Cuando termino La marea del tiempo (Candaya), de Raúl Carlos Maícas, un correo de Carles (amanuense digital de la bitácora de los Amigos del Olivar de Chamartín) me descubre, finalmente, uno de los secretos de la nueva escritura de diarios literarios: “Salve, compañero insurgente contra las hordas…”
Todavía cercanos los diarios de Joan Perucho y Carlos Barral, mal estudiados diarios como los de Marià Manet, los dietarios de muy distinta índole de autores como F. Arrabal, F. Benítez Reyes, JL. García Delgado, I. Gómez de Liaño, J. Jiménez Lozano, JC Llop, A. Martínez Sarrión, JAº. Muñoz Rojas, CE de Ory, V. Puig, M. Riera, A. Sánchez Robayna, M. Sánchez Ostiz, Àlex Susana, o A. Trapiello (entre muchos otros, sin duda, que escapan a mi insondable ignorancia e involuntario olvido), todos creo que tienen en común el escribir de cosas que han sido desterradas de los periódicos y proscritas por los editores, cuando se trata de cosas esenciales para el futuro mismo de las artes de la escritura.
Le Figaro no publicaría hoy los Salones de Marcel Proust, que una parte tan sensible ocupan en la formación del autor de la Recherche. Ningún periódico carpetovetónico publicaría hoy no pocas páginas de Baroja, Azorín, Ortega, Pla o Gaziel (que fue director de La Vanguardia), por tratarse de “divagaciones literarias” muy alejadas de la “actualidad”.
La marea del tiempo abunda, para mi sensibilidad, en ese insondable abismo: el trabajo más íntimo y feraz del escritor se realiza en secreto, en la oscuridad absoluta del amanuense que combate en soledad contra las Furias del tiempo y la historia, alejado y en desigual combate contra las normas, reglas, imposiciones e inconfesable tiranía de todos los órdenes establecidos. El suyo es un mundo nuevo, que él siembra sin saber cuando, como, ni donde florecerán las semillas de sus metáforas caídas en los surcos del arte de escribir que él rotura a ciegas, insomne, dolorido, cada noche.
malvisto says
entonces no sería esto: todo tiempo pasado fue mejor, cuanto: a veces el tiempo pasado se mete en el tiempo presente, para convertirlo en tiempo futuro.
bravo!