Yo, que tanto tiempo he perdido en infiernos de la más diversa especie, heme aquí embarcado en una campaña de promoción – marketing – intoxicación viral… ¡Huye, hypocrite lecteur..!
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Asumida sin rubor la doctrina marxista (“aprended de mi, que, de la nada caí en la más absoluta miseria..”), acepto por pura irresponsabilidad el envío de Daniel Rodríguez Herrera, dirigido igualmente a Jose Mezo y Egócrata, de dar “tres consejos, sobre como ser un buen blogger”; a sabiendas que la blogografía puede ocultar actividades muy diversas: escritura de poesía lírica, agitación subversiva, difusión del odio, información pura, información envenenada, difamación interesada, promoción de amiguetes, ligue con señoritas de catadura diversa, charleta entre fanáticos de varia obediencia, espejo donde cultivar la vanidad, instrumento publicitario, medio de comunicación no siempre artesanal, etc., etc, etc…
A título personal, comencé a escribir este Infierno por pura curiosidad (de ahí lo de “temporada”), con profundas reservas hacia el medio (de ahí lo del «Infierno», que tomé prestado a un afamado poeta francés que no necesita para nada de mi veneración). Y su escritura que comenzó siendo un divertimento se ha transformado en otra cosa que no entraré a calificar, indisociable de mi escritura y trabajo profesional. De ahí, finalmente, que solo sienta respeto y admiración blogográfica por quienes,
1.- Son capaces de informar sin complicarlo todo con el galimatías de unas “opiniones” que no por personales son indigentes e insignificantes.
2.- Son capaces de analizar o comentar respetando otros puntos de vista.
3.- Intentan escribir con honradez de cosas que conocen, admiran o descubren, aceptando el riesgo de compartirlas con desconocidos lectores de todo tipo de sexos. Riesgo evidente: las insondables aguas de la blogosfera están recorridas a toda hora por fantasmones y tiburones que van dejando por donde pasan el tufo de unos infectos comentarios que solo son soportables a la espera de esa(e) lector(a) buen(a)o, honrad(a)o, inteligente, cuyas palabras tanto se agradecen y parecen decir que no todo está totalmente perdido en este océano de naderías desalmadas.
PS. Un ejemplo práctico de honradez temeraria. Un gentleman solo defiende causas perdidas o a señoras embarcadas en épicas batallas solitarias: Víctor García de la Concha, agente comercial.
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