Cena muy agradable M*, que dirige un emblemático museo parisino y tiene una visión muy pesimista de cómo la semana laboral de 35 horas destruye la cultura francesa.
“Estuve en Berlín la semana pasada –me dice-, visitando museos: todos son más grandes, tienen más actividades, con menos personal. El personal en nómina trabaja más horas. Y buena parte de los servicios se contratan a empresas exteriores. En París, los sindicatos imponen unos horarios manicomiales. Se trabaja menos. Cada trimestre se toman más días de vacaciones. El resultado final son unos museos llenos de pequeños burócratas stalinistas, con un gusto nulo por el trabajo, y una obsesión por los artistas locales, sometidos a la tiranía de las teorías artísticas que tienen los burócratas de turno”.
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