Nada versado en los arcanos de la alta política navarra, sospecho que el arco iris de sensibilidades ciudadanas de una comunidad foral de 601.874 habitantes (2006), y la complejidad de sus inestables equilibrios y relaciones de fuerzas políticas, algo tienen de microcosmos bizantino.
Me gustaría equivocarme, pero temo que el fantasma de la violencia callejera pudiera acechar por las esquinas, amenazando con manchar con sangre humana los luminosos valles y paisajes de los artistas navarros.
Los análisis de Florencio Domínguez me parecen razonables pero no invitan a un optimismo frenético.
La Vanguardia, 20 junio 2007.
Navarra
Florencio Domínguez
Desde el 27 de mayo pasado, los foralistas navarros se encuentran sometidos a los altibajos propios de la ducha escocesa. Hay días en que se relajan al recibir chorros de agua templada cuando, a través de amistades compartidas, le llega a Miguel Sanz el mensaje de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es partidario de dejar gobernar a UPN en solitario. Pero otros días se quedan helados al contemplar los pactos consumados entre el PSN y Nafarroa Bai en el ámbito municipal o al ver cómo las negociaciones entre estas dos fuerzas empiezan a concretar la estructura del futuro gobierno.
El tercer partido de Navarra, el socialista, muestra un deseo irrefrenable de hacerse con la presidencia foral, aprovechando que los números lo permiten. Esta circunstancia, de la que el mérito fundamental corresponde a los potenciales socios más que al propio PSN, ha llevado a los socialistas a interpretar los resultados de Navarra como si ellos hubieran sido los ganadores indiscutibles de los comicios. En la dirección del PSN se ha instalado el afán de recuperar la década larga que llevan alejados del poder en la comunidad foral. Es tal la pasión con que se han aferrado a la idea de volver al poder de la mano de Nafarroa Bai que si en Ferraz decidieran que al PSOE no le conviene esa operación, frenar a los socialistas navarros no iba a resultar tarea fácil, por más que Fernando Puras no sea José Montilla.
Los pactos con el nacionalismo en Navarra no es seguro que a medio plazo traigan cuenta al PSN. Hace cuatro años, los socialistas recurrieron a estos pactos para arrebatar cinco alcaldías a UPN, que había sido la lista más votada. Tras las pasadas elecciones, UPN ha recuperado tres de esas alcaldías con mayoría absoluta, otra ha ido a manos de la coalición nacionalista y al PSN sólo le ha quedado una de las cinco y eso gracias a los pactos.
La posibilidad de llegar hoy al poder es más irresistible que la reflexión sobre la factura que quizás haya que pagar dentro de unos años. O quizás sean esos temores sobre el coste de la factura los que están haciendo que el PSN desee llegar a la presidencia adquiriendo los menos compromisos posibles con Nafarroa Bai y dejando en manos de esta coalición la decisión de permitir que continúe UPN o poner en su lugar a los socialistas.
Un argumento que algunos medios – no los líderes socialistas- han utilizado para explicar el posible interés del PSOE en pactar con Nafarroa Bai en Navarra es que de esa manera se estaría en condiciones de promover el acercamiento de esta comunidad al País Vasco y se daría satisfacción a ETA en futuras negociaciones. Es una obviedad que la banda terrorista quiere no ya un acercamiento de Navarra a Euskadi, sino la formación de un único marco político con las dos comunidades. Pero de ahí no se puede concluir que a ETA le vaya a satisfacer una operación que no puedan capitalizar ni ellos ni su brazo político.
Para esta organización terrorista, tan importante como conseguir objetivos políticos es que esos logros puedan ser imputados directamente a la presión de las armas. El mapa político que ha salido en Navarra tras las elecciones resulta de difícil aceptación para ETA porque se ha dejado fuera de juego a su brazo político en los comicios forales, así que cualquier paso de acercamiento al País Vasco que se dé haría difícil que fuera capitalizado por la banda terrorista, que, por ello, necesitaría marcar su impronta poniendo el listón dos escalones más arriba de donde puedan subir los demás.
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