Entre las grandes obras del repertorio de la compañía de mimo drama de Marcel Marceau se encontraban la Numancia de Cervantes y el Don Juan de Tirso de Molina. Sin embargo, en España jamás lo invitaron y celebraron como celebran e invitan a los actores de Hollywood, de quienes se espera recibir “glamour” y publicidad no siempre gratuita.
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Cuando le preguntaban a Marcel Marceau si el silencio de su obra estaba relacionado con el silencio del gran arte, ante el insondable abismo moral de Auschwitz y la Kolima, él recordaba a su padre, asesinado en Auschwitz, pero respondía, jubiloso: “¡El silencio no existe..!”. La prueba: su obra inmensa, entre Keaton y Chaplin. Con una ambición propia: fundó una compañía para montar a Gogol, Dickens, Cervantes o Tirso de Molina.
Ambición que si habla del silencio posterior a Auschwitz: la algarabía de los ruidos desalmados, orquestados por la publicidad interesada de la nada. “La adoración de la nada es el infierno”.
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