El Dominio de las Musas, de Lorenzo Costa ca. 1460 – 1535
Imprescindibles para sobrevivir
Ignacio Gómez de Liaño prosigue con Extravíos (2007) la olímpica la construcción de su obra, majestuosa, que algo tiene de revocación de la historia a través de las artes de la memoria, la palabra y el Gran arte.
Si escribiese en inglés, francés o alemán, Ignacio recibiría el reconocimiento que merece: el de un gran maestro en disciplinas indispensables, sabidurías secretas o amenazadas, artes de la vida y la filosofía, historia general de la sensibilidad, etc.
Obras como El círculo de la Sabiduría (1988), Filósofos griegos, videntes, judíos (2000), El diagrama del Primer Evangelio (2003), Breviario de filosofía práctica (2005), entre tantas otras, son obras Muy Mayores, donde se roturan caminos inexplorados, mal conocidos y sin embargo indispensables de la historia de las filosofías occidentales y orientales.
Su obra literaria, y, en particular, sus novelas, Arcadia (1981) y Musapol (1999), abordan, en verdad, quizá, los mismos problemas, desde una óptica más íntima: el viaje iniciatico del narrador a las fuentes bautismales (geográficas, espirituales, etc.) donde su obra bebe los jugos nutricios que todo terminan por iluminarlo con sus revelaciones.
Basta a Ignacio un amistoso paseo madrileño, entre las plazas de Colón y la Cibeles, para descubrir en Madrid una ciudad mágica, que ahí está, ante nosotros, aunque nosotros no la veamos, incapaces de enriquecernos y comprender la íntima arquitectura espiritual de nuestra identidad. Extravíos (2007) (Siruela) prosigue ese épico viaje de Madrid a Madrid, vía Londres, Nueva York, Venecia, Hong Kong, Macao, Osaka… sin hablar de los inmortales pasajes espirituales que van de la ruta de los presocrático y Alejandro a los paisajes del alma de los budistas chinos y japoneses. ¿Cómo se construye un alma? ¿Es posible alcanzar la armonía interior que une todas las cosas visibles e invisibles de la creación? El viaje, de Madrid al cielo, en este caso, habla del tormento, la agonía y la revelación que termina por aflorar, al final de un largo viaje que nos condujo hasta las inhóspitas tierras de lo desconocido que se encontraba en otras ciudades, visibles e invisibles, y en nosotros mismos.
Algún día, me gustaría ser tan buen escritor como tú (perdona el tuteo) eres, Quiño. Siempre me impresionanan los comentarios que ofreces habalando de literatura. Algo que permite seguir la red como un sistema válido de comunicación.
Gonzalo,
Jo, te debo café, copa y algo que te haga tilín. Gracias Mil y Una…
Q.-
L’hora del lector/el senyor boix Alguns llibres esmentats i fins i tot comentats al programa del 22 de juny
He estado mirando en Archivo qué anotación dónde apuntar esta reseña de libros. Debiérias incluir el sumario RSS de la bitácora en vuestros seguimientos diarios, digo.
Por cierto, no he leído ni uno, y la mayoría de los escritores me resultan desconocidos. Patética mi ignorancia, oiga.
Maty,
De esa lista, los imprescindibles para sobrevivir (para mi sensibilidad: olvidando los clásicos básicos) quizá sean Joan Sales, Incerta glòria (obra maestra en su género, víctimas de varias “purgas”, acaba de salir una nueva edición francesa, sin pena ni gloria, hélas); Boris Vian, L’escuma dels dies (una alegría de vivir de lo que ya no hay); Miquel Bauçà, Carrer Marsala (un maldito catalán que tuvo que morir para subir a los cielos); Gonzalo Torrente Ballester, La saga/fuga de J.B. (un libro muy mayor, que tuve la suerte de leer en galeradas de su primera edición en la Destino de Vergés),
Q.-
Lo dicho, lo primero soy pintor, pero como me he leído Extravíos he dejado unas notas en la última entrada de mi blog. Nada especializadas, como las de Leonardo, a destiempo. Incluso me pregunto si no serán reminiscencias de Nietzsche, sin darme cuenta. En todo caso son espontáneas y sinceras.
En otro orden de cosas, tienen que ver con que, acabado Extravíos, he dado marcha atrás y me he puesto a leer Iluminaciones filosóficas, que merecería ser citado y traído a colación regularmente en todo el ámbito cultural hispano y foráneo.
Manuel,
Extraviados estamos todos,
Q.-
Acabo de terminar «Extravíos» del genial Gómez de Liaño. Y digo bien, pues no hace apenas unos minutos que he cerrado con lástima un libro que en principio me pareció harto pedante, sobre todo en la figura de Celso, pero que a medida que me adentraba en los viajes (exteriores e interiores) de aquél y su primo Marcial, gocé de una de las lecturas más gratificantes y armoniosas en mucho tiempo. Homo viator marceliano, Liaño nos presenta con majestuoso lenguaje el crecimiento personal de dos sujetos en un ambiente extraordinario e inconcluso (como casi todo en la existencia, que tiene siempre visos de empezar y nunca terminar). La construcción babilónica de esta pieza magistral -que debiera figurar entre los libros mejor escritos de literatura española- se asemeja a los templos orientales a los que hace constante referencia. Del extraviado sendero que nos llevaba a la cumbre, descubrimos final y fielmente quiénes somos, aunque no dónde nos dirigimos, pues no somos donde estamos, sino que siempre estamos cuando somos. Saludos
Ozymandías,
Oye, pues encantado con compartir tanto respeto por la obra de Ignacio,
Q.-
Si de respeto se trata, os recomiendo un libro perdido en el inextricable laberinto de olvido que me envolvió en una atmósfera de penetrantes pensamientos y abismos varios. Se trata de «Ensayos» de Montaigne en una preciosa y cara edición del Círculo de Lectores. No sé por qué os emplazo a tal lectura, pero creo que tiene mucho que ver con «Extravíos» del que tratamos. Un saludo. VALE
Ozimandías,
Hombre… Montaigne, casi con todo. Con Ignacio, también, sin duda,
Q.-