cualquier cosa (hasta parece que quede bien y todo, está de moda), sobretodo desde los medios, aunque yo en la calle casi nunca lo he oído (porque en origen es una palabra peyorativa y aplicada al no integrado, no a una hipotética «raza», que en un país de charnegos como el nuestro es irrisoria). Lo que antes tenía Cataluña y ahora no tiene es poder de decisión, es decir, soberanía política. Pero como dices la historia empieza cuando uno nace, no tiene nada que ver con tiempos pasados. Si lo tomamos desde este noble punto de vista, da igual. Muchos estados aceptan su caracter plurinacional y tienen leyes democráticas que favorecen la soberanía de los pueblos que la conforman. España no es este tipo de estados (ni en 1944, ni en 2007). Ahí una reivindicación del nacionalismo es perfectamente natural, guste o no. Y creo incluso que a la mayoría de nacionalistas no les gusta serlo (es decir preferirían no tener que «reaccionar»).
Por último deja que te diga que me parece soberanamente aburrido y cansino este tema, pero te diré porque participo en este tipo de debates «identitarios». Normalmente veo un grado tal de desconocimiento general (de los datos, de las reivindicaciones, de los contextos, etc) que no puedo evitar participar y plantear los mismos temas desde otros puntos de vista (muy ninguneados). De hecho hay un grave problema con los medios de comunicación en España (un ejemplo son los medios valencianos, con un intervencionismo absoluto – y eso que son «liberales», en teoría, claro). También ciertos periódicos considerados «serios» no pasarían de «tabloides» en muchos países, y en ciertas cadenas de radio, su populismo y manipulación de la información son tan exageradas que da miedo ser de este país. Esto no es una situación normal. En situaciones anormales como estas es lógico que haya nacionalismos, aunque a mi me gustaría abrir el periódico y leer cosas más interesantes, no que si los catalanes por aquí, los vascos por allá y lo mismo de siempre.
JP Quiñonero says
Luis, Unomás,
OK en el coñazo identitario, claro. En el terreno político y desinformativo, no hay nada que hacer. Sospecho.
Percibo, sin embargo, la emergencia de sensibilidades culturales, prestas a intentar comprender algo a partir de la raíz cultural…
Toco madera,
Q.-
Luis Rivera says
Unomas, una vez más y valga la pequeña broma, estoy casi de acuerdo contigo. Estoy hastiado de patrias y de todos. Trataré de leer mejor para comentar algunas cosas de lo que has escrito, como cierre. Me encanta que al final estemos cerca de puntos de vista comunes o enfrentados, pero reflectantes. Ya te contestaré más tarde.
maty says
Ahora me toca a mí…
En 1978 se aprobó por referéndum la Constitución Española, por más del 90% de los españoles con derecho a voto y lo ejercieron, en una votación de circunscripción única. Poniendo la lupa y particularizando en función de las autonomías posteriores -cuya legitimidad deriva de la anterior-, el 90% de los catalanes y el 68% de los vascos que votaron también la aprobaron.
Resultados del referéndum constitucional por autonomías
Muchos todavía creen que fue rechazada en el País Vasco, tanto se ha generalizado la mentira repetida una y otra vez por los nacionalistas excluyentes vascos y catalanes.
Antes que español o mal catalán soy PERSONA. Con derechos y deberes, contemplados por la Constitución Española, la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros Tratados Internacionales subscritos por el Reino de España y que limitan, en cierto modo, la soberanía.
Cuando alguien centra su discurso en la ideología/creencia -sea cual sea- por delante de los derechos inalienables de toda persona, comienza a caminar en la misma senda que antaño recorrieron ideologías totalitarias o fanatismos religiosos.
Es inútil la discusión con los nacionalistas excluyentes, no se atienen a razones y sólo buscan imponerse a la sociedad, bien mediante formas democráticas o bien recurriendo a la violencia, tanto da. Sólo quieren IMPONERSE, no gobernar para el conjunto, anteponiendo su sectarismo militante al BIEN COMÚN.
Por tanto, en mi entender, los nacionalismos excluyentes han de ser combatidos sin ambages en el campo de las ideas, aplicando a rajatabla los diferentes Códigos que derivan de nuestra Constitución, sin miedo alguno. Ya está bien de consentir que se violen ciertas leyes y sentencias sistemáticamente, sin que el Estado intervenga para establecer la legalidad.
Y si los partidos que gobiernan en Madrid no lo hacen, habrá que crear otros o hacer nuevas políticas prescindiendo de ellos. Pero para ello es necesario una sociedad civil no adocenada, con personas capaces de pensar por sí mismas. Por ello es tan importante la Educación. Viendo la degradación del sistema educativo, no puedo ser más que pesimista sobre nuestro futuro, una vez que termine el actual ciclo expansivo de la macroeconomía basado en la construcción y en la producción de bajo valor añadido.
