Madrid, Villa y Corte, 4
La gloriosa tortilla de patatas que S* me descubre en un restaurante de nuevo cuño ─a dos pasos de un legendario antro donde Nicholas Ray escuchaba jazz, en un Madrid difunto─ nos permite esquivar el granizo ensangrentado y las lluvias ácidas del arco iris de negras crisis de toda especie que nos acechan en la puerta, mientras nosotros, tan felices, nos dejamos llevar por el paralelismo de los problemas de los hijos adolescentes seducidos, también ellos, por espejismos que se nos antojan abismales y quizá dejen al descubierto nuestro paternal conservadurismo.