Hace siglos escribí que la obra última de Baroja, incluyendo los inéditos que continúan sin publicar, tantos años después de su muerte, dan al legado del más grande de los novelistas españoles del siglo XX turbadoras dimensiones inexploradas.
El nuevo libro de Miguel Sánchez-Ostiz, Tiempos de tormenta (Pío Baroja, 1936 – 1940) (Pamiela), confirma, para mi sensibilidad, al menos, tal convencimiento íntimo. Por muchas razones.