Antonio, autor de Diario sin nombre, me propone dialogar sobre un viejo libro mío, Memorial de un fracaso. Y tiene la amabilidad de citar por extenso los versos de Borges y César Vallejo que yo suelo citar de memoria, con alguna imprecisión: Entrevista con Juan Pedro Quiñonero.
[ .. ]
Este fue nuestro diálogo:
Creo que Memorial de un fracaso fue una recopilación de artículos. ¿Crees que tu estilo breve, claro y contundente se amolda tanto al artículo de prensa como al comentario de una página de internet?
No basta con ser breve, claro y contundente para llegar a tener un estilo o una idea. Vaya usted a saber si yo llegaré a tener un estilo. Nobody’s perfect.
Comparto tu sensación de querer que otros con más talento escriban los libros que uno proyecta, un pensamiento que se puede encontrar en la introducción del libro. ¿Aún crees que escribir es básicamente un fracaso?
La escritura y el gran arte son nuestra única posibilidad de redención conocida. Pero, hélas, tampoco basta con ser un creyente en la religión del Verbo o la palabra para conseguir ninguna posteridad
En un momento del libro relacionas la lectura con el hastío y la soledad, ¿no compartes el mensaje pastoral que cantan las bondades de la lectura por parte de numerosos organismos?
La lectura es una tarea solitaria, secreta. Una manía del espíritu cuya transmisión es para mí un secreto. Siento verdadero horror ante las publicidades de Estado y cosas parecidas. Una cantidad pavorosa de publicidades e industrias de libro se me antojan instrumentos perversos que solo favorecen la incultura más endemoniada.
En el libro aparecen Raymond Roussel, Jean Genet, Alfred Jarry, Burroughs, Neruda, pero tu escribes para un periódico conservador, lo que puede chocar a algunos. ¿Crees que la literatura ya no podrá desasociarse de la etiqueta política y la utilización de ciertos genios para otros fines?
Los textos de Memorial de un fracaso se publicaron en Informaciones, Destino y Cuadernos Hispanoamericanos. Otro de mis libros, El misterio de Ítaca, lo escribí en ABC. Lo de la política, la cultura y las literaturas tiene algo de miseria endemoniada. Algunos poemas de Neruda deben incluirse en cualquier antología de la infamia política, justamente. Cualquier antología de la literatura anarquista debe concluir con un poema de Borges, Los conjurados.
Choca también la amplitud de tu crítica, en la que aparecen desde la Iliada hasta Tip y Coll. ¿Crees que en español no existe una mirada hacia la cultura moderna popular como sí la hay en escritores estadounidenses, por ejemplo?
A saber lo que cada cual entiende por “cultura popular”. Eso puede oscilar entre la basura y la genialidad. Lo “popular” ha caído tan bajo a través de las industrias de la incultura y la incomunicación, en lengua castellana, que sería higiénico lavarle la cara con agua de pozo no infectado por la canalla que enturbia esas aguas.
Comentando el Diario póstumo de Ramón Gómez de la Serna, te quejabas hace años de la inexistencia de unas obras completas de Ramón. Hoy ya existe una edición, y creo que has escrito un prólogo para uno de los tomos. ¿Crees que de la Serna aún se reduce a unos pocos escritos, que no hemos tomado conciencia de todo lo que fue capaz de escribir?
Ramón es un genio absoluto. Y mi amiga Ioana Zlotescu me dio una alegría pidiéndome un prólogo. Al final, mi texto salió mutilado. Como está prohibido el duelo a primera sangre, y ya me había gastado el dinero que hubiese tenido que devolver, si hubiese denunciado el atropello, dejé pasar la edición de mi texto. Borges, Neruda, Octavio Paz, Julio Cortazar y Gabriel García Márquez dejaron escrito que Ramón era el padre, la madre y la amante de todos ellos. Yo siento la misma devoción. En España, nadie dijo jamás de Ramón lo que decía Valery Larbaud: “Ramón significa en castellano lo que Joyce y Proust en inglés y francés”. Pues eso.
Otro de tus iconos, Cela, también un par de capítulos en tu libro. Y apuntas que no se ha hecho justicia con una parte de su obra, quizás la menos conocida. ¿Por qué crees que la mayoría ve esos libros como un capricho, algo menor del autor de La familia de Pascual Duarte?