Antiguo Nauscopio Soy de extrema derecha, eso dicen
Unomás says
Maty, las constituciones en todos los países del mundo han sido reformadas y modificadas muchísimas veces. Al menos esto es lo que pasa cada dos o tres generaciones, dependiendo de si el pueblo lo pide o no. Esto pasa en todos los países de tradición democrática (puedes hechar un vistazo a esta página si quieres) y, si consideramos España como «país de tradición democrática», supuesto que, dado el tono de tu mensaje, deberíamos llegar todos a presuponer, has de saber que la única constitución en democracia fue la brevísima de 1931, es decir, la republicana. La otra es la actual, la de 1978, hace ya 30 años… Muchos españoles actuales no la han votado (entre ellos yo) y, por otra parte, el contexto histórico de la época era bien distinto (movimientos terroristas de derechas e izquierdas, disputas entre demócratas y falangistas, militares golpistas al cabo de tres años, etc). Así pues, aún en el supuesto de que el pueblo no quisiera reformar a día de hoy la Carta Magna (cosa muy discutible si nos fijamos en el debate político) y de que el 90% de personas de esa época fuera el 90% de personas de la actual (cosa muchísimo más discutible, a no ser que todos vivamos embalsamados), dudo mucho que consideres que el contexto histórico, político y social de 1978, tres años después de la muerte de Franco, es igual (o remotamente parecido) al actual.
Creo que el cambio es evidente en todos los sentidos y, por tanto, ni que fuera por higiene política, se debería reformar la Constitución, que no es la Biblia divina, ni una de las Sagradas Escrituras, ni tampoco el Santo Grial, sólo es un libro con unas leyes propuestas por unos señores hace 30 años, con un contexto político concreto, y votados por unos ciudadanos hace 3 décadas después de 40 años de dictadura franquista. Si me permites la comparación, es como pretender hacer pasar vehículos del siglo XXI por carreteras viejas del siglo pasado. Poderse se puede, pero evidentemente una carretera no es inamovible, cambia, se reforma, se adapta. No es pues esta Carta Magna de 1978 el equivalente de las tablas de Moisés iluminado por la guía de dios, son simples leyes, simples papeles que en todos los países del mundo «demócrata» se van adaptando a los nuevos tiempos.
Sobre tu interesante descripción, en lo legal, del concepto persona, sólo espero que en él tengas la amabilidad de dar cabida a los que tienen un pensamiento propio, sin distinciones, como hacen los demócratas. Si es así, yo también coincido con ser persona antes que de una nación, y antes que persona soy un animal que razona, y aún antes, un ser vivo. Pero los seres vivos de momento no tienen derechos globales (seguimos colonizando el mundo vegetal y animal para nuestro bienestar) y las personas, aunque cites la manida Declaración Universal de los Derechos Humanos, tampoco, porque no están protegidas de las políticas partidistas de los principales gobiernos teóricamente democráticos, que sólo miran por su interés y controlan la ONU a su antojo. Siendo realistas creo que los únicos que tienen derechos de facto son los «nacionales» de un país (porque una cosa es tener un derecho y la otra que tú lo ejerzas y los demás lo respeten, en lo cuál entra la soberanía nacional, ejércitos y demás maquinaria del estado) y en ese caso tú y yo, como personas de nacionalidad española, tenemos derechos, pero no como personas sin nacionalidad. Si pudieramos prescindir de la nacionalidad podría venir a nuestro país un kurdo, por ejemplo, y ponerse a votar en las elecciones generales, entrar y salir a su antojo del país, recibir seguridad social, etc. etc. y, creo que está bastante claro que esto no sucede, como tampoco nos sucedería a ti y a mi si nos fueramos a vivir a otro país de personas que no nos diera su «nacionalidad».
Bueno, pues aclarado esto (que a veces hay que aclararlo todo para evitar malentendidos) los nacionalistas excluyentes, como tú los llamas, ¿quienes son? Yo sólo conozco dos tipos de nacionalismos en España (corrígeme si me equivoco por favor): uno es el oficial, que dice que sólo hay una nación y una soberanía (la española) y otro es el reivindicativo que defiende su derecho a ejercer su condición de nación (aceptada justamente en la Carta Magna del 78, que habla de plurinacionalidad, nacionalidades y regiones) de manera normal. ¿Quiénes son de estos dos los excluyentes? Me encantaría que nos dieras tu opinión, ya que el diálogo nos enriquecería a todos.
Por último, comprendo que los nacionalismos «periféricos» no sean santo de tu devoción, pero eso no excluye que puedas dialogar con alguien que los defienda, ¿no?. Lo digo porque tu mensaje parece excluir esta posibilidad y ello me parece extraño en alguien que no está condicionado por doctrina alguna y que ve el mundo con una perspectiva tan amplia. Finalmente estoy de acuerdo contigo en la lucha contra la imposición y contra el pésimo sistema de educación que hay en España, pero para hacer algo al respecto, debemos recordar que los «nacionalismos periféricos» tienen poco o ningún margen de maniobra en este sentido, sino que es el «nacionalismo central», el español, el que actúa y tiene toda la maquinaria para hacerlo (un ejemplo doble de imposición y reforma del sistema de educacion es la hora de más de castellano en las aulas catalanas, que se ha hecho traspasando las competencias autonómicas). Lo digo evidentemente a modo de réplica a la parte final de tu mensaje. Espero que podamos dialogar sobre este y otros temas. Saludos.
maty says
Criterio La consejería de Educación no aplicará el decreto de enseñanzas mínimas del Gobierno
maty says
Criterio Menos horas de castellano en las aulas de las Baleares
J. Moreno says
Ufffff….qué página mas interesante.
Me he copiado varias de las intervenciones.
¡¡Nada hay de imperecedero!! Miles de años de CIVILIZACIÓN desaparecen en un segundo en cualquiera de los homínidos actuales.
JP Quiñonero says
J.Moreno,
Hombre… hablando se entiende la gente. A veces…
Q.-