Camilo y Paco Umbral decían que algunas de mis críticas a algunos libros subversivos de Cela eran lo único de interés que se habría escrito sobre su prosa surrealista. Algunos de esos textos están en el Memorial de un fracaso. Paco terminó desbarrando, convertido en un cadáver ambulante de lo que pudo ser. Camilo es él solo una página entera de las literaturas españolas. Lo quiero tanto que hasta escribí la biografía apócrifa de una escritora que se llama Celia Jiruña Carón, cuyas iniciales, CJC, se confunden con las de Camilo, sin que mi libro La locura de Lázaro (Ed. Renacimiento) sea exactamente una “biografía”. Aunque esté feo señalar, creo que nadie en castellano ha escrito cosas de ese tipo. ¡Viva la inmodestia…!
La última parte del libro se titula Una búsqueda desesperada e inútil y tiene, quizá, el tono de muchos de los mensajes de tu blog Una temporada en el infierno. ¿De dónde crees que viene la desesperación y, a veces, hasta la agresividad de tantas páginas y mensajes que uno puede encontrar en internet?
El autor de Memorial de un fracaso (el joven JPQ) estaba un poco desesperado. Es cierto. El autor del cuaderno de bitácora Una temporada en el Infierno (el JPQ de la madurez) no está nada desesperado. Si no todo lo contrario. Busco y no encuentro “agresividad” en mi blog. Si escribo con libertad y sin paños calientes. Es cierto que tengo una visión negra de las mafias filantrópicas que manipulan las industrias de la incultura, cainitas y carpetovetónicas.
Me impactó tu cita “voy a matar un hombre”, un pensamiento muy profundo sobre la brutalidad del hombre y la imposibilidad de, a veces, explicarnos el por qué. ¿Eres pesimista con respecto a la salvación del hombre por la razón?
Si la memoria no me falla… esa frase no es mía, si no del autor de una memorable novela policíaca que tiene uno de los mejores comienzos de todas las historias de las literaturas. Cito de memoria: “Voy a matar a un nombre. No sé como se llama. No lo conozco. No sé donde encontrarlo. Solo sé que debo matarlo. Y lo mataré”. ¡Qué brío..!
¿Cree que se reeditará el libro en breve?
En cuanto encuentre un editor tan generoso como tu.
A mí me pasa un poco como a Borges, que no le veía mucho la gracia a París. ¿Cual es su visión de la ciudad? ¿Puede decirnos algo malo de ella?
Nobody’s perfect. Recuerdo al viejo Hemingway escribiendo del joven Hemingway en un café de la plaza de Saint-Michel, escribiendo de su tierra, tomando una copa de ron, cuando descubre la silueta de una moza que entra en el café. El viejo Hemingway dice que le gustaría meter a la moza en algún lugar, no solo en el texto que está escribiendo, hablando de cosas de caza. Ese libro y esa página influyeron en mi decisión de huir de Madrid. Otro amigo me decía: “París es como una mujer muy bella, que conoces muy joven, a sabiendas que no será para ti. Debes huir, para no sufrir”. Yo he tenido la suerte de vivir con Carmen, en París. Hemingway, Azorín y don Pío sintieron una vez la misma pasión por la misma ciudad. Con el tiempo, comienzo a descubrir otras ciudades perdidas, que también están en esta ciudad. Cierro los ojos. Escucho Nuages de Django Reinhardt, el día que conocí a Carmen, una noche de invierno, bajo la lluvia, al volante de su viejo coche. Recuerdo a César Vallejo: me moriré en París, con aguacero, un día de otoño, como este.
maty says
Tengo pendiente la lectura del libro en cuestión. Está apartado del acceso normal en la Biblioteca de Tarragona [Catálogo], guardadito como un tesoro (como los de Hannah Arendt). En unos días he de pasarme para devolver los que estoy/estamos leyendo, así que lo demandaré a Anabel -la responsable de las compras (así aprovecharé para comentarle la próxima edición de «De la inexistencia de España» en catalán).
M.M. says
Un jueves, como es hoy, de otoño
creo recordar…
Al menos así lo recitaba mi novia.
JP Quiñonero says
M.M.,
Tu novia y tu lleváis razón:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
[ .. ]
Antonio tuvo el buen gusto de citar el poema entero en su Diario sin nombre